Versión Montesca de la Tragedia de Verona
Traducción libre y adaptación para tres actores, de Julio Salvatierra Cuenca, a partir de «Romeo y Julieta», de William Shakespeare
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PERSONAJES:
ROMEO – CORO
MERCUTIO– FRAY JUAN – CORO
BENVOLIO – FRAY LORENZO – CORO
ACTO I
ESCENA 1
(Escenario vacío y oscuro)
Entra el CORO
(Sobre una música de flauta, comienza a subir la luz del coro)
CORO
Esto es Verona. Este escenario:
sus calles, plazas, fuentes y ventanas:
lugar donde un antiguo odio entre familias
tiñe las calles con la sangre de los muertos.
En el seno de las dos casas enemigas
nacieron un dia dos amantes,
una mujer y un hombre enfrentados por su estrella
y cuyo fin enterrará los odios que hubo en vida.
Aqui os contaremos el muy triste relato
de Romeo y de su amor, de sus amigos
y de la guerra incesante entre las dos familias…
que sólo acabará con la llegada de la muerte.
Escuchadnos con buen ánimo, somos pocos,
pero cuanto aquí falte, ha de enmendarlo nuestro empeño!
ESCENA 2
(Transición. Desaparece luz de coro y comienza a subir luz del amanecer. Sonido de campanas. Romeo se aleja.. Entra Mercutio)
MERCUTIO
¡Benvolio!
BENVOLIO
¡Mercutio!
MERCUTIO
¿Y Romeo? ¿no le has visto?
BENVOLIO
Hace tan sólo un instante.
Me dirigí hacia él, con ánimo de hablarle,
pero él, al verme, desapareció veloz en la espesura.
MERCUTIO
He oido que más de una mañana
ha sido visto aumentando el rocío
con sus lágrimas, y añadiendo a las nubes
nubes de suspiros. Pero en cuanto
la Aurora se despierta huye de la luz,
sombrío, y corre a casa. Allí se encierra
lejos de las ventanas y del día.
Feliz humor el suyo.
BENVOLIO
¿Conoces tú la causa?
MERCUTIO
Conocerla, no. Tal vez me la imagino.
(Romeo reaparece)
BENVOLIO
Pues ahí viene
MERCUTIO
Háblale tú a solas,
será más efectivo.
BENVOLIO
¿Por qué, Mercutio…?
MERCUTIO
Hazme caso. Yo sé lo que me digo. Me retiro.
(Sale MERCUTIO)
BENVOLIO
Feliz mañana, primo mío.
ROMEO
¿Tan joven es el dia?
BENVOLIO
Apenas tiene nueve horas.
ROMEO
Largas son la horas tristes
¿Era Mercutio el que salía?
BENVOLIO
Sí, él era. Pero, dime:
¿Qué tristeza alarga las horas de Romeo?
ROMEO
El no tener aquello que las acortaría.
BENVOLIO
¿Enamorado?
ROMEO
Triste.
BENVOLIO
¿Por amor?
ROMEO
Enamorado, y triste por no tener su amor.
BENVOLIO
¡Que el amor sea tan triste en apariencia
y luego al probarlo tan cruel y tan tirano!
ROMEO
¡Que sea el amor, que según dicen es ciego,
quien nos guía por la senda de su antojo!
¿No oyes un lejano ruido de pelea?
Déjalo, no vayas. Yo tambien imagino quién lo causa.
Mucho nos ahoga el odio, pero el amor tambien lo hace:
¿entonces?, ay, ¡amar al odio y odiar al ser amado!,
¡ay el amor, que nace, sin ser nada!, o tan sólo
una feroz confusión envuelta en bellas formas,
un bienestar enfermo, sueño consciente, fuego helado,
oscuridad brillante, maldito amor: ¿qué eres?,
no era ésto lo que había imaginado.
Ya ves, tanto amor que siento
para al final sentirme desdichado.
¿No es gracioso?
BENVOLIO
No lo creo.
ROMEO
¿Y por qué no, amigo mío?
BENVOLIO
Me duele ver así al que es mi amigo.
ROMEO
Siempre le sucede al que ama con exceso.
A las penas que mi pecho hoy abruman,
ahora se unirán las tuyas con su peso:
tu amor añade más luto al que ya tengo.
El amor es niebla de suspiros hecho humo.
Si lo avivas, son chispas en los ojos de un amante;
si lo ahogas, un océano de llanto enamorado.
¿Quieres más? Una cuerdísima locura,
hiel que hiere y miel que sana. Queda con dios,
amigo mío.
BENVOLIO
Espera, te acompaño, no te vayas
de esta forma.
ROMEO
No soy yo quien se va,
Romeo ya se ha ido; me ves, pero yo ando en otra parte.
BENVOLIO
En serio, dime: ¿de quién estas enamorado?
ROMEO
¿Debo decírtelo llorando?
BENVOLIO
¿Llorando?… no.
Pero dimelo, sin bromas: ¿de quién?
ROMEO
¿Le pides a un hombre seriamente triste
que te hable sin bromas?: eso es matarlo.
Pero, en serio, primo, es de una mujer
de quien estoy enamorado.
BENVOLIO
Supuse que por ahí
iban los tiros.
ROMEO
Grande inteligencia.
Y grande la belleza de mi dama.
BENVOLIO
Si grande es la diana,
más fácilmente acertarás el golpe.
ROMEO
Ahora erraste el tiro, ella siempre estará a salvo
de las flechas de Cupido: hizo la promesa de Diana,
y con ese escudo de castidad que la protege
se rie de los ridículos dardos que el amor le lanza.
No aceptará el cerco de las palabras amorosas,
ni permitirá que la conquisten unos ojos tentadores.
Tampoco abrirá su seno al engañoso oro … sí,
es inmensamente rica en su belleza, pero es pobre.
Asi que cuando muera, con su belleza
se irá todo el tesoro.
BENVOLIO
¿Y ha jurado vivir casta para siempre?
ROMEO
Así es. Encierra avaramente su hermosura,
pero de este modo la malgasta, pues la belleza
encerrada sin amor muere de hambre,
y así priva al futuro de su mejor estrella.
Es demasiado sabia, demasiado hermosa,
sabiamente es tan hermosa… que no necesita
de mi infierno para merecer su gloria.
Ha jurado no amar nunca, y con este golpe
aunque estoy muerto, ¿vivo?… apenas sobrevivo
para contar mi historia.
BENVOLIO
Olvida. Sigue mi consejo.
No pienses más en ella.
ROMEO
Si tú lo sabes, dime cómo
puedo parar el pensamiento.
BENVOLIO
Dale a tus ojos libertad
y mira a otras bellezas.
ROMEO
Ése es justo el camino
para hacer la suya más presente. ¿No lo entiendes?
Un negro antifaz cubriendo hermosos rasgos
sólo nos recuerda que oculta otra hermosura.
Aquel que queda ciego de repente
jamás podrá olvidar la luz que hubo en sus ojos:
muestrame la dama más hermosa de Verona
y será sólo una triste nota para recordar
la belleza de quien a todas sobrepasa.
Adios: no eres buen maestro en el olvido.
ESCENA 3
(Plena luz del día)
(Entra Mercutio, aparentemente herido)
MERCUTIO
Romeo, Benvolio, mis hermanos,
¿en qué cueva os hallábais escondidos?
¿Nada oisteis de la lucha?
ROMEO
¿Quién ha sido?
BENVOLIO
¿Quién luchaba?
MERCUTIO
Todas las gentes de Verona, como perros enzarzados,
qué delicia: patán contra patán, amo con amo…
y algunas veces alternaban. [El ruido de la lucha
desbordaba los ecos de las plazas. La melodía
estaba en las espadas, más agudas; las mazas
y las picas llevaban el contínuo. El coro,
por desgracia, era horroroso.] Lo de siempre:
Teobaldo y criados Capuletos hablaban
de amor -a su manera- con Montesco
y su familia.
ROMEO
¿Algún herido?
MERCUTIO
No, señor, no hubo ninguno. A no ser
Teobaldo, en su amor propio.
BENVOLIO
¿Quién provocó, otra vez, esta estúpida
discordia? ¿Viste tú el comienzo?
MERCUTIO
No, cuando llegué luchaban los criados
de Capuleto contra los de vuestro padre.
Desenvainé, con intención de separarlos,
pero del cielo apareció el fiero Teobaldo,
con la espada desnuda, maldiciendo,
y a gritos invocando a Romeo o a Benvolio,
sus rivales[, mientras esgrimía contra el viento,
dando golpes y mandobles]. Luchamos
ferozmente, como bravos, y las gentes
acudían a sumarse, cada uno en el bando
que más les convenía. Incluso los ancianos
jefes de familia aparecieron, e indignados
se sumaron a éste baile, no sé bien si con espadas,
o esgrimiendo báculos, muletas y lumbagos.
En ésto llegó el Principe y puso paz entre nosotros.
BENVOLIO
Ésto habrá provocado sus iras, sin dudarlo.
MERCUTIO
Desde luego, impuso la calma a grandes voces:
«Vosotros, súbditos rebeldes, enemigos de la paz
que profanais el acero con una sangre hermana…
detenéos, ¿no me oís?…
Son ya tres las reyertas provocadas por vosotros,
viejos Montesco y Capuleto[, tres veces que alterais
la paz en nuestras calles, obligando a otros cansados
ancianos de Verona a empuñar sus viejas armas].
Si nuevamente volveis a provocar alguna lucha, sólo una,
pagareis con vuestra vida tal ultraje.
Marcháos, por esta vez, los aquí presentes».
Y luego convocó a los dos pater familia
a su palacio.
BENVOLIO
No parece sino que todo ésto
te alegrase.
MERCUTIO
Me gustan los mares agitados, buen Benvolio.
Pero no es ese incidente el que causa mi alegría.
ROMEO
¿Cuál entonces?
MERCUTIO
Esta carta.
La encontré en el suelo tras de la refriega.
Debió caer de algún bolsillo Capuleto.
Convoca la asistencia de ilustres personajes
a la tradicional fiesta de esta casa. Y será
en esta misma noche.
ROMEO
No entiendo tu alegría.
MERCUTIO
A esta fiesta acudirán casi todas las beldades
de Verona… pensé que tal vez en ello
pudiera residir lo interesante.
BENVOLIO
Romeo,
nunca subestimes la perspicacia de Mercutio.
Es cierto, ¿irá vuestra belleza misteriosa?
ROMEO
Irá, o así esta escrito.
MERCUTIO
¿No nos dirás cómo se llama?
ROMEO
Su nombre es Rosalina. Y figura en la lista de esta carta.
BENVOLIO
Hazme caso, entonces, ve y compara
imparcialmente el rostro de esa dama,
con el de otras gacelas que pienso mostrarte.
MERCUTIO
Imparcialidad y juicio son excesos para un hombre enamorado.
BENVOLIO
Tantas garzas brillantes verás en esta noche
que tu cisne te parecerá un grulla. Y vieja.
ROMEO
Si mis ojos fieles y devotos me traicionan
de ese modo, conviertanse mis lágrimas en fuego.
¿Más hermosa que la que amo? Jamás
vio nunca el sol tal cosa. Iré,
pero no para ver lo que vais a mostrarme,
sino por ver, esplendorosa, a la que amo.
MERCUTIO
Bien dicho. No más vacilaciones, pues. Partamos.
BENVOLIO
¿Pero es ya la hora?
MERCUTIO
Sutilezas: cuando se habla de amor
el tiempo corre muy deprisa.
(Pausa: la luz desciende rápidamente hasta el atardecer. Sonido de grillos)
ROMEO
Dará la hora mientras
hacemos el camino. ¿Qué excusa inventaremos
para entrar? ¿O excusaremos tanta ceremonia?
BENVOLIO
No estan de moda ya los circunloquios. Entraremos
y que nos digan lo que quieran: responderemos
con un baile, y nos iremos.
ROMEO
Yo llevaré el farol.
No estoy para bailes. Y bueno es portar la luz
para quien anda sombrío.
(Enciende el farol)
MERCUTIO
No, no, gentil Romeo,
es necesario que bailes.
ROMEO
Yo no, os lo aseguro.
Bailad vosotros, que teneis los pies ligeros.
Los míos están como mi alma: hechos de plomo.
Me sepultan en la tierra y ya no me levanto.
MERCUTIO
¿No estás enamorado? Toma las alas de Cupido
y alza el vuelo.
