(Poema a partir de foto de Sebastião Salgado)

Nunca se vieron mayores dientes
que el esqueleto de una ciudad
abierta al cielo. Puntiagudos
dientes de terror bajo la luna,
dientes de fracaso anhelando morder
a los que aún respiran.
Una ciudad bombardeada
es peor que un cementerio:
los vivos que ya no viven
perdieron vidas ahí que no eran suyas,
la vida de sus padres, la de sus abuelos,
la vida del trabajo y del deseo
de todos los que la construyeron.
Los dientes de una ciudad muerta
son como espectros de las sombras
que surgen a espaldas de la luz,
trayendo frío.
Los hombres,
o los restos de los hombres
que caminan llenos de dolor
por las ciudades muertas
no son hombres.
Son criaturas perdidas,
malditas, negaciones,
olvidos de la voz
que cantó un día.
(Una explicación a estos poemas)
80/81. Un hombre con una sola pierna, víctima de la guerra, avanza a duras penas con sus muletas por la Avenida Jade Maiwan. Kabul, Afganistán. 1996. (79) El centro ortopédico de Kabul tiene diversas funciones relacionadas con las guerras que han arruinado Afganistán: produce prótesis de piernas y accesorios para prótesis (tablillas, muletas, etc.). También ofrece sesiones de fisioterapia a los inválidos y formación al personal local para que pueda tratar a los discapacitados (también es conocido por contratar a minusválidos) (…) La producción de prótesis se ha convertido en una floreciente industria en Afganistán, buena prueba de la devastación sufrida por este país.
Éxodos (Separata). Sebastião Salgado