Lûn

Fábula de los tres hombres errantes y la Luna

de Julio Salvatierra Cuenca

Mayo – Agosto de 1995

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 «En un desconocido lugar

Hallareis tres objetos ya olvidados:

La memoria, la luna y la esperanza.

No sepamos la razón de cada una,

No preguntemos a la gente mas pequeña:

Hablemos sólamente, cantemos y bebamos

En el transcurso de esta noche oscura.

Lo que haya más allá es cosa incierta».

 

 

Personajes:

Alonso Benengeli, el enamoradizo

Arturo de Lusignan, el aventurero

Astolfo D’Otrotempi, el pensativo

 

Presentación

La presente obra empezó a ser escrita a pie de ensayo en Abril de 1995. En aquella fecha la compañía en la que trabajo -Teatro Meridional- comenzó los ensayos de su cuarto espectáculo. Nuestro propósito era desarrollar paralelamente el trabajo de escritura del texto junto con el de puesta en escena, de modo que ambos pudieran influirse mutuamente de una forma mucho más rica. Comenzamos a trabajar con el dramaturgo portugués Nuno Artur Silva encargado de la escritura del texto. Desgraciadas circunstancias personales en uno de los actores obligaron a postponer los ensayos al menos por un año. Luego nunca se retomaron. Sin embargo yo decidí continuar hasta acabar la escritura de una obra, diferente a la que Nuno Artur estaba escribiendo, pero que coincidia en el título, que fue escogido entre todos. El estupendo trabajo de Nuno Artur quedó en su poder, en fase aún de borrador. Ignoro, a dia de hoy, si por casualidad el tambien habrá continuado escribiendo, y si no tendrá, tal vez, otra obra con este mismo título.

En mi caso, el presente texto no pasa de ser una declaración de intenciones, un borrador que deja constancia de unos ensayos y un momento vital que fueron ambos truncados por un accidente que revistió gran importancia para nosotros, profesional y afectiva. Confio en que algún dia consiga acabar este trabajo.

«Lûn» es, o pretende ser, un cuento teatral. Partíamos, como referencia, del universo de los cuentos y grandes narraciones tradicionales del entorno mediterráneo. Básicamente de unos cuantos textos concretos: el «Viaje a la Luna. História cómica de los imperios y estados de la Luna», de Cyrano de Bergerac; de los cuentos de Italo Calvino en las «Cosmicómicas»; de algunos poemas de Cavafis y de la «Odisea», de Homero. Junto a éstos, leimos asimismo otros muchos, desde las colecciones de cuentos de Giambaptista Basile (Pentamerón) o Gustave Pitré (Cuentos Sicilianos), hasta re-lecturas del Quijote o del Orlando, de Ariosto.

Sin embargo, en «Lun» no es fácil encontrar las huellas de estos textos. Pero existen.

El otro punto de partida que teníamos para comenzar el trabajo, tanto textual como de ensayos, era la concepción del espectáculo teatral que desde el principio ha mantenido nuestra compañía. Un espectáculo que en el contenido pudiera ser hecho totalmente nuestro, de los actores, sean cuales fueran las historias en él contadas: debían ser traidas siempre a nuestra óptica, «digeridas» bien por cada uno de los miembros de la compañía, para que pudieran vivir realmente en el escenario. Y en cuanto a la forma teatral: primar el trabajo de interpretación sobre el de todos los demás elementos escénicos. Favorecer el ritmo y la vivacidad de la obra mediante el cambio rapidísimo de los personajes, incluso sobre el escenario, con los simples (pero efectivos) recursos de que un buen actor dispone. Esto en particular es llevado a su extremo en esta obra, proponiendo un verdadero juego entre los actores y el público, que tiene que seguir la obra en una rápida sucesión de personajes que viven, cuentan en pasado y se interpretan unos a otros en un juego constante con el tiempo.

A continuación he incluido algunas aclaraciones sobre la forma general de entender el texto.

Antes de leer

 

1) En el texto he reducido al mínimo las acotaciones, tanto por preferencias personales como porque la obra está escrita para unos actores concretos a los que conozco perfectamente, y ellos a mí, por lo que eran innecesarias. Valgan estas notas para aclarar ciertas cosas, si a alguien interesara.

2) Los cambios de personajes, dentro de un mismo actor, tampoco estan acotados, símplemente indicados en el encabezamiento de cada pie: asi, cuando ASTOLFO comienza a hacer de LIRGANDEO, símplemente se indica como AS-Lir.- , y el texto hace el resto.