ROMEO
Precísamente es su flecha
la que me ha herido tanto, que no levanto no ya el vuelo:
ni aun el ánimo. Me hunde este amor sobre mis hombros.
MERCUTIO
Siempre se hunden los que son pesados, pero el amor…
demasiada carga para algo tan tierno y tan ligero.
ROMEO
¿Tierno el amor? Aspero, duro, borrascoso
y violento como las espinas de un arbusto.
MERCUTIO
Si el amor es duro contigo, sé duro tú tambien.
Hiérele si te hiere, y así lo podras vencer.
BENVOLIO
¡Venga, charlatanes!
MERCUTIO
Dadme un antifaz para cubrir mi rostro:
otra máscara sobre la mía, ¡y que vengan
los curiosos a mirar mi fea cara!
¡Esta piel de cuero se avergonzará por mí!.
(La luz ha continuado descendiendo, hasta hacerse de noche.)
BENVOLIO
¡Vamos, llama y entra! Y cuando estemos dentro
que cada uno haga con sus piernas lo que quiera.
ROMEO
Que bailen los livianos con sus pies ligeros,
yo me agarro a este candil, y haré de farolero,
que bien decía aquel venerable proverbio
de mi abuelo: a mirar, que en eso está la fiesta.
En estas noches cálidas, yo, frío y sereno.
MERCUTIO
Como el sereno de la aurora, me parece.
Nosotros sacaremos a vuestra Serenísima
del lodazal de amor -y perdón por lo de amor-
donde os habeis metido hasta las cejas.
Vamos, tú, el frío, que nos acecha el día.
ROMEO
No exageres.
MERCUTIO
Quiero decir, señor, que si la luz del día nos sorprende
apagará nuestra ocasión; y la intención de esta ocasión
es buena, pues en la intención se basa el juicio, y hoy
es la ocasión de juzgar con juicio, sin mala intención.
ROMEO
Sí, nuestra intención es buena viniendo a esta fiesta,
pero hemos perdido el juicio.
MERCUTIO
¿Y por qué, amigo mío?
ROMEO
Soñé un sueño la otra noche.
MERCUTIO
Igual sucedió conmigo.
ROMEO
¿Y qué soñaste?
MERCUTIO
Que los sueños son mentira.
ROMEO
Cuando los sueñas en la cama. Pero hay sueños verdaderos.
MERCUTIO
Ah, ya comprendo: la Reina Mab te ha visitado.
La que da vida a los sueños, la hermosa Mab,
la reina de las hadas, más pequeña que el zafiro
que reluce en el dedo de algún rico.
Su carruaje, arrastrado por una corte de seres diminutos,
pasea entre las noches silenciosas, cosquilleando
las narices de los hombres dormidos.
Viaja dentro de una cáscara de avellana,
labrada por la vieja ardilla o el metódico
gorgojo, antiguos artesanos de las hadas.
Y los radios de sus ruedas son largas patas de araña,
élitros de grillo sus doseles, las riendas
de seda de crisálida, y con húmedos rayos de luna
estan enjaezados sus corceles. La fusta
es un hueso de cigarra, la tralla el hilo de una idea,
y como cochero hay un mosquito gris
vestido de librea. Y de esta forma
galopa cada noche sobre los cerebros de los enamorados
provocando que sueñen con amores, o entre rodillas cortesanas
y sueñan reverencias, o entre dedos de abogados
que sueñan con la cuenta, o entre labios de mujeres
que sueñan ser besados, pero ésto a Mab siempre enfurece
y llena de llagas los alientos teñidos de dulzuras.
A veces galopa por las narices palaciegas
que husmean en sueños el anhelado ascenso,
o tienta las narices de los curas
con apetitosos cochinillos, expropiados
por la santa madre iglesia, mientras
el padre se derrite soñando en ser prelado.
Y otras veces se desliza sobre el cuello de un soldado
que sueña de inmediato en degollar cuellos ajenos,
en cargas, emboscadas, aceros españoles y cerveza,
en mares de cerveza, pero entonces, ¡los tambores!:
se despierta de un salto, está asustado, renegando
reza un poco y vuelve al sueño. Ésta es Mab.
La que en la noche enreda las crines de los potros
y amasa las greñas de los duendes en nudos pegajosos,
que al desenredarse anuncian grandes males.
Esta es la bruja que, antes que nadie, fuerza
a las doncellas dormidas boca arriba, y con su peso
las enseña a ser hembras de buen fuste.
Ésta es la…
ROMEO
Basta, basta, Mercutio.
Hablas sin sentido.
MERCUTIO
¡Sí! Hablo de sueños,
los hijos nacidos de las mentes ociosas,
y engendrados sólo por la vana fantasía.
Que no contiene nada, salvo aire liviano,
y es inconstante como el viento,
que hoy susurra en los gélidos oidos del Gran Norte,
y mañana huye silbando, despechado,
hacia el cálido Sur, donde se destila el rocío.
BENVOLIO
Con tantos vientos, nos vamos a quedar helados.
(Aparece la luz de la entrada de la casa de los Capuletos)
¡Vamos! La cena ha terminado, llegaremos tarde.
(Mercutio y Benvolio se colocan las máscaras)
ROMEO
Demasiado temprano para mí, presiento.
Intuyo negros acontecimientos, todavía
ocultos en los astros, que han de comenzar
en la fiesta de esta noche y ganar un rumbo imprevisible…
Y que acabarán dando fin a la vida
despreciable que este pecho encierra.
…Pero, aquel que dirige mi camino
es dueño de mis pasos! ¡Adelante, compañeros!
(Entran en la luz.)
BENVOLIO
¡Venga la música! (Toca unos compases…)
(Apagan el farol y todo el escenario se inunda con la claridad y la música de la fiesta)
ESCENA 4
(Luz del baile)
ROMEO
Buen Benvolio, ¿quién es aquella dama?
BENVOLIO
Pronto empezamos, buen Romeo. Lo ignoro.
Es muy hermosa.
(A Mercutio) Romeo aun es sensible
a la belleza.
MERCUTIO
Sería un monstruo, de no serlo.
¿A cual de ellas?
BENVOLIO
A aquella, la que adorna
la mano de Teobaldo.
MERCUTIO
Precísamente aquella…
Guárdate de Teobaldo, le ha reconocido.
Le he visto hablar airadamente con su tio,
el anciano Capuleto, y sus ojos abrasaban
clavados en la espalda de Romeo.
BENVOLIO
¿Le crees
en peligro?
MERCUTIO
No lo creo. No en su casa, y en su fiesta.
Pero Teobaldo es cruel, y guarda las ofensas
como si fueran un tesoro. Es fatuo, experto y peligroso…
Pero, ¡toca!, Benvolio, olvidemos los negros pensamientos:
ahora es la hora de la danza!…
(Aparte, a un lado del escenario)Extraña noche,
los hechizos planean entre las sombras de este baile.
Pero es Romeo es el objeto de su influjo. Yo tengo una coraza
que veda el ebrio aliento de las palabras dulces.
Romeo habla de amor, parece que lo oyera.
ROMEO
(Acercándose poco a poco a la luz de Julieta, foco blanco en el lado opuesto)
De ella las antorchas aprenden a brillar;
y adorna el oscuro escote de la noche
como un collar precioso sobre una piel oscura.
Demasiado hermosa para el tacto… ¡es imposible
una belleza tan dulce sobre el mundo!
Como una paloma nívea entre los cuervos,
así reluce su figura entre las otras sombras.
Me acercaré a ella tras el baile, para bendecir
mi ruda mano con el sólo contacto de la suya.
¿Amó Romeo antes de ahora? ¡Jamás, lo juro!
nunca había existido la belleza hasta este día.
MERCUTIO
Romeo va en busca de un mar prohibido, como
el rio que sigue su pendiente, así es el amor,
un inconstante anhelo que retuerce pensamientos
y deseos. Quién pudiera dejarse llevar por su corriente.
Míralos, Mercutio: quítate la máscara.
Se miran como envueltos en un velo, qué bienvenida
hay en sus ojos, que anuncian a la vez cielo e infierno.
Romeo, loco, no vayas, esa es la entrega
de la que no se vuelve. Qué hermosa es
la maldita niña, qué bien hecho es todo en ella,
como entreabre los labios empleando su sonrisa,
qué bien lo sabe hacer su joven cuerpo, aunque
ella aun no lo comprenda. Romeo, no le hables… Estúpido
Mercutio, ya es tarde. Mi alma puede soñar tan bien
en las palabras de esta niña,
que mi voz podría repetirlas aun dormido.
ROMEO
Si profano con mi mano indigna este sagrado santuario,
es un dulce pecado el que cometo, más para expiarlo
mis labios podrán, como dos ruborosos pergrinos,
suavizar contacto tan rudo con un beso igual de tierno.
MERCUTIO
(Qué inspirado que está el loco).
Buen peregrino, exagerais la aspereza de vuestra mano,
que sólo humilde devoción me ofrece, pues los santos
tenemos manos que pueden tocar los peregrinos,
y unir palma con palma es como un beso entre cristianos.
ROMEO
¿Y no tienen labios los santos, y tambien los peregrinos?
MERCUTIO
Sí, peregrino, labios devotos para usar en la oración.
ROMEO
Entonces, santa adorada, deja que los labios imiten
a las manos. Ellos te rezan: accede tú, y no se tornaran paganos.
MERCUTIO
(Bien, Romeo, bien, veo que aprendes)
Los santos no se mueven, aunque accedan a los rezos.
ROMEO
Entonces no os movais mientras realizo mi plegaria.
MERCUTIO
(Ay, mi amigo, maldito, la has besado)
ROMEO
Y así, mediante tus labios, has perdonado mi pecado.
MERCUTIO
Pero ahora tu pecado está en mis labios.
ROMEO
¿En tus labios mi pecado? ¡Dulce reproche!,
dejad que lo recobre.
MERCUTIO
Besais divinamente.
(Basta, Romeo, suficiente)
Perdonadme, he oido que mi madre me reclama.
(Desaparece la luz de Julieta. Romeo retrocede)
Ya es hora de salir de este mal sueño, ¡Benvolio!
se acaba nuestro tiempo. Esta fiesta ya se muere,
BENVOLIO
¡Vámonos, Romeo, la fiesta ya se acaba!
ROMEO
Sí, eso me temo y me hallo más inquieto. Una palabra,
Mercutio, ¿sabes tú quién es aquella dama?
MERCUTIO
La esposa feliz de aquel feliz buen hombre.
ROMEO
¿Casada?… Es imposible. Estás mintiendo.
MERCUTIO
Olvídala, Romeo. Para curar la enfermedad
de tu antiguo amor has escogido un mal remedio.
ROMEO
¿Quién es?
MERCUTIO
La hija única de los dueños de esta casa.
ROMEO
¿Capuleto? Entonces mi enemigo es el dueño de mi vida.
BENVOLIO
(Los conduce hasta la luz de entrada del principio)
Salgamos, salgamos, no perdamos más el tiempo.
Abandonemos la luz de este recinto y lleguémonos corriendo,
pues el coro nos espera.
ACTO II
ESCENA 1
(Luz del Coro)
CORO
(M)La antigua pasión de Romeo agoniza ahora,
(B)y un nuevo amor nace para ser el heredero:
(R)aquella dama por la que el amor moría y suspiraba,
comparada ahora con Julieta, ya no es nada.
(B)Ahora ama Romeo, y es correspondido:
el hechizo prendió en ambos al encontrar sus ojos.
(M)Pero él ha de sufrir, pues ella es su enemiga,
y ella, preservar el dulce cebo del amor de terríbles anzuelos.
(M-B)El no podrá acceder a las promesas de amor
que los amantes hacen, y a ella se le niega
la ocasión de encontrar a su amado en parte alguna.
(R)Pero la pasión da la fuerza, y el tiempo da los medios
al encuentro; el dolor y la ventura, en extremo, se atemperan.
ESCENA 2
(Luz de noche. Sonido de grillos)
ROMEO
¿Puedo irme de aquí, si aquí mi corazón se queda?
Antes se detendría la Tierra. Vuelvete y espera.
BENVOLIO
¡Romeo! ¡Eehee! ¡Romeo! ¡Primo mío!
MERCUTIO
El no es tonto. Y espero que habrá ido a acostarse.
