Comentarios a “Parábola de invierno”, de Lídia Jorge

(https://elpais.com/opinion/2023-01-06/parabola-de-invierno.html?event_log=oklogin)

Estando totalmente de acuerdo con la visión que defiende la escritora, y aplaudiendo su muy acertada exposición, me surgen algunas reflexiones importantes.

1.- La incipiente vacilación en la determinación de Occidente de no permitir el triunfo de Rusia en su involucionista agresión, a la que apunta la autora, no se debe sólo al miedo a la guerra nuclear y las consecuencias económicas de mantener una larga guerra con el gigante euroasiático, aunque ese miedo sea un elemento real indiscutible.

2.- ¿Por qué Rusia comienza a ser vista como “un mal natural inamovible”?, se pregunta Lidia Jorge, con toda la lógica del mundo.

3.- La razón última hay que buscarla en su derecho de veto (el de la Federación Rusa) en el Consejo de Seguridad de las actuales Naciones Unidas.

4.- Es un elemento para reflexionar que la piedra angular de la geopolítica mundial actual sea el derecho de veto de cinco países (y, por supuesto, sus territorios e intereses de influencia geoestratégica). Pero es esa maza flagrante de la realpolitik la que hace que muchos comentaristas (influidos también por el tiempo que pasa y las muertes que se suman, acumulando incontables tragedias individuales para las que el destino final de la Humanidad está aún demasiado lejos), comiencen a mirar de nuevo la balanza entre principios y sufrimientos, y a buscar soluciones, ya que la solución real parece, aún, imposible.

5.- La solución real, quizás, sería que Francia, EEUU y Reino Unido aceptaran liderar un movimiento real para erradicar el derecho de veto en el Consejo de Seguridad, asumiendo su propia pérdida. Para que impulsen realmente la casi imposible negociación (casi)  que lleva años encallada en interminables anteproyectos y grupos de trabajo que apadrina la propia ONU. Seguramente la percepción relativa de la básica injusticia que representa el derecho de veto, frente a la realidad y complejidad de las cosas de la vida geopolítica global, sería un índice aceptable para calibrar lo lejos que está aún una solución duradera a este (y otros muchos) conflictos.

6.- Solución lejana y de tremenda complejidad diplomática, que exigiría y obligaría a cambios fundamentales en el esquema mental de la política mundial. Quizás aún no haya llegado su momento. Momento en el que un nosotros fundacional global invistiera de autoridad moral a un tercer intento de Mundo Unido que pudiera seguir avanzando en la verdadera senda del progreso (la ONU es el segundo intento de una Sociedad de Naciones que realmente sea capaz de evitar los conflictos militares). Ignoro si desde el paradigma nacional las gentes y las instituciones serían capaces de dar ese paso, o si se necesita un cambio de paradigma más profundo.

7.- Mientras llega, mientras ese nosotros esté formado por naciones y no por individuos de carne y hueso, me temo que tendremos que aceptar la continua oscilación de la balanza entre principios y sufrimientos.

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