¿Para qué sirve la Historia?

Desde hace ya varios años estoy estudiando el grado de Historia a través de la UOC (Universitat Oberta de Catalunya), a razón de una o dos asignaturas por cuatrimestre. A algunos de los trabajos escritos para su Evaluación Continua le tengo mucho cariño. Como a este que os propongo hoy, escrito en 2019 para la asignatura de Introducción a la HIstoria. Ojalá su estudio pueda servir para entender algo mejor al mundo.

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“Pero si rechazamos los patrones oficiales, ¿qué deberíamos enseñar? ¿Cuáles son los grandes problemas de nuestro tiempo que deberían servir de inspiración básica para nuestro trabajo? (…) Uno de los fundamentales es el de buscar la naturaleza de los mecanismos que han dado lugar a que, pese al innegable enriquecimiento global que han aportado los avances de la ciencia y de la técnica, ha aumentado la desigualdad” (Fontana, J., 2007. p. 8).

Al igual que es el presente lo que debe llevarnos al pasado, quizás esta cita inicial debería cerrar este ensayo. En él pretendo explicar, como en los talleres de historia popular y a través de la mía, las razones para estudiar esta disciplina y lo que espero de ella. Es decir, definir el trabajo de historiador con el que sueño.

Allá por 1981, con 17 años dudaba todavía si matricularme en Biología o en Literatura, mis dos grandes intereses aparentemente divergentes: ciencias y letras. Finalmente ganó la influencia paterno-materna, ambos médicos y, tras dos años de Biología, acabé estudiando Medicina: la literatura siempre podré leerla y escribirla por mi cuenta, pensé.

Lo cierto es que Medicina me fascinó: intentar comprender como éramos ayudando a los demás, me parecía una buena forma de devolver a la sociedad lo que nos había dado. Mis padres se habían arreglado para meternos esta idea en la cabeza, no sé cómo, pero ahora que me toca serlo a mi, me gustaría saberlo.

Soy el último de seis hermanos: médicos, psicóloga, pedagogo e historiador. Arqueólogo prehistoriador reciclado en medievalista. Todo influye. Recuerdo sus discusiones con mi padre sobre la universidad, los catedráticos, Suárez, el materialismo histórico, el PSOE o la OIC, en la que militaba: un clásico del postfranquismo, según Fontana (pero de perseverante enfoque materialista).

Quizás por él también hago mías las palabras “no acepté de buen grado la historia de los vencidos (de 1870), sus temblorosas prudencias, sus renuncias ante toda síntesis, su culto por el “hecho” (…) y ese gusto casi exclusivo por la historia diplomática” (Fevbre, L. 1975, p.8). Creo en la necesidad de renovar los discursos vertebrales de la sociedad, a medida que avanzan observaciones, críticas y análisis -sino empíricos al menos dialécticos- de las realidades.

Igualmente, aquel estar pendiente del mundo y vivirlo en el seno familiar, con su carga afectiva -los individuos comentando la sociedad-, se la debo a mis padres y tiene que ver, seguramente, con mi interés por la historia: “la historia ha sido necesaria, completamente necesaria, para comprender los quebrantos y los sinsabores, las alegrías y los gozos humanos (…) para sacar al hombre de su permanente estado de confusión, cuya metáfora absoluta la encuentro en el aterrador silencio tras el grito de Core, la muchacha siciliana recordada por el mito.” (Ruiz-Doménec, J., 2000, p. 12).

Pero volvamos a los hechos, las reliquias: resultó que, ante tanta ciencia médica, los mitos y las letras volvieron por sus fueros, disfrazados de teatro universitario (de la mano también del amor, la edad y las ganas de aventura). Así que, ya licenciado, me fui a Madrid a probar suerte en la Escuela Superior de Arte Dramático. Con tan indescifrable fortuna que entré, estudié Teatro y acabé fundando una compañía en la que me he dedicado a escribir y producir, durante veinticinco años, todo tipo de obras, entre ellas, unas cuantas de tema histórico. Ya me mantendré al tanto de la ciencia por mi cuenta, pienso ahora.