BENVOLIO
Yo le vi corriendo, pero despues saltó la tapia.
Llámale, Mercutio.
MERCUTIO
Mejor que llamar, le haré un conjuro.
¡Romeo! ¡Loco caprichoso! ¡Amante apasionado!
Aparece ante nosotros en la forma de un suspiro;
o dejanos al menos satisfechos con una de tus rimas;
susurra ¡pobre de mí!, o cuenta el amor del ruiseñor,
habla, Romeo, con tus palabras hermosas…
No me oye, no se agita, no se mueve: el mono ha muerto.
Deberé ensayar un conjuro más potente.
Por los brillantes ojos de tu nuevo amor,
…por su hermosa frente y sus labios escarlata,
por su delicado pie, su pierna en flor, su muslo trémulo…
y los otros parajes que andan cerca… ¡te conjuro
a que en tu forma humana ante nosotros te aparezcas!
BENVOLIO
Se enfadará si te oye decir eso.
MERCUTIO
Ésto no bastará para irritarlo. Tal vez se enojaría
si hiciese penetrar, dentro de la cueva de su amada,
a un espíritu extraño a su naturaleza, que hinchado
y ufano allí permaneciera, hasta que ella lo abata
con sus mágicas artes. Eso tal vez fuera alguna ofensa.
Pero mi invocación es pura y honesta. Yo sólo le conjuro
en nombre de su amada, para levantarle la herramienta
de su ánimo.
BENVOLIO
Vámonos, se ha ocultado entre los árboles
para encontrar alguna compañía en la húmeda noche.
Su amor es ciego y de la oscuridad saca provecho.
MERCUTIO
Si el amor es ciego, mal puede llegar a su destino.
Estará sentado debajo de una higuera,
deseando que su amada fuera esa fruta
que a solas hace reir a las doncellas.
¡Oh, Romeo, si ella fuera… si ella fuera un dulce
higo abierto, y tú una hermosa berenjena!
Adios, Romeo, buenas noches. Me voy
a mi jergón, pues esta cama del campo
ya no le hace bien a mis riñones. ¿Nos vamos?
BENVOLIO
Vayámonos pues, porque es absurdo buscar
a quien quiere estar perdido.
MERCUTIO
Silencio, Benvolio, baja la voz y escondámonos
tras este rododendro.
(Se agachan tras un imaginario arbusto, a un lado del escenario)
BENVOLIO
No comprendo.
¿Qué sucede?
MERCUTIO
Por ahora nada que ya no tenga remedio,
pero bien pudiera suceder en esta noche
alguna escena en que nuestra presencia fuera útil.
BENVOLIO
¿Quieres espiar, desde bambalinas, un dúo de amor?
MERCUTIO
No sé lo que te diría si no fueras el buen Benvolio.
No quiero espiar las escenas del amor, sino las del odio.
BENVOLIO
No te entiendo.
MERCUTIO
La doncella de Romeo es la joven Capuleto.
La tierna Julieta, por más señas; más hermosa
que la idea misma de hermosura, pues su cuerpo
es carne mórbida, y la idea es tan sólo un pensamiento.
BENVOLIO
Pero Romeo dijo que se llamaba Rosalina, y que era pobre…
MERCUTIO
Lo era… esta mañana. El amor es tan mudable, Benvolio,
más vale que lo sepas. Romeo ha matado su amor
en esta noche y con su cadáver ha dado vida a otro.
BENVOLIO
Ama a Julieta… pero no será tan loco de tentar la suerte,
la casa de su amor está guardada, y él no sería invitado
de su gusto…
MERCUTIO
¡Buen muchacho! Ahora calla, y vigilemos
si se escucha algún rumor de lucha.
ESCENA 3
(Luz de noche. Sonido de grillos)
ROMEO
Buen Mercutio,
se rie de la cicatriz quien nunca tuvo herida.
(Aparece la luz de Julieta, sobre Romeo)
Pero, ¡silencio! Asoma una luz por aquella ventana.
BENVOLIO
Mercutio, alguien se asoma por la ventana de Oriente…
ROMEO
¡Es el Oriente!
BENVOLIO
¿Me habrá oido?
ROMEO
¡Y Julieta el mismo Sol!
MERCUTIO
No puede haberte oido. Los susurros no viajan tan lejanos.
BENVOLIO
Es cierto, pero yo siento como si oyera su diálogo.
MERCUTIO
Te repito que es imposible. Tú lo sueñas.
BENVOLIO
No es un sueño, más me parece que fuera algún recuerdo.
Yo ya he oido esas palabras…
MERCUTIO
Pues no las digas,
porque no quiero escucharlas.
ROMEO
Amanece, sol,
y mata a la luna que te envidia y palidece,
pues tú, su doncella, eres infinitamente más hermosa.
¡Oh, dios, eres tan bella! Y yo te amo…
si ella al menos lo supiera…
Las dos estrellas más bellas de la noche, distraidas,
han pedido a sus ojos que brillen hoy por ellas.
¿Y si fuera verdad, y sus ojos fueran dos estrellas?
El resplandor de sus mejillas las haría palidecer
de envidia; y si sus ojos colgaran del cielo de la noche,
alumbrarían tanto al firmamento
que los pájaros cantarían, creyendo que la noche
había pasado. Ahora apoya en su mano la mejilla,
¡me convertiría en guante de ese mano
sólo para poder tocar su rostro!
BENVOLIO
Ella habla.
ROMEO
¡Habla!
BENVOLIO
Me ha oido.
Él tambien dice que habla.
MERCUTIO
Pues tú no hables.
Escucha y calla.
BENVOLIO
¡Ay de mí!
ROMEO
Habla otra vez,
ángel mío; por tu resplandor, que ilumina la noche,
debes ser algún alado mensajero de los cielos.
BENVOLIO
¡Oh, Romeo, Romeo! ¿Por qué eres tú Romeo?
MERCUTIO
Benvolio…
BENVOLIO
Niega a tu padre y reniega de tu nombre,
o si no quieres, jura al menos que me amas
y yo dejaré para siempre de llamarme Capuleto.
MERCUTIO
No sabes lo que dices. Te has vuelto loco.
BENVOLIO
No sé. Me vienen las palabras. Y al fin y al cabo
alguien tiene que decirlas, son tan hermosas.
MERCUTIO
Tan hermosas como un caballo montando a su yegua,
[que relincha henchido de amor místico,
cuando al final suelta su carga dentro de ella.]
ROMEO
Ahora rie. ¿Debería yo hablar ahora?. No, prosigue.
BENVOLIO
Sólo tu nombre es mi enemigo. Tú eres tú mismo,
aunque no fueras un Montesco. ¿Qué es Montesco?
No es mano, ni pie, ni el brazo, ni la cara,
ni cualquier otra parte que pertenezca a un ser humano.
MERCUTIO
(aparte)
No, pero significa descendencia, y por tanto, será el [¿…rabo…?]
BENVOLIO
¡Si fuera otro tu nombre! ¿En un nombre qué hay?
La rosa, llamada de otra forma, mantendría su perfume:
lo mismo haría Romeo, aunque de otra forma se llamase.
Amor, sé lo que tú eres, pero despójate del nombre,
y a cambio de ese nombre, tómame a mí .
ROMEO
Te tomo la palabra. Llámame sólo «amor»
y será un nuevo bautismo. De ahora en adelante
ya no seré Romeo.
BENVOLIO
¿Quién eres tú,
que escondido por la noche sorprendes mis secretos?
ROMEO
Por un nombreme es imposible describirte
mi persona. Yo odio ya mi nombre, santa adorada,
puesto que tú tambien lo odias. Si sólo fuera
una palabra escrita, destrozaría esa palabra.
BENVOLIO
Apenas te he oido cien palabras, y mis oidos
ya reconocen tu sonido. ¿No eres tú Romeo?
¿No eres un Montesco?
ROMEO
Ninguno de los dos,
si a tí te desagrada.
BENVOLIO
¿Cómo llegáste aqui?, dime,
¿y con que intención? Los muros de la casa
son muy altos, y este lugar es para tí la muerte
si alguno de los míos te encontrara.
ROMEO
Salté los muros con las ligeras alas del amor,
que no conoce límites de piedra; y aquello
que puede hacerse por amor, un enamorado
ha de intentarlo. No temo a todos tus parientes.
BENVOLIO
Si te encuentran aquí te matarán
ROMEO
La noche oscura me envuelve con su manto,
pero si no me amas, déjales que me encuentren:
prefiero morir a manos de su ira que prorrogar la muerte,
viviendo sin tu amor.
BENVOLIO
¿Quién te ha guiado a este lugar?
ROMEO
El amor me dió su consejo, y yo le presté mis ojos.
No soy un buen piloto, pero si estuvieras
en la costa más lejana del más lejano mar,
me aventuraría igual por tan preciosa mercancía.
BENVOLIO
Tú sabes que el velo de la noche cubre mi rostro…
MERCUTIO
Largos son los caminos del amor, o al menos eso dicen,
pero más largos aun son sus discursos. Benvolio,
¿les queda mucho? Tanto amor me provoca sarpullidos.
BENVOLIO
Tú serías un buen cínico, si de verdad lo fueras.
Pero es verdad que hablan como loros.
MERCUTIO
El loro enamorado
es el ave más dañina que conozco, peores
que una plaga de langostas. Pero ahora empezarán
los arrullos de palomos.
BENVOLIO
Paciencia, amigo mío.
Todo esto es como si fuera un sueño. Mañana
ya estará olvidado.
MERCUTIO
Lo que a mí me preocupa es esta noche.
BENVOLIO
…Callate ya, no me distraigas…
…¿Me amas? Ya sé que dirás sí,
y por ser palabra tuya yo te creeré. ¡Oh, gentil Romeo!,
si de verdad me quieres, sé sincero.
O si piensas que soy demasiado fácil… frunciré el ceño,
y te daré la espalda, y te diré que no. Asi tendras que cortejarme…
sólo por eso lo haría, porque en verdad,
bello Montesco, mi amor es demasiado grande.
Sé que debería haber sido más prudente, lo confieso,
pero tú oiste, sin yo saberlo, mis palabras. Perdóname por eso.
Y no atribuyas esta entrega a ligereza del amor
que has descubierto entre las sombras de la noche.
ROMEO
Juro por la sagrada luna que corona de plata
las copas de los árboles…
BENVOLIO
No jures por la luna,
por la luna inconstante que cada mes cambia su ciclo,
no sea que tu amor resulte igual de caprichoso.
ROMEO
¿Entonces por quien juro?
BENVOLIO
No jures por nadie.
O si lo haces, hazlo por tí mismo, que eres el dios
a quien yo adoro, y entonces sí te creeré.
ROMEO
Si el amor sagrado de mi alma…
BENVOLIO
Mejor no jures. Aunque eres mi alegría,
no me alegra este pacto nocturno, es tan repentino,
tan imprevisto y temerario como un relámpago,
que no dura ni el tiempo de nombrarlo. Buenas noches.
Este amor tierno, con el aliento cálido del verano,
será una hermosa flor en nuestro próximo encuentro.
Buenas noches, buenas noches, que sea tan dulce el reposo
en tu corazón, como aquel que hay en mi pecho.
ROMEO
¿Así de insatisfecho me dejas?
BENVOLIO
¿Qué satisfacción
puedes tener esta noche?
ROMEO
Tu fiel juramento de amor,
a cambio del que yo te he dado.
BENVOLIO
Ya te lo dí,
antes de que tú me lo pidieras. Pero me gustaría recobrarlo…
ROMEO
¿Por qué razón, amor?
BENVOLIO
Por generosidad, y así
volver a darlo. Igual que yo sólo ansío volver a recibir
aquello que ya tengo. Soy tan desprendida como el mar,
aunque mi amor es más profundo. Cuanto más te doy,
tanto más tengo, porque ambos son, para tí, eternos.
Oigo ruidos en la casa. Amor, adios.
La llama la nodriza.
MERCUTIO
Ya era hora.
BENVOLIO
¡Ya voy, ama, ya voy! Sé fiel, dulce Montesco.
Y espérame un momento. Vuelvo en seguida.
MERCUTIO
No hace falta, gentil doncella, os lo aseguro.
Lo que para unos es promesa, es para otros amenaza.
ROMEO
¡Gracias, bendita noche! Pero me temo
que todo sea sólo un sueño, demasiado dulce
para ser cierto.
