hablo a veces sin saber bien lo que digo

hablo a veces sin saber bien lo que digo

y lo digo solo por hacer vibrar al aire

que luego te entrará por el oído

es peligroso acariciarte de este modo:

tus palabras viven ellas solas

enredadas en tu pelo y en tu boca

y acuden -seguro- al ver venir las mías

para amarse enredarse y revolcarse juntas

en cualquier colchón de prosa, o poesía.

(todas las palabras son promiscuas,

salaces, depravadas y cachondas)

Así que a saber qué te dirán las tuyas

de lo que las mías les hicieron saber

en sus encuentros, delirantes y calientes,

pues oír, oír, lo que se dice oír,

tampoco oímos, solo bebemos el líquido

que sobre nosotros destilan nuestros propios verbos.

Yo, por tanto, les digo a mis palabras que lo piensen,

que estudien estrategia, logística, física sonora

para ver de organizar alguna orgía con las tuyas,

-una bacanal de barro, savia y sílaba-

para que al dormir tras el agotamiento, alguno de mis verbos

cabezota, cafeinómano y rendido te llegue a decir,

él en persona,

que quiere conjugar contigo en infinitos términos.

Octubre 2014, Connemara, Irlanda

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