Creo que las acciones individuales sobre las que gira la Dramaturgia (mi trabajo) están totalmente determinadas por la sociedad y el momento histórico. Podemos rescatar al individuo del anonimato social (un deber del dramaturgo, no como nombre propio sino como psique individual, único entorno de interrogación -decir comprensión sería excesivo- del Universo y sus leyes). Pero el individuo no es nada sin la sociedad. Y esta es fruto de la acción de fuerzas en el tiempo que sólo pueden ser estudiadas por la Historia, sin la cual no se puede tener una visión filosófica crítica del mundo. (Gramsci en Corral, J.L. et al, 2006, p.106). No en vano “la historia es la ciencia de los hombres en el tiempo” (Bloch, M., 1996, p. 58).

Resumiendo: me matriculé en Historia para ayudar a mi trabajo. No busco una labor profesional (tampoco la descarto), pero sí un enfoque crítico, apasionado y solvente para distinguir el estudio riguroso de sus desviaciones. No forzosamente para condenarlas, pues prefiero la intersección frente a la estanqueidad, sobre todo en las humanidades (hoy ciencias humanas, según la taxonomía gnoseológica de Moradiellos, o debate escolástico, según Bloch). Sino para evitar ser acusado de inconsciente y profundizar en la búsqueda de sentidos y relatos que, siendo incluso literarios, “serán más verdaderos que otros porque se fundamentan en un mayor número de pruebas verificables por otros investigadores y resultan coherentes con el conocimiento acumulado como resultado de otras investigaciones”. (Moradiellos, E., 2013, pp. 38-39).

Determinados textos han añadido nuevas perspectivas a las que ya tenía sobre el trabajo de historiador, que resumo a continuación.

1.-El procedimiento básico se articula en torno a cómo adquirir el conocimiento sobre el pasado (Heurística), cómo interpretarlo (Hermenéutica) y cómo elaborar un relato narrativo, respetando los principios de verificabilidad de pruebas materiales, desarrollo de los procesos por fuerzas internas (Inmanencia), y cronología como vector de sentido único. En cada refundación de la Historia, esto permanece..

2.-Debemos preferir la sencillez y claridad en el lenguaje. “El historiador “debe saber hablar, en el mismo tono, a los doctos y a los alumnos” y subraya que “tal sencillez es el privilegio de unos cuantos elegidos”. Aunque sólo fuera por esta afirmación, la obra seguiría siendo hoy -cuando la jerga técnica ha invadido demasiados libros de historia- de una actualidad palpitante” (Le Goff, J., 1997, p.11).       

3.-Me atrae especialmente la consciente humildad de Duby, que entiende la Historia como una suma de muchas observaciones a ras de suelo, nunca terminada: “yo querría que este trabajo se considerara como el plano de una vasta construcción útil para iniciarla, pero que fuera descalificado progresivamente por los avances del trabajo” (Duby, G., 1999, p. 9). Inteligente formulación en positivo de la evidencia negativa: “desde los tiempos de historiador ateniense Tucídides, c. 430-400 a.n.e., los estudiosos no han dejado de proclamarse más objetivos que quienes los precedieron o, lo que es lo mismo, más veraces. Y pudieron presentarse de ese modo porque tuvieron la oportunidad de construir a partir del trabajo de sus predecesores” (Hunt, L., 2018, p.156).

4.-Suscribo, dada su inevitabilidad, que la aportación personal y política del historiador se haga de forma consciente, aunque rigurosa y razonada, buscando ayudar a la clase dirigente a recordar sus obligaciones y superar mitos identitarios -que también la Historia ayudó a construir- como fundamento del estado (Fontana, J., 2007).

5.-Ahora que las naciones intentan capear la globalización de diversas maneras, arrecia la lucha por el discurso histórico justificativo. Pienso, como otros, que una Historia polifónica y coral debe buscar, o ayudar a crear, un campo del diálogo  (Ruíz-Doménec, J., 2000, p. 21). Abundando y ensanchando: “cultivar la Historia sin visitar las múltiples pantallas que nos rodean, ignorando a los cineastas, a los artistas plásticos, a los coreógrafos y a todos aquellos que ponen en escena nuestro presente, solo sirve para encerrarla en un academicismo rutinario que le hace perder terreno continuamente.” (Gruzinski, S., 2018, p. 464, el subrayado es mío).