BENVOLIO
Tres palabras más, Romeo, y me despido.
Si tus votos de amor son verdaderos, y tu fin el matrimonio,
envíame mañana algún mensaje, con alguien que yo te enviaré,
de dónde y cuándo se celebrará la ceremonia;
y yo pondré a tus pies cuanto poseo, y te seguiré
como mi dueño por todo el ancho mundo.
MERCUTIO
(Aparte) ¡Julieta!
BENVOLIO
La llama de nuevo.
¡Voy enseguida! Pero si tu amor no fuera honesto
te suplico…
MERCUTIO
(Aparte) ¡Niña!
BENVOLIO
y vuelve a llamarla, ¡qué pesada!
¡que ya voy, te digo!… que ceses en tu intento y me dejes
a sólas con mi llanto. Mañana te lo envío.
ROMEO
¡Mi alma es tan feliz…!
BENVOLIO
¡Mil veces buenas noches!
ROMEO
Mil veces terríbles son las noches, que me alejan
de tu luz.
BENVOLIO
Bueno, ya se ha ido.
MERCUTIO
Vigilemos ahora la salida de Romeo.
No debe saber nunca que hemos presenciado su escarceo
BENVOLIO
No hay cuidado. Pero espera, espera, ¡Chist, Romeo, chist!
¡Ella ha vuelto!
MERCUTIO
¡No! ¡Ma questo non é vero!
BENVOLIO
¡Quién tuviera la voz del halconero!
Para traer de vuelta a este gentil azor.
Esta mordaza es agria, pero no puedo gritar.
Si no mi voz despertaría al Eco,
con ecos más potentes que los suyos
que llamarían al gentil ¡Romeo…!
ROMEO
Es mi alma la que me llama por mi nombre.
Las voces de los amantes suenan tan dulces
por las noches, como la música más suave
para los oidos que la esperan.
BENVOLIO
¡Romeo!
ROMEO
¿Amor?…
MERCUTIO
Volvamos a sentarnos. Cuando el amor habla
la amistad espera.
ROMEO
¡¿Amor?!… ¿¡qué!?
BENVOLIO
¡Shhh! ¿A qué hora mañana he de enviarte el mensajero?
ROMEO
Hacia las nueve.
BENVOLIO
Allí estará. Parece que falten
veinte años. He olvidado para qué te había llamado.
ROMEO
Déjame quedar aqui hasta que lo recuerdes.
BENVOLIO
Y yo lo olvidaré, para tenerte cerca siempre,
pues nada me es más querido que tu compañía.
ROMEO
Aqui me quedaré, y haré que te olvides
de cualquier otro hogar excepto de éste.
BENVOLIO
Ya amanece… Quisiera desear que te marchases,
pero no más lejos que el pájaro preso del amor
de un niño, que lo deja jugar, libre de su mano,
para luego atraerlo nuevamente con el hilo,
porque su amor tiene celos si esta lejos.
ROMEO
Yo quisiera poder ser tu pajarillo.
MERCUTIO
(Aparte) Voy a acabar con este grillo.
BENVOLIO
Tambien yo, amor, aunque te mataría con excesos.
Buenas noches, buenas noches… decirte adios es hoy tan dulce,
que lo estaría diciendo hasta mañana.
ROMEO
Que el sueño repose en tus ojos, y la paz sobre tu pecho.
(Desaparece la luz de Julieta)
Quien fuera la paz y el sueño, para tener sus dulces lechos.
Iré hasta el convento de mis queridos frailes,
para pedir su ayuda y contarles este encuentro.
MERCUTIO
Se acabó. Terminado. Allí va el loco, contento
como el viento. Nuestra guardia ha sido inútil,
por fortuna. ¿Qué piensas tú de todo ésto,
buen Benvolio?
BENVOLIO
Romeo ya antes ha estado enamorado,
y fue corto el enamoramiento…. Pero si desposa
a Julieta, habrá tormenta.
MERCUTIO
Sí, es cierto…
Será lo que será, si no resulta otra cosa.
Estaremos atentos, pero ahora, oigo a mi cama
que me llama con voces igualmente tentadoras.
BENVOLIO
¿Voces amorosas?
MERCUTIO
No quiero oir hablar más de amor,
al menos hasta haber dormido doce horas. Vámonos,
Benvolio. Y de todo ésto, silencio.
BENVOLIO
Adios, Julieta, hasta mañana.
ESCENA 4
(Luz de amanecer. Sonido de campanas)
FRAY JUAN (Mercutio) La mañana de ojos grises se rie de la noche ceñuda
sembrando las nubes del Oriente con rayos luminosos,
y la tiniebla, ebria y manchada, desaparece ante la ruedas
de Titán, que le abre el paso a un día esplendoroso.
- LORENZO (Benvolio) Sí, y ahora, antes que el sol nos abrase con su único ojo,
y se seque el rocío mientras dices poesías,
debemos llenar nuestras dos cestas de dañinas yerbas
y de flores repletas de savias pegajosas.
FRAY JUANTienes razón. Pero la tierra, madre de la Naturaleza,
es a la vez su sepultura; y lo que al final es la fosa
es a un tiempo la matriz de donde nacen las cosas.
Del vientre de la tierra nacen hijos de diversa especie,
que aquí vemos chupando la vida de su seno,
y todos son ricos en muchas virtudes excelentes,
no hay ninguno pobre, y aun así, son todos diferentes.
¡Oh, cuán grandes y poderosos son los dones
de las plantas, las yerbas y los minerales!,
porque nada hay tan vil, de lo que vive en esta tierra,
que no devuelva a la tierra, doblados, sus favores.
- LORENZOPero tampoco hay nada tan noble, que con un uso desviado
no olvide su nobleza y no caiga en el abuso.
La virtud misma, aplicada en mal momento,
en vicio se convierte.
FRAY JUANPero el vicio, otras veces, se ennoblece con acciones.
- LORENZOMirad esta débil flor, que ni siquiera tiene espinas,
pero su cáliz es un mortal veneno…
FRAY JUAN…que tambien es medicina,
pues al olerla, es tan fragante, que alegra el pensamiento.
- LORENZOY al probarla, tan dañina, que detiene el corazón y los sentidos.
FRAY JUANIgual que en las yerbas sucede con los hombres,
poseidos por dos tendencias opuestas, la gracia y el instinto.
- LORENZOPero si la última domina,
pronto la horrible gangrena purulenta de la muerte los devora.
ROMEO
Buenos dias, padres.
FRAY JUAN
¿Qué dulce voz temprana me saluda en la mañana?
¡Benedícite!
- LORENZO ¡Benedicite!
FRAY JUAN ¡Benedícite!
- LORENZO¡Benedicite!
FRAY JUAN ¡Benedícite!
- LORENZO ¡¡Benedicite!!
FRAY JUAN…¡Bienvenido!
- LORENZO Benedicite, hijo mío. En los ojos de los viejos
habita siempre algún cuidado, y donde hay inquietud
no viene el sueño. Pero saludar al lecho tan temprano,
en la juventud es signo de un ánimo intranquilo.
FRAY JUANCierto. Cuando los mozos, sanos y sin preocupaciones,
se tumban en el lecho, sólo existe el sueño hermoso.
- LORENZOPor eso tu madrugar nos dice que alguna agitación
te ha despertado.
FRAY JUAN…o si no es así, y creo que acierto,
es que nuestro Romeo todavía no se ha acostado.
ROMEO
Fray Juan está en lo cierto. Más dulce ha sido mi reposo.
- LORENZO¡Dios te perdone!
FRAY JUAN¡¿Has estado con la Rosalina?!
ROMEO
¿Con Rosalina, reverendo padre? No.
He olvidado ya su nombre y sus desdichas.
- LORENZO¡Este es mi buen Romeo!
FRAY JUAN¿Dónde estuviste entonces?
ROMEO
Antes que me pregunteis más os lo diré.
Estuve haciendo fiestas con mis enemigos,
cuando uno de ellos me hirió súbitamente,
pero al mismo tiempo fué por mi herido.
El remedio para ambos reside en vuestra ayuda.
Ya no siento odio, padres mios, pues como veis,
por mi propio adversario intercedo yo mismo.
- LORENZOHabla claro, hijo mío, y no te andes por las ramas.
La confesión confusa, confusa absolución merece.
ROMEO
Lo diré sencillamente: todo mi amor se lo he entregado
a la hermosa hija del rico Capuleto. E igual que se lo he dado,
me dió ella todo el que tenía. Ya todo está dispuesto,
y sólo falta que os dispongais a unir el matrimonio.
El cuándo, dónde y cómo fue el encuentro, la conversación
y el intercambio de los votos, os lo diré por el camino.
Sólo os ruego que accedais a celebrar hoy la ceremonia.
FRAY JUAN
¡San Francisco bendito! ¡Vaya cambio!
- LORENZO
¿Y qué hay de Rosalina, la que tanto amabas?
¿Ya la has olvidado?. El amor de los jóvenes
no reside en su corazón, sino en sus ojos.
FRAY JUAN
¡Jesús y Maria! Y cuántos lloros y lamentos
adelgazaron tus mejillas por la hermosa Rosalina!
¡Cuanta agua salada vertida inutilmente
para sazonar un amor que ya no sabe a nada!
Todavía el sol no ha limpiado el cielo de suspiros.
Aun resuenan tus quejas en mis viejos oidos.
Mira, ahí en la mejilla, está mojado: la huella
de una lágrima que aun no se ha secado…
- LORENZO
Todos tus lamentos, y todos tus suspiros, y todo,
todo, todo… ¡entregado a Rosalina!
Pero, nada, nada, ahora ha cambiado. Repítete
esta frase: qué podrá una mujer si tan débil es el hombre.
ROMEO
Mucho me reprendisteis por amar a Rosalina.
- LORENZO
No por amar, hijo mío, que aquello era delirio.
ROMEO
Y me rogábais siempre que enterrara aquel amor.
- LORENZO
Pero no en una tumba de donde saliera otro peor.
ROMEO
Os lo ruego, no me reprendais. Ésta que ahora amo
me devuelve mi deseo con el suyo, y su amor
lo intercambia con el mío. La otra no lo hacía.
- LORENZO
Bien sabía que amabas de oidas, y no de corazón.
(Fray Juan habla con Fray Lorenzo; conciliábulo de los frailes)
FRAY JUAN
Pero vamos, mozo incostante, ven con nosotros.
Te ayudaremos por un sólo motivo:
quizás esta unión torne el rencor entre familias
en un buen afecto, puro, armonioso…
ROMEO
Adelante, ya es muy tarde. Es necesario actuar rápidamente.
- LORENZO
Despacio y con inteligencia. Pronto tropiezan
los que van con mucha prisa.
ESCENA 5
(Plena luz del día)
BENVOLIO
¡Mercutio!
MERCUTIO
¡Benvolio!
¿No ha vuelto aun Romeo a casa de su padre?
BENVOLIO
Aun no, hablé con su criado. Se habrá alargado la charla con los frailes, pero Teobaldo, el Capuleto, ha enviado una carta a casa de Romeo.
MERCUTIO
¡Un desafío, por mi vida!
BENVOLIO
Y Romeo tendrá que dar respuesta.
MERCUTIO
Cualquiera que sepa escribir puede dar una respuesta.
BENVOLIO
No, el no responderá con una carta, sino aceptando el desafio.
MERCUTIO
Entonces, ¡pobre Romeo!, está ya casi muerto. Apuñalado por los oscuros ojos de una blanca doncella, traspasado el oido por una canción de amor, con el corazón mismo herido por una de las flechas del pequeño arquero… ¿está acaso en condiciones de enfrentarse a Teobaldo?
BENVOLIO
¿Tanto vale Teobaldo?
MERCUTIO
Más que el Príncipe de los Gatos, te lo aseguro. Es un valeroso maestro de armas. Lucha llevando el compás: mantiene el tiempo, la distancia y el ritmo. Descansa en los silencios de corchea, una, dos fusas, te garrapatea el pecho… ¡y ya estás muerto!. Un cortabotones, un consumado duelista, un caballero de mucho mérito, de mucha escuela… Y qué golpes: el fondo, el passado…¡y el hai!
BENVOLIO
¿El qué?
MERCUTIO
El cielo maldiga a estos payasos ceceantes, petimetres afectados.
Es una gran desgracia tener que soportar a estos moscones,
a estos figurines que van tan a la nueva moda
que ya no resisten sentarse en una silla vieja. Malditos sean.
ROMEO
(Entrando) ¡Buenos días a los dos!
BENVOLIO
¡Aqui llega Romeo, nuestro viejo amigo!
MERCUTIO
Más viejo, menos nuestro y bastante roido. Pareces un arenque desovado, mi Romeo. ¡Ah! ¡La carne, la carne! ¡Te ha transformado en pescado! Ahora empezará como Petrarca, por lo menos. Claro que aquella Laura era una miseráble fregona, al lado de su dama. (Aunque su amante le hiciera versos mejores que los suyos). Y Dido una andrajosa, y Cleopatra una gitana…
BENVOLIO
La Tisbe…
MERCUTIO
…y Hero y Helena mujerzuelas y busconas…
BENVOLIO
La Tisbe…
MERCUTIO
La Tisbe no era fea… pero a su lado: una marrana!
Señor Romeo, bonjour.
ROMEO
Bonjour.
BENVOLIO
¡Au revoir!
MERCUTIO
Te saludamos en francés en premio a tu francés
de la otra noche. ¡Y vaya despedida!
ROMEO
¿Qué dices de una despedida?
MERCUTIO
Que fué una despedida a la francesa, es lo que digo.
¿Y tú? ¿No tienes nada que decirnos?
ROMEO
Perdón, mi buen Mercutio. Pero con un asunto importante
entre las manos bien se pueden posponer las reverencias.
MERCUTIO
Es decir, que lo primero es poner las manos en el asunto,
para despues doblar, cumplidamente, los riñones.
ROMEO
Sí, pero quieres decir doblarlos gentilmente, saludando…
MERCUTIO
Por supuesto. Has captado bien la idea…
¿la has, gentilmente, penetrado?
ROMEO
Penetrante exposición la tuya, y tambien muy delicada.
MERCUTIO
Soy la flor misma de la delicadeza.
ROMEO
Yo más bien diría su capullo.
MERCUTIO
Muy vegetal estás, ¿y tu tubérculo?
ROMEO
Lo siento, jardinero, aun no ha florecido.
MERCUTIO
Vaya patata, entonces.
En ésto de los bulbos femeninos,
siempre fuiste un cebollino.
Yo seré un jardinero, pero te reto
a que tu ingenio florezca como el mío.
ROMEO
Ten cuidado no acabes siendo un floripondio,
y tu ingenio, patatero, resulte flor de un sólo día.
Yo me río de tu reto.
MERCUTIO
Eso me irrita… Ayudame, Benvolio, se revuelve.
¡El puerro se ha convertido en una fiera!
ROMEO
En una fiera, y furiosa. ¡Afila tus uñas o te cantaré victoria!
MERCUTIO
Las uñas y la coña acaban en te araño.
Y tú, joven retoñodel terruño,
no tendrías redaños
para aguantarme ni un rasguño.
ROMEO
Veo que te engurruño. (Risas)
[BENVOLIO
¡Qué pestiño! (Risas)]
MERCUTIO
Ahora lo apaño. A pesar de tus años, mozalbete, tú ves ya demasiado, y tu ingenio se alarga por momentos,
como una cosa sospechosa.
ROMEO
Mejor es alargar ese ingenio que tú dices,
que no alargar el pico, como un ganso.
MERCUTIO
Pues hoy te noto propenso a la gansada.
ROMEO
Suerte tienes que sea ganso y haga estas gansadas,
porque tal vez si fuera pato, te daría de patadas.
MERCUTIO
Tu picardía se ha hinchado como un real pavo,
pero ten cuidado no alardees demasiado de tu cola.
ROMEO
Oir tus palabras huecas es lo que me ha hinchado. Por lo demás, yo seré un pavo de hermosa cola… y no es extraño
que tales atributos te deslumbren, pequeño colibrí…
MERCUTIO
¡Bravo! ¡Bien dicho! ¿No es mejor ésto que lloriquear amores? Ese es mi amigo, ahora eres Romeo. Así es como te hicieron, tu educación y tu naturaleza. Con aquel amor idiota parecías un grandísimo tartaja, buscando todo el día un agujero en donde esconder su chisme.
BENVOLIO
¡Basta, déjalo, no vuelvas a empezar!
MERCUTIO
¿Ahora quieres cortarme el hilo?, cuando llegaba al culmen…
BENVOLIO
Mucho se habría alargado entonces la cosa.
MERCUTIO
¡Ah!, ¡que equivocado! Es precísamente entonces cuando se encoge, porque había llegado ya al fondo profundo de la historia, y no quería menear más el argumento.
ROMEO
Buena pieza estás tú hecho.
MERCUTIO
¡Y otra más que ahora estoy viendo!
BENVOLIO
¡Son dos! Un pieza y un piezón.
ROMEO
Disculpadme unos instantes. He de hablar con
esa digna anciana… au revoir… (Se aparta)
MERCUTIO
¡Escóndeme, Benvolio! Mejor será que no me vea.
BENVOLIO
(Bien: escóndete tras este rododendro…)
Pero, ¿por qué? ¿Quién es esa mujer, que podría ser tu abuela?
Le habrás hecho alguna de las tuyas…
MERCUTIO
Esa vieja rancia y alcahueta se ha transformado en la digna anciana
de Romeo por ser la nodriza de Julieta. Es la correveidile más añeja, enredadora y celestina que nunca vió Verona.
Algo caro le ha de salir a Romeo engrasar este engranaje.
BENVOLIO
¿Y por qué no quieres que te vea?
MERCUTIO
Cosas mías. Estos dos están arreglando alguna cita. Y aquella otra figura que se esconde, a la espera de Romeo,
¿no es el viejo Fray Lorenzo?
BENVOLIO
¿Dónde?
MERCUTIO
Allí, detrás de las columnas.
BENVOLIO
Sí, es Fray Lorenzo.
MERCUTIO
Sería bueno que hablásemos con él. No se cuales son lasintenciones de Romeo. Pero si hay frailes de por medio, no es dificil suponerlas. Vé y traeme a Fray Lorenzo. Date prisa, antes que Romeo acabe de lidiar con la alcahueta.
BENVOLIO
¿Crees que te dirá cuales son los planes? No es un padre muy propenso a los sermones.
MERCUTIO
Intentaré saberlos sin que él se de cuenta que lo intento.
BENVOLIO
Voy. (…)
Reverendo padre, el buen Mercutio, pariente del Príncipe, desearía hablaros un momento bajo aquellos soportales.
ESCENA 6
(Plena luz del día)
- LORENZO
¿Qué soportales, hijo?
BENVOLIO
Aquellos, un poco más a la derecha de ese rododendro…
- LORENZO
Bien, Benvolio, agradezco tu mensaje. Ahora te doy otro: aguarda ahí, y no dejes ir a Romeo sin decirle que he de hablarle. (…)
Benedicite, Señor Mercutio.
MERCUTIO
Benedícite, padre. Necesitaría saber si podeis decir unas misas por el alma de mi primo segundo, el buen Stefano, de Livorno, pues ahora cumple el aniversario de su muerte y me era muy querido.
- LORENZO
Sin dudarlo. ¿Qué día habrían de ser?
MERCUTIO
Veamos… tal vez esta misma tarde, en la capilla del palacio…
- LORENZO
¿Hoy?… Lo lamento, es totalmente imposible. El deber que me reclama no admite esa demora…
ROMEO
Padre, he de hablaros. Perdóname esta intrusión, Mercutio, mi asunto es importante.
MERCUTIO
No lo dudo. No os preocupeis, fray Lorenzo. Dios proveerá de las misas que hagan falta. Romeo, ¿nos veremos luego en casa de tu padre?
ROMEO
Allí estaré, y cenaremos juntos.
(Mercutio se retira)
Padre, la nodriza de Julieta me ha dicho que todo está arreglado. Transmitirá a mi reina mi mensaje , y ella irá a confesar a vuestra celda a la primera hora de la tarde, como estaba previsto. Allí consentirá en ser mi esposa, y yo su esposo.
- LORENZO
¿Y luego?
ROMEO
Esta noche, cuando todos reposen en sus lechos,
la nodriza ayudará a mi criado a disponer una escalera
que supere los altos muros de aquel jardín del paraiso,
para que con el silencio de la noche pueda ascender
hasta donde habita la mayor felicidad que nunca he imaginado.
- LORENZO
Romeo, he oido que otro hombre, un tal Paris,
pariente de nuestro Príncipe, la pretende de igual modo…
ROMEO
De igual modo es imposible. Tambien la nodriza me lo dijo,
pero Julieta no le ama. Padre, vayamos a la Abadía,
la hora se aproxima.
- LORENZO
La impaciencia no aconseja, empuja
a los que aun tienen el corazón ligero. Vayamos,
y que esta hora pase pronto.
(Se desplazan hasta la Abadía)
MERCUTIO
(A solas)
Será esta misma tarde la ceremonia de Romeo…
Una vez la noticia de la consumación del matrimonio se extienda por Verona, tal vez traiga la paz entre sus dos familias, pero hasta entonces estaré inquieto. Buscaré al buen Benvolio, es un día apropiado para pasear por la Abadía. (Sale)
(Luz de Abadía)
- LORENZO
Que los cielos sonrían ahora ante este rito sagrado
para que el futuro no nos culpe con penas y sollozos.
ROMEO
¡Amén! Pero que vengan luego las penas como quieran,
que no podrán igualar al placer que me produce
un sólo minuto en compañía de mi amada.
Me basta con poder llamarla mía.
- LORENZO
Estos placeres violentos acaban tambien violentamente,
y mueren en el momento en que se obtienen. Es mejor amar,
por tanto, de forma moderada, y así lo hace el amor que dura.
Tan mal llega la excesiva prisa como la pausa exagerada.
FRAY JUAN
¡Ahí llega la dama! ¡Oh, un pie tan ligero como el suyo
no desgastará jamás la piedra eterna!
- LORENZO
Vayamos a recibir a la doncella.
ROMEO
Mi única pena en la alegría de esta tarde apresurada,
es no contar con la presencia de Mercutio y Benvolio, mis amigos.
- LORENZO
Sí, es cierto. Pero hay casos en que no se puede tener todo.
FRAY JUAN
Vamos, vamos, vayamos en busca de la dama
y abreviemos. Porque no podreis quedaros a sólas
hasta que la Iglesia os haya unido en uno sólo.
ACTO III
ESCENA 1
(Luz de Coro)
CORO
(ROMEO
)La decisión y el amor ciego, mano a mano,
han trazado un camino que ya ha sido recorrido.
El joven valor que no considera a la prudencia
ha sorteado obstáculos que parecían insalvables.
(MERCUTIO
)Ahora la pasión de los amantes se dispone a ser completa;
ya la Iglesia ha bendecido las elecciones de la sangre.
Romeo sueña, e igual sueña Julieta
en la felicidad sin sombras que ahora está a su alcance.
(BENVOLIO
)Las nubes se alejan, dejando en el cielo un claro día.
Pero las tormentas, en verano,
siempre llegan cuando la mar está más calma.
Escondidas, las nubes negras como cuervos, aletean
en silencio bajo el horizonte. Ya el día está caliente,
y los Capuletos andan por las calles.
(ROMEO
)Teobaldo, primo de Julieta, se ha adelantado
en busca de respuesta. Su impaciencia
no puede aguardar la réplica formal al desafío,
y busca a Romeo por las calles de Verona.
Pero si el imán atrae al hierro, así Teobaldo atrae a Mercutio…
hasta encontrarse.
(BENV)El espíritu burlón y noble de Mercutio
se inflama al ver a su enemigo. Su conciencia
guía su lengua afilada y le provoca, deseando
ver desnudos los aceros y ser él el rival de Teoblado,
y no Romeo, pues la amistad que le profesa,
inconsciente, teme por su vida.
(ROM)Pero el odio es valor más sólido que la ira,
y por odio Teobaldo se domina ante Mercutio,
reservando su veneno para el que ha escogido su rencor.
(MERCT)El destino actua mezclado con las fuerzas de los hombres,
y el azar quiere que Romeo, en alas de su dicha,
irrumpa entonces en el centro de esta escena.
(BENV)Teobaldo ve ahora cumplido su deseo, su enemigo
está por fin en su presencia. Furioso, lo insulta,
el desafío que le lanza no admite más excusas.