Y me encamino ya hacia el final aportando una cita extra de un poeta reputado, atrevimiento que justifico como parte de mi alegato motivacional: “Esta es, en fin, la clara piedra / donde su incierta historia queda escrita. / Y si a veces lo olvida, / si vuelve su  mirada hacia otra parte / intentando extraer de lo ya abstracto / una idea concreta que lo explique, / todo es lo mismo ya. / Sucede entonces, / que si habla, el hombre, aunque no quiera, / miente.” (González, A. 1994, p. 133) Incluso en poesía resulta necesario, antes que todo, enmarcar a los hombres en su espacio y en su tiempo.

Termino recordando el texto que abría este ensayo, digno de cerrarlo pues se refiere al fondo fundamental, consciente y ético, de nuestro trabajo. Si bien, siendo una faena primeriza, bien puede cerrarlo otra cita pertinente, esta vez, para su forma.

“Conviene reflexionar, y mucho, sobre el hecho de que el oficio de historiador o historiadora no resulte al cabo de cuatro o cinco años de licenciatura un simple aumento teórico del bagaje cultural del alumnado. En los tiempos que corren, se necesitan personas lúcidas y comprometidas con esta profesión, que no sólo sepan historia sino que sean conscientes de su aprendizaje y sean capaces de hacer historia, la de sus vidas y la de los demás. Cuanta más capacidad tengan las personas para escribir su propia historia y generar con libertad sus ideales de memoria colectiva, menos vendrán otros a suplantar sus conciencias y convertirlos en simples ciudadanos y ciudadanas adoctrinados y adocenados” (Corral, JL. et al., 2006, p.113)

Bibliografía

 BLOCH, M., 2001. La elección del historiador-La Historia y los hombres. Apología para la Historia o el oficio de historiador. México: FCE – Fondo de Cultura Económica, pp. 53-57. ISBN 9681660307.

CORRAL, J.L., GARCÍA, C. y NAVARRO, G., 2006. Hacerse historiador y cómo hacerlo. Taller de historia. El oficio que amamos. Barcelona: Edhasa, pp. 95-118. ISBN 843502671X.

DUBY, G., 1999. Advertencia. Economía rural y vida campesina en el occidente medieval. Barcelona: Altaya, pp. 5-10. ISBN 84-297-0889-8.

FEBVRE, L., 2016. Prólogo. Combates por la historia. Barcelona: Ariel, pp. 5-11. ISBN 8434406853.

FONTANA, J., 2006. ¿Qué historia para el siglo XXI? Analecta: revista de humanidades, vol. 1, no. 1. ISSN 2340-7778.

GONZÁLEZ, Á., 1994. Grado elemental. Lecciones de cosas. Palabra sobre palabra. Barcelona: Seix Barral, pp. 131-166. ISBN 84-322-3861-9.

GRUZINSKI, S., 2018. ¿Para qué sirve la Historia? ebook. Madrid: Alianza Editorial S.A. ISBN 978-84-9181-041-4.

HUNT, L., 2019. Historia: ¿Por qué importa? ebook. Madrid: Alianza Editorial S.A. ISBN 978-84-9181-536-5.

LE GOFF, J., 2001. Prefacio. Apología para la Historia o el oficio de historiador. México: Fondo de Cultura Económica, pp. 9-33. ISBN 968-16-6030-7.

MORADIELLOS, E., 2013. La ciencia de la Historia. El oficio de historiador. Estudiar, enseñar, investigar. Madrid: Akal, pp. 33-44. ISBN 9788446038658.

RUIZ-DOMÈNEC, J.E., 2000. En la encrucijada. Los rostros de la historia: veintiún historiadores para el siglo XXI. Barcelona: Ediciones Península, pp. 11-23. ISBN 8483072521.

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