(MERCT)Pero Romeo está tan lleno de su amor
que ya no tiene espacio para el odio; se disculpa,
su enemigo es ahora su familia, el amado primo
de Julieta; y aunque su secreto no puede aun ser desvelado,
se niega firmemente a entrar en duelo.
(ROM)Su paciencia exaspera aun más a Teobaldo,
que ve desvanecerse su proyecto de venganza,
pero tambien ciega el juicio de Mercutio, pues su orgullo
no tolera que las buenas palabras respondan al desprecio.
(BENV)Mercutio desenvaina. Insulta al Capuleto.
(MERCT)¡Cazarratas!
(BENV)Tambien desenvaina Teobaldo. Hablan las espadas.
(MERCT)Luchan a muerte. Golpean. Paran.
Teobaldo no pierde su sonrisa. Mercutio está furioso.
(BENV)Romeo media, su inquietud lo ha puesto pálido.
Grita. Pida ayuda al buen Benvolio. Intenta separarlos.
(ROM)Teobaldo ataca, y ataca. Mercutio se defiende.
La ironía ha vuelto hasta sus ojos, burlones con el mundo.
(MERCT)Romeo siente la muerte planeando. Cualquier golpe…
(BENV)Debe detenerlos, la felicidad que hoy sentía,
(MERCT)está amenazada por la nube negra de la ira…
(ROM)Cada vez son los golpes más certeros…
(MERCT)Romeo se abalanza entre los dos,
interponiendo su cuerpo entre los suyos…
(BENV)Y por debajo de su brazo, en el cuerpo de Mercutio
Teobaldo hunde su acero.
(…) (Transición: luz de día, atardecer)
MERCUTIO
Me ha herido.
Que caiga la peste sobre vuestras dos familias. Se acabó.
¡Y él ha huido sin recibir un arañazo!
BENVOLIO
¡Estás herido!
MERCUTIO
Sólo un rasguño. Pero va a ser suficiente.
Id a buscar un médico.
ROMEO
Valor, Mercutio. La herida no puede ser gran cosa.
MERCUTIO
No, no es tan profunda como un pozo, ni tan ancha como un portal de iglesia. Pero no está mal, servirá… Venid a buscarme mañana y me encontrareis en la capilla. Os lo aseguro, para este mundo, ya estoy escabechado. ¡Malditas sean vuestras dos familias! ¡Dios! ¡Un perro, una rata, un gato… pero matar a un hombre así, de un arañazo! Maldito fanfarrón, infame, canalla que peleas siguiendo la aritmética! ¿Por qué demonios te interpusiste entre los dos? Me hirió por debajo de tu brazo…
ROMEO
Creí que obraba bien.
MERCUTIO
No me muevas de aquí, Benvolio.
Me voy a desmayar. ¡Malditas sean vuestras dos familias!
Han hecho de mí carne para los gusanos.
Ya la tengo, y bien cogida, desde luego. ¡Malditas sean!
(Muere)
BENVOLIO
El valeroso Mercutio ha muerto.
Su espíritu atrevido, que se burlaba de todo aquí en la tierra,
ahora se ha ido con las nubes.
ROMEO
Sobre los dias del futuro se cierne el oscuro destino de este día.
Sólo acaba de iniciarse lo que otros habrán de terminar.
¡Maldito seas, Teobaldo!
CORO
(En la luz de Coro)
(BENV)En su huida, el asesino
vuelve al escenario de la muerte, y encuentra
a un Romeo muy distinto. Su corazón hierve
de furia, y su locura solo piensa en matar
a Teobaldo. La imagen del cuerpo muerto
de Mercutio le ha hecho olvidar toda prudencia,
y Julieta, ante la sangre de su amigo, ya no es nada.
Cruzan las espadas en silencio, una lucha rápida,
que acaba cuando con un golpe,
Romeo da muerte a Teobaldo.
(Luz de día)
BENVOLIO
¡Huye, Romeo, huye!
Las gentes vendrán pronto, y hallarán muerto a Teobaldo.
¡Despierta! El Príncipe te condenará a muerte,
si te apresan. ¡Huye, huye!
ROMEO
El destino me utiliza de juguete.
BENVOLIO
¿Qué haces?
¡Huye, vete!
CORO
(Luz de Coro)
(BENV)Ahora ya todo está roto, desmemebrado.
Romeo mató a Teoblado, que a su vez mató a Mercutio.
¿Quién devolverá a sus cuerpos la sangre derramada?
Nuestro coro está incompleto…
Tambien el Príncipe ha sufrido una pérdida querida,
y dicta una sentencia que no cederá ante súplicas ni ruegos.
Por su ofensa decreta el inmediato exilio de Romeo.
Un castigo ejemplar para imponer justicia,
pues sería delito perdonar a los que matan.
Romeo ha ido a refugiarse a la Abadía, con los frailes.
Alguien se habrá de ocupar, en algún lado,
de los funerales de Mercutio…
ESCENA 2
(Luz de Abadía)
[FRAY JUAN
Romeo…
ROMEO
¡Padre…!
FRAY JUAN
Vamos, levanta ¿tan asustado estás?
ROMEO
¿Qué noticias tiene?
FRAY JUAN
La desgracia se ha enamorado de tu persona,
y te has ido a casar con la desdicha…
ROMEO
¿Qué nuevo dolor quiere estrechar mi mano?
FRAY JUAN
Mi pobre hijo, ya estás acostumbrado a tan amarga compañía.
ROMEO
¿Qué ha decidido el Príncipe?
FRAY JUAN
Te traigo noticias de la sentencia del Príncipe…
ROMEO
Que no puede ser menor que la de muerte.
FRAY JUAN
Algo más benévolo ha sido su juicio.
No decretó la muerte de tu cuerpo, sino sólo tu destierro.
ROMEO
¿Destierro? Ten compasión, dí mejor que muero,
porque el exilio es mucho más terrible que la muerte.
¡Desterrado!
FRAY JUAN
¡Sí! Pero sólo de Verona. Ten paciencia,
porque el mundo es grande y espacioso.
ROMEO
¡No hay mundo más allá de las paredes de Verona,
sólo el purgatorio, la tortura y el infierno mismo!
Si me destierran de aqui me destierran de este mundo,
y el destierro del mundo no es sino la muerte, llamada
de otra forma. ¡Sólo que decir destierro en vez de muerte
es como cortarme el cuello con un hacha dorada,
y sonreir mientras el verdugo me asesina!]
FRAY JUAN
¡Oh pecado mortal! ¡Terríble ingratitud!
Deberías morir, según las leyes. Pero el buen Príncipe,
comprensivo, deja la ley a un lado
y cambia la palabra muerte por exilio.
Es una gran bondad, aunque así no quieras verlo.
ROMEO
Es tortura y no bondad. El cielo se halla aquí,
donde Julieta vive. Y cualquier cosa, un gato,
o un perro, hasta el ratón más despreciable,
pueden vivir aquí en el cielo, y pueden verla.
Pero no Romeo. Hay más dignidad y más fortuna
en una mosca carroñera que en Romeo. Ellas pueden
posarse sobre la maravillosa blancura de la mano de Julieta,
y robar la inmortal dicha de sus labios, que aun puros
y vírgenes, enrojecen pensando que besarse es un pecado.
Ellas son libres y yo estoy desterrado.
[Padre ¿cómo tiene corazón
para herirme con esa palabra?
FRAY JUAN
Te daré el antídoto contra ella:
la filosofía, un apoyo más sólido que el hierro
que te puede consolar… aun en el destierro.
ROMEO
¡Más destierro! Maldigo a la filosofía.
A no ser que la filosofía pueda crear a una Julieta,
mover una ciudad, rectificar a un Príncipe,
no me sirve para nada, no vale de nada…
No me diga nada.
FRAY JUAN
Ya veo que los locos no tienen oidos.
ROMEO
Desde luego, ya que los sabios tampoco tienen ojos.]
FRAY JUAN
Déjame explicarte cómo veo yo tu situación…
ROMEO
No se puede hablar de lo que no se siente.
Si fuera joven como yo, y amase a Julieta,
si se hubiera casado hace una hora, y asesinado a Teobaldo,
si delirase de amor y estuviera desterrado,
entonces podría hablar, y se mesaría los cabellos
y se arrojaría sobre el suelo, como yo hago ahora,
que voy tomando la medida de mi futura fosa.
(Llaman)
FRAY JUAN
Levanta. Alguien llama. Escóndete, Romeo.
ROMEO
No, a no ser que el aliento de mis palabras dolorosas
se haga niebla, y me oculte de los ojos que me buscan.
(Llaman)
FRAY JUAN
[¡Qué manera de llamar!… ¿Quién es?… Levantate, Romeo.
Te van a capturar… ¡Un momento!… ¡Levanta!
Escóndete en mi estudio… ¿Qué locura es ésta?…
¡Ya voy! ¡Ya voy¡ (Llaman)]
¿Quién llama de este modo? ¿De donde viene? ¿Qué quiere?
- LORENZO
Déjame entrar ya. Te lo diré cuando este dentro.
Vengo con noticias de Julieta.
FRAY JUAN
Entonces bienvenido.
- LORENZO
Bienhallado, Fray Juan, ¿dónde está Romeo?
FRAY JUAN
Ahí en el suelo, embriagado con sus lágrimas.
- LORENZO
Igual, entonces, que su esposa.
FRAY JUAN
Lastimosa semejanza.
- LORENZO
Llorando y gimiendo, gimiendo y llorando,
tanto ella como él. ¡Levántate! Y sé un hombre.
Vamos. Hazlo por Julieta, levántate y ponte firme.
(Se levanta)
ROMEO
Padre…
- LORENZO
¡Vamos, vamos! Sólo la muerte es fin de todo.
ROMEO
Hablaba de Julieta, ¿cómo está?
¿no piensa que soy un asesino despreciable,
[ahora que he manchado el comienzo de nuestra alegría
con una sangre casi suya? ¿Dónde está? ¿Cómo está?]
¿Qué dice mi secreta esposa de nuestro amor truncado?
- LORENZO
No dice nada, según me dijo su nodriza, sólo llora
y llora, se arroja sobre el lecho, y luego se levanta.
Tan pronto llama a Teobaldo, como solloza por Romeo,
y luego se derrumba nuevamente.
ROMEO
Igual que su primo
se derrumbó asesinado por mis manos… Padre,
decidme en qué lugar maldito de mi cuerpo
habita mi nombre, para que destruya su morada repugnante!
- LORENZO
Deten esa mano desesperada. ¿Eres un hombre?
Tus formas son de hombre, pero lloras como mujer;
y tus actos indican la furia irrazonable de una bestia.
¡Mujer oculta bajo la apariencia de un hombre,
o monstruoso animal que aúna los dos sexos!
Me dejas asombrado, por Dios santo,
crei que tu ánimo estaba más templado.
Ya has matado a Teobaldo, ¿te vas a matar tú ahora?
Y a matar de paso a la mujer que te entregó su vida,
sólo por dejarte arrastrar por ese odio hacia tí mismo?
¡Qué vergüenza! Ofendes tu cuerpo, tu amor, tu inteligencia,
y eres como un avaro, que posee todo con exceso,
pero no sabe usar correctamente lo que daría brillo
a su persona. ¡Vamos, despierta de una vez, y sé un hombre!
FRAY JUAN
Tu Julieta, por cuyo amor querías morir hace muy poco,
aun está viva: eres afortunado. Teobaldo quiso matarte,
pero tú fuiste más rápido: eres afortunado.
La Ley, que debería ejecutarte, te sonrie
y tan sólo te destierra: eres afortunado!
Llevas a la espalda un hato de fortuna…
- LORENZO
Pero como una doncella molesta y caprichosa
no haces más que pucheros ante tu amor y esa fortuna.
Pues ten cuidado, porque los que son como tú
suelen acabar con una muerte miserable.
FRAY JUAN
Vamos, vamos, ve al encuentro de tu amada,
como estaba convenido.
Sube hasta su aposento, y dale el consuelo necesario.
- LORENZO
Pero cuidate de no quedarte hasta el cambio de la guardia,
porque entonces nunca podrías escapar a Mantua,
donde deberás vivir hasta que podamos anunciar públicamente el casamiento, reconciliar vuestras familias,
obtener el perdón del Príncipe, y hacerte volver,
con una satisfacción diez mil veces superior al llanto
que ahora lloras… Nosotros iremos con él, Fray Juan,
hoy estaran velando a Teobaldo, aprovecharemos
para vigilar que no suceda otro acontecimiento luctuoso.
Y aconsejaremos a todos que se retiren temprano,
cosa que harán, pues la pena cansa mucho al corazón.
FRAY JUAN
Bien dicho. Ay, Dios mío, ¿cuándo acabarán estos temores?
Vamos, hijo.
(…) (Se trasladan a la entrada de la casa de Capuleto)
- LORENZO
Romeo, me olvidaba. Julieta me dio ésto
para tí, tómalo, es un anillo. Y démonos prisa, se hace tarde.
ROMEO
¡Cómo vuelven a renacer mis esperanzas!
- LORENZO
Recuerda, Romeo, porque en ello va todo el asunto:
parte antes de la llegada de la guardia, o sal bajo un disfraz
antes del alba. Viaja hasta Mantua,
y yo te haré llegar allí, ya veré cómo, las noticias
de todo lo que aquí vaya sucediendo.
Dame la mano. Ya es tarde. Adios. Y buenas noches.
ROMEO
Si no fuera por la dicha infinita que ahora me reclama,
sería un gran dolor separarme tan temprano de vosotros.
Adios.
(Sale Romeo)
ESCENA 3
(Luz general de noche)
- LORENZO
Espérame tú aquí, hermano Juan, protegido por las sombras de estos árboles, que aun son más oscuras en medio de la noche. Este es el jardín de la casa de Julieta, y aquellos sus balcones. Mantén los ojos abiertos, no te duermas, no tardaré mucho. Voy a hablar con Capuleto, me pidió que lo hiciera antes del final del día. Supongo que será por el funeral de Teobaldo. Tú vigila.
FRAY JUAN
Seré una lechuza. Mis ojos velarán el amor de estos pichones
mejor que las alas de la clueca dan calor a los pollitos.
Ni un gato de la noche…
- LORENZO
¡Fray Juan! Ahora vuelvo.
FRAY JUAN
Ve tranquilo. (Sale F. Lorenzo)
Aunque quisiera, me temo que el sueño
hoy no desea visitarme. La noche es blanca, una luna
redonda y tan grande como el cielo ilumina los caminos.
No es tiempo para el sueño. [Romeo ha subido por una escala
hasta la luna, y sobre ella su cuerpo, más oscuro, dibuja
sombras y relieves. La fragancia de esta noche de verano
habla de paz, y no de odio.] Nada malo podría suceder
en un silencio como éste. Vienen los pensamientos
frescos… y la brisa callada se me ocurre, …dulces sueños,
…aquel balcón… espera…
(Se duerme)
-SUEÑO-
(Luz de noche, cerrada)
- LORENZO
(Entra y lo ve dormido)
Es como un niño. Pero quien con niños
se acuesta… ¡Fray Juan! Te dije que vigilaras.
FRAY JUAN
(Habla sin abrir los ojos, dormido. F. Lorenzo, sorprendido, poco a poco entrará en el juego)
¡Shhh!
- LORENZO
¿Cómo?
ROMEO
(Desde el foco de Julieta) Adios, amor, es ya muy tarde.
Las horas felices pasan muy deprisa.
FRAY JUAN
¿Has de marcharte ya?
Aun falta para el alba. Lo que inquietó tu oido
era el ruiseñor, y no la alondra.. Todas las noches
canta desde aquel granado. Créeme, amor mío,
mi Romeo, era el ruiseñor.
ROMEO
Era la alondra,
que anuncia el nuevo día, no el ruiseñor.
Mira, amor, la luz de la madrugada, envidiosa,
ya ribetea las nubes desgreñadas del Oriente.
Se han apagado los faroles de la noche,
y un día feliz viene andando de puntillas
por las brumosas cumbres de las sierras.
Debo irme y seguir vivo, o quedarme aquí y hallar la muerte.
FRAY JUAN
Aquella luz aun no es el alba, estoy segura.
Es la luz de algún cometa venido desde el sol
para servir de antorcha en tu camino a Mantua.
Asi que puedes quedarte. No te vayas todavía.
ROMEO
Que me prendan, entonces, no me importa
que me maten, soy feliz si cumplo tu deseo.
Diré que esa claridad no es la mirada del alba,
sino un pálido reflejo de la diadema de la Luna.
Y tampoco es el canto de la alondra
el que rasga la cúpula del cielo sobre nuestras cabezas.
Debería irme, pero mil veces prefiero quedarme.
Así pues, ven muerte, bienvenida. Es el deseo de Julieta.
¿Estás contenta, amor?, hablemos, aun no amanece.
- LORENZO
(Emocionado con este hermoso diálogo)
¡Sí, sí, está amaneciendo!. ¡Vete, corre, date prisa!
Es la alondra esa que tanto desafina.
FRAY JUAN
(abre los ojos)
¿Tambien tú oyes su voz?
- LORENZO
(A Fray Juan) ¡Y qué remedio!
Algunos dicen que sus trinos son hermosos,
éstos, desde luego, no lo son, pues nos separan.
Tambien dicen que cambia sus ojos con los sapos…
ojalá hubiese cambiado su voz del mismo modo,
para que no anunciase con su canto el alba y tu partida.
¡Pero vete ahora! Está amaneciendo muy deprisa.
ROMEO
Pues más deprisa llegará nuestra tristeza.
FRAY JUAN
Abre la ventana, para que la luz entre y mi vida salga.
ROMEO
Adios, adios… Un beso todavía.
- LORENZO
¿Te vas, mi amor, mi dueño, mi esposo, mi amigo?
Quiero saber de tí en todos los días de la hora,
porque desde ahora en cada minuto hay muchos días…
contando el tiempo así, ya seré muy vieja
cuando vuelva a ver a mi Romeo.
ROMEO
Adios, amor. No perderé ocasión para enviarte
mis mensajes.
FRAY JUAN
¿Crees que volveremos a vernos algún día?
ROMEO
No tengo ninguna duda; y estas penas
en el futuro serán dulces recuerdos.
[F. LORENZO
¡Dios! Mi alma se ha llenado de negros presagios!
Ahora que estás ahí abajo, me parece…
que fueras un cadáver… en el fondo de una tumba…
O mi vista me engaña, o estás muy pálido.
ROMEO
Pues créeme, a mis ojos tú tambien lo estás.
Es la pena, que bebe sedienta nuestra sangre.] Adios, adios!
FRAY JUAN
(cierra los ojos)
Adios…
- LORENZO
Adios…
-FIN DEL SUEÑO-
ESCENA 4
(Luz general de noche)
- LORENZO
¡…Fray Juan…! ¡Despierta! Te dije que abrieras bien los ojos.
FRAY JUAN
¿Me he dormido? He soñado un bello sueño
- LORENZO
¡Sueños,
sueños! No está el horno para sueños. Traigo terríbles noticias.
Capuleto no me llamaba para enterrar a Teobaldo,
sino para acordar el matrimonio de Julieta.
FRAY JUAN
Ya está casada, y tal vez ahora…
- LORENZO
Ya lo sé. Por Dios,
despierta. Nada pude decirle, pues me mataría
si me oyera sólo pronunciar el nombre de Romeo.
Es con el noble Paris, que le toca en algo al Príncipe,
con quien quiere desposarla. Su decisión es firme
y ya ha cerrado el compromiso: la boda será el Jueves.
[FRAY JUAN
¿Y hoy es qué día?
- LORENZO
Martes, Fray Juan. Sólo dos días.
FRAY JUAN
¡Pero eso es terríble! La noche, de inocente aspecto,
encerraba más maldades.
- LORENZO
He visto a la guardia
prepararse. Mejor será que nos vayamos. Ahora
en nada podemos ayudar al buen Romeo,
y hay que meditar con calma una salida.
FRAY JUAN
Debemos convencer al padre de la niña
para retrasar su matrimonio. El cuerpo
de su primo aun está caliente; Julieta
es aun muy joven… no nos faltaran motivos.
- LORENZO
No, es imposible.] (y) Estoy seguro que el testarudo
Capuleto no entrará en razones. [Estaba decidido
a hacer cumplir su compromiso. Mientras dormías
le he visto cerrar el trato con el conde Paris,
y he oído luego cómo discutía con su hija.
La obligará, sin duda alguna.] No hay hombre
más terco, más cruel ni más soberbio
en toda la ciudad de Verona. Pobre niña.
FRAY JUAN
¡Pobre Romeo! Él tambien es como un niño, ¡hijos míos!
Pero su amor ha nacido ya profundo, y sus raices
tocan tambien mi corazón.
- LORENZO
Vamos, hermano Juan.
Comienza a formarse en mi cabeza una idea salvadora….
pero de terríble ejecución. Salgamos, nuestra presencia aquí
es peligrosa. Os contaré cuando estemos a salvo,
en la Abadía.
FRAY JUAN
¡Vamos, vamos! …¡hijos míos!
(…)(Luz de la Abadía)
FRAY JUAN
Estos muros protegen fielmente los secretos.
Habla, Lorenzo, ¿cuál es esa idea?
- LORENZO
[Es aun demasiado pronto para desvelar el secreto
de Julieta. Pero] antes de reunirme contigo
pude hablar con ella unos instantes.
Su voz es aun de niña, pero sus palabras
estaban firmemente maduradas. Jamás
consentirá en esta nueva boda. [Y aseguró
que si mi experiencia no encontraba
otra feliz salida, no vacilará en usar la daga
y darse muerte. Sólo anhela vivir sin mancha
junto a su dulce amor. Antes del mediodía
debo hacerle saber cuáles son los planes.]
FRAY JUAN
¡Pobre Julieta! ¡Es aun tan joven para tanta desgracia!
¡Esta paloma…!
- LORENZO
No hay tiempo para eso.
Ya ha despuntado el alba. Hay que llevarle
de inmediato la poción que hay en este frasco,
con las siguientes instrucciones. Que muestre buena
cara y finja aceptar el casamiento. Mañana por la noche,
Miércoles, deberá quedarse sóla en su aposento;
despedir a nodrizas y sirvientes, y beber el bebedizo.
Al poco notará que un humor frío y soporífero le corre
por las venas, su pulso cesará, perderá la conciencia
y sus miembros quedarán rígidos y fríos,
con la apariencia completa de un cadáver.
En este estado permanecerá cuarenta y seis horas,
hasta que se recobre como de un dulce sueño.
Cuando en la mañana de la boda vayan a despertarla,
estará muerta. Entonces, según nuestra costumbre
la sepultarán en un féretro abierto, dentro del panteón
de su família. [Nosotros, mientras tanto,
habremos avisado de todo al buen] Romeo,
[que] vendrá y vigilará conmigo hasta que Julieta
se despierte. Esa misma noche Romeo partirá con ella
a Mantua. [De este modo conseguirá escapar a la verguenza,
y reunirse con su esposo verdadero.]
FRAY JUAN
¡Dios mío! [¡Le espera una terríble prueba!
Fray] Lorenzo, hasta yo tiemblo con sólo imaginarlo.
[¿Será capaz?] No, no, no. Es muy arriesgado.
- LORENZO
No hay otro camino.
FRAY JUAN
¿Y si el veneno es excesivo
y no despierta? ¿O si despierta antes de la hora
y se halla sóla, entre cráneos y cadáveres? ¡Pobre
hija mía! ¿O si falta el aire en la tumba pestilente,
y aquel vapor insano y nauseabundo acaba con su vida?
¿O si al despertar y verse sóla entre el horror,
junto al cadáver aun sangrante de su primo,
en medio de la noche, en un sepulcro,
su tierna mente cree ver alzarse a los espíritus…
- LORENZO
¡Fray Juan, por favor…!
FRAY JUAN
…y oir los alaridos que gritan las mandrágoras…
- LORENZO
!Fray Juan!
FRAY JUAN
¿…acaso no se volverá loca y comenzará a jugar
de forma repugnante con los restos de los muertos…?
¿y no arrancará tal vez algún gran hueso del osario
y se golpeará con él en la cabeza…
- LORENZO
¡Basta ya!
FRAY JUAN
…hasta matarse?
- LORENZO
¡Basta, Fray Juan, ya está bien!
Tienes una imaginación demasiado viva.
Sólo espero que la suya no la iguale.
Borra de tu mente esos morbosos pensamientos.
[Nosotros tomaremos las medidas necesarias
para que todo ocurra felizmente.]
Sal de inmediato hacia Mantua para llevar a Romeo
noticias de todos estos planes; que yo veré a Julieta
para informarle de igual forma, y darle el frasco.
Nadie debe saber nada de este asunto.
FRAY JUAN
Una inquietud profunda me acompañará
todo el camino. Tengo miedo.
- LORENZO
Valor entonces, hermano. En cuanto hables
con Romeo, vuelve acá. No perdamos más el tiempo.
Adios, Fray Juan.
FRAY JUAN
Hasta pronto, Fray Lorenzo.
ACTO IV
ESCENA 1
(Luz de Coro) (Mercutio está presente pero no habla)
CORO
(R)Apenas dos veces ha salido el sol desde la boda
y ya la fortuna ha volteado su rueda por completo.
La alegría, que un día parece rebosar todos los cuencos,
al siguiente es un río de penas que desborda nuestras copas.
Mercutio ha muerto y junto a él ha partido Teobaldo, el Capuleto;
(B)desterró el Príncipe a Romeo en el día mismo de sus nupcias;
y la arrogancia de un padre cruel, insensible y viejo
ha empujado a Julieta a intentar una solución desesperada.
(R)Ayer era el día en que debía casar con Paris,
ayer fue el día en que todos la creyeron muerta:
y hoy descansa inmóvil en el panteón de su familia.
(B)La ciudad está sobrecogida. La mujer de Montesco,
la madre de Romeo, agoniza hoy en su lecho,
pues el dolor por el destierro de su hijo fue excesivo.
(R)El buen Benvolio ha emprendido esta mañana
el largo camino a Mantua, llevando la pena
como único equipaje.
(B)Debe darle a Romeo la noticia
de la muerte de Julieta, consolarle y a la vez
hallar consuelo él mismo, compartiendo la desdicha.
La buena intención, a veces, obtiene amargos resultados.
ESCENA 2
(Luz de día)
ROMEO
Si puedo confiar en los halagos de los sueños,
los míos presagian hoy buenas noticias.
La que es dueña de mi pecho ocupa feliz su trono,
y durante toda la noche mi ánimo -y es curioso-
andaba por las nubes lleno de alegres pensamientos.
He soñado que mi dama llegaba y me encontraba en una tumba
-¡extraños sueños que dejan soñar a un muerto!-
pero tanta vida insuflaba en mis labios con sus besos,
que yo resucitaba y llegaba a ser el rey del mundo.
¡Dios! ¡Qué dulce es el amor cuando es nuestro,
pues hasta su sombras estan llenas de alegría!
(entra Benvolio)
¡Noticias de Verona! ¿Qué hay? Buen Benvolio,
buen mensajero han escogido, sin duda alguna,
¿te envían los frailes? ¿traes sus cartas?
¿Como está mi señora? ¿Y mi padre?
¿Pero, cómo está Julieta? Te lo pregunto
de nuevo, porque si ella está bien,
nada más puede andar mal.
BENVOLIO
Entonces ella está bien, y nada anda mal…
Su cuerpo reposa en el panteón de Capuleto,
y su alma inmortal vive entre los ángeles.
Yo mismo la vi enterrar en la cripta familiar,
y luego me puse en camino para decírtelo.
Siento darte esta noticia absurda, pero crei
que era mejor que lo supieras cuanto antes.
ROMEO
No es cierto. Destino, yo te desafío.
Necesito papel y tinta. Sólo te pido una cosa:
vé y alquila por mí unos caballos de posta.
Partiré esta noche.
BENVOLIO
Romeo, te lo ruego, cálmate. Eres capaz
de hacer una locura.
ROMEO
Te equivocas. Por favor,
haz sólo lo que te pido, y déjame ahora,
… ¿no tienes carta de los frailes?
BENVOLIO
No.
ROMEO
No importa. Vete…. y alquila esos
caballos… me reuniré contigo enseguida…
(sale Benvolio)
Bien, Julieta. Esta noche me reuniré tambien contigo.
Qué rápido acuden las ideas más negras
a las cabezas desesperadas. Junto a mi posada
vive un mísero boticario. Recuerdo
que cuando lo vi tan pobre me dije a mí mismo:
«si algún hombre necesitara comprar un veneno
cuya venta se castiga en Mantua con la muerte,
este infeliz villano se lo vendería sin problemas».
Fue una idea que se anticipó aun a mis deseos.
Vamos por él. Y luego de vuelta a Verona.
Allí lo beberé, en la misma tumba de Julieta.
ESCENA 3
(Luz de la Abadía)
FRAY JUAN
¡Fray Lorenzo!¡Dios mío! ¡Fray Lorenzo! ¿Dónde estás?
- LORENZO
Esta parece la voz de Juan. Bienvenido.
¿Cómo está Romeo? Si por casualidad
ha escrito alguna carta, déjamela ver.
FRAY JUAN
Lorenzo, antes de salir, y para no hacer yo sólo ese viaje,
fui a buscar a otro hermano que estaba
en la ciudad visitando a unos enfermos. Pero
cuando lo encontré, la guardia de Verona
selló las puertas de la casa, porque sospechaban
que la enfermedad era la peste. No hubo forma
de que nos dejaran salir. ¡Y no pude ir a Mantua!
- LORENZO
Pero entonces, ¿quién llevó el mensaje a Romeo?
FRAY JUAN
Nadie, ni tampoco encontré el medio de mandarte a tí
ningún recado. Tanto miedo le tenían al contagio.
- LORENZO
¡Suerte negra! Por todos los santos,
este contratiempo puede tener consecuencias
desastrosas.
FRAY JUAN
Lo sé, lo sé. Debemos hacer algo.
- LORENZO
Dentro de tres horas se despertará Julieta.
Debemos ir nosotros mismos a la tumba.
Nos maldecirá por no haber conseguido
avisar a Romeo de todos estos planes.
Pero la traeremos aquí, a nuestra celda,
y aquí le esperará. Mandaremos a Romeo
un nuevo mensaje y llegará mañana mismo.
FRAY JUAN
Sí, vamos. ¡Pobre cadáver viviente, encerrado
en una tumba con los muertos!
ESCENA 4
(Luz de noche)
ROMEO
Hemos llegado, buen Benvolio. Hasta aquí
tu compañía fue preciosa para mí, pero ahora
debo rogarte que te vayas. Lo que he de hacer
es mejor hacerlo a sólas. No temas. Estoy
sereno. Debo descender a la tumba de Julieta
no sólo para ver su rostro por última vez,
sino para recuperar tambien un anillo de su mano
muerta, pues quiero conservarlo conmigo para
siempre. Márchate y no me esperes. Partiré
luego de inmediato para Mantua. Te lo ruego,
ya basta de riesgos y de muertes. Toma esta
carta y mañana hazla llegar hasta mi padre.
BENVOLIO
Romeo, júrame por tu amor que no me engañas,
y por la memoria de tu padre. Sólo hay una fuerza
capaz de igualar a tu dolor, y es el tiempo. Ese es
tu enemigo, no la vida. No seas cobarde rehuyendo
ese combate.
ROMEO
Gracias, Benvolio. Son sabias tus palabras.
La batalla del tiempo nunca se ha ganado.
Pero te juro por mi amor, mi padre y por mi vida:
no te engaño. No pienso cometer una locura.
Ahora vete, amigo. Cuidate y busca lo bueno.
No se cuando volveremos a encontrarnos. Adios.
BENVOLIO
Adios.
(Aparte)
No te creo. Y temo tus palabras.
No me esconderé muy lejos.
ROMEO
(Ya sólo) (Abriendo la tumba de Julieta)
Abramos la tumba de esta dama…
(Luz contrapicada, desde el suelo)
¿Tumba? No, no, es una vela en medio de la noche.
En ella está Julieta, y su hermosura convierte
esta fosa en un recinto hermosamente iluminado.
Aquí yace la muerte, y otro muerto viene a hacerle
una visita. Dicen los que saben, que es frecuente
ver una sonrisa que ilumina a los que estan a punto
de morir. ¿Una sonrisa? !¡…Oh, mi amor! ¡mi esposa!
La muerte, que ha sorbido la miel de tus suspiros,
no pudo disminuir en nada tu belleza. Aun son hermosos
tus labios rojos y tus mejillas encendidas. La pálida bandera
de la muerte aun no te ha coronado. Teobaldo,
¿tambien yaces aquí envuelto en tu sudario?
¿Qué mejor favor puedo hacerte que matar,
con la misma mano, a quien mató tu juventud
antes de tiempo? Perdóname tú a mí, primo.
Dios, mi amor, ¿por qué eres tan bella todavía?
¿Se ha enamorado de tí la muerte descarnada,
ese monstruo aborrecible, y te ha encerrado
en la oscuridad, para que seas su amante para siempre?
Mucho me lo temo, y por eso me quedaré contigo
y nunca más abandonaré este palacio tenebroso.
Me quedaré aquí, junto a los gusanos que son ahora
tus doncellas. Y aquí descansaré por muchos siglos,
y libraré del influjo maligno de las estrellas a mi carne,
que está cansada ya del mundo. Una última mirada.
El último abrazo de mi cuerpo. Y vosotros, labios,
puertas de la vida, con un último beso sellad
este pacto final con la muerte que me aguarda.
¡Vamos! Amargado timonel, ven, capitan desesperado,
¡y lanza de una vez contra las rocas a tu pobre barco!
¡Por mi amor! (Bebe) Era cierto,
no mentías. Tus drogas son muy rápidas.
Así muero, con un beso.
(Cae tapando la luz que sale de la tumba)
ESCENA 5
(Luz de noche y Coro)
CORO
(BENVOLIO
)Un momento despues despertó Julieta. Su amor
yacía sobre su regazo, pero estaba muerto.
A la pálida luz de aquella vela vio sus ojos abiertos,
su cuerpo inanimado, la ausencia de su pulso.
Vio la copa del veneno, vacía entre las manos
de Romeo, y comprendió que aquel muchacho
que había conocido hacía apenas cinco días,
aquel amante, su amor, su locura, su dueño,
su esperanza, acababa de morir al saberla muerta.
No se crispó su rostro, no hubo lágrimas,
sólo habló algunas palabras dulces…
(ROMEO
)¿…todo lo bebiste, y no dejaste algo de veneno
para mi, cruel Romeo? He de besar tus labios.
Tal vez guarden algún resto que me ayude.
(BENVOLIO
)Permaneció unos instantes sintiendo aun
el calor de los labios de su amante.
Despues, al oir el ruido de los frailes que acudían,
y del pobre Benvolio, que preocupado se acercaba
hasta la tumba, tomó la daga de Romeo y de un golpe
cayó muerta.
…llegó luego la guardia, alertada
por las luces, llegó gente, vino el Príncipe,
vinieron los Montescos, y tambien los Capuletos,
incluso el pobre Paris, librado de una muerte casi cierta.
Y una nueva paz, más sombría que la guerra,
nació entonces entre las dos familias.
Habló al final el Príncipe…
(MERCUTIO
)La mañana trae consigo
una calma lúgubre. El sol, afligido, no asoma
su cabeza. Vámonos, que hemos de hablar
de estos sucesos. Unos tendrán perdón,
y otros castigo. Pero nunca se oyó hablar,
antes de ahora, de historia más triste
que ésta de Julieta y su Romeo.
BENVOLIO
Pero tú, Mercutio, ¿has vuelto?
MERCUTIO
Más quisiera.
No, Benvolio. Realmente eres tú quien se ha quedado
sólo. Nadie vuelve del viaje que yo he hecho.
He venido por Romeo… ven conmigo.
ROMEO
No, lo siento, amigo. Aun ahora mi camino
irá siempre junto al suyo. Mi locura fue el amor,
y no la muerte.
MERCUTIO
La mía si lo ha sido.
BENVOLIO
Buen Mercutio, vuestra locura sólo fue la vida.
Y la mía es ahora vuestra muerte.
Que el tiempo no cura, sólo olvida.
MERCUTIO
Ha llegado la hora de partir. Partamos pues.
Adios amigos.
ROMEO
Adios, Benvolio
BENVOLIO
Adios, adios.
(MERCUTIO Y ROMEO abandonan lentamente el escenario)
Adios a todos. El coro, un poco solitario,
tambien se despide de vosotros. Lo que fue Verona,
ahora vuelve a ser tan sólo un escenario.
(OSCURO)
FIN