3) Alguna que otra palabra figura en portugués, como corresponde, pues uno de los personjes procede de Lisboa. Su comprensión no ofrece problemas.

4) Las traducciones de la lengua extraña que al principio hablan los personajes, escritas al margen, son sólo para información del actor, no para el público.

5) Debe huirse de toda tentación metafísica, tanto en la lectura, como en la interpretación o la puesta en escena, a pesar de que el texto parezca proponerlo. Se trata de un cuento acerca de la amistad de tres curiosos personajes y de su particular paso por la vida.

6) Nunca se darán por enterados los actores de la presencia del público, salvo, tal vez, en el monólogo final de ASTOLFO. Esto no quiere decir que deban meterse en honduras psicológicas de los personajes: al contrario, se trata de jugar para el público, no con él.

7) Por último, es absolutamente fundamental la riqueza de matices en la relación de los tres personjes. De hecho, lo es todo. Esta riqueza debe ser buscada siempre hacia afuera por el actor, nunca hacia dentro.

Inicio 

Escenario, vacío, en penumbra. Se escucha el silencio. Superficie de la luna.

            Entra ALONSO, en forma de duende.

            Habla un lenguaje incomprensible, aquel que hablan los trasgos castellanos.

 

ALONSO.-

Arka pouke, festiaplaniet, arka pouke.       (Buenas noches, luna de esta luna, buenas                                                                                            noches)

Dueli ta qui orqui, men doleva.          Aquellos a quiene buscaba, no han venido.

Einsi lonli, layla pouke, einsi lonli       Estoy sólo, otra noche, estoy sólo

et tha vi delire, gaia festia            y si hablo contigo, blanca luna

era gare visia degli honti                    era por esperar tal vez una respuesta:

iá mai delerusire tanta gredia.          jamás pude olvidar del todo a la esperanza.)

(Llora)

       Entra ARTURO, en forma de duende, con gran sigilo.

ARTURO.-

Inti hora kikilimay?                 ¿No me engañan mis oidos?

Iá nulare kírkili cualcosa…           Creí haber escuchado alguna cosa…

Thá! Duele rotolare bimbo lai          ¡Sí! Veo allá una oscura forma.

Iá gareili.                               Esperaré.

AL.-                     Qui te morsa?                              ¿Quién se mueve?

AR.-       Et tai qui ereconta?                   ¿Y tú quién demonios eres?

AL.-        Mopha conta. Duelfi ero                Nada de demonio. Aquel soy

qui gareivo visia intri pouka          que espera algo entre la noche.

AR.-        (Aparte) Iá yayaya terto histero           Yo conozco esta historia

(A Alonso) Anque ía duelfi séro              Tambien yo soy aquel

                 qui gareivo visia intri pouka.         que espera algo entre la noche.

AL.-        Tiá rotóla.                                Dejaos ver.

AR.-                              Tiá primeiro.                            Tú primero.

 

ASTOLFO.- (Entrando inapercibido, tambien como duende)

…Vir tiún laszlo inconivo              …En un lugar desconocido

              gagá delirio, miá mnemero            me dijo el viejo, me recordaba

            xiauno qui otrora inviquino…         a alguno que un dia conocí…

sá mnemiora…                       esta memoria…

  1. y AS.-               Viún terceiro!                           ¡Tate, un tercero!

AS.-        Ai dueli qui se morsano                     A aquellos que se mueven

               intri gareiva bimba pouka          entre la oscura noche esperanzada

arka pouka, arka pouka.                buenas noches, buenas noches.

Ui deléusi iatraire medorraro           Hoy olvidé traer conmigo el miedo

et tiasos? Siá espelousa                   ¿y vosotros? ¿Tan aterrorizados

vi ere qui daremopa airearos?              estais que no osais mostraros?

 

AL.-        Iá medórria mai lacatato.               Yo el miedo jamás lo he notado

Onta erebo.                         Aqui estoy.

AR.-                         M’siá ontato.                        Tambien yo.

Varo dueli yansaomedo,               ¿Pero y este nuevo JuanSinMiedo,

vasi mope delire tere mote?           no va a decirnos su nombre?

AS.-        Nova duela qui iá erebi                    En esta forma en que me hallo

mope siri casicosa, varo otrora           no sé cual pueda ser, pero antaño

iá era Astolfo D’Otrotempi,              yo era Astolfo D’Otrotempi,

caricasposo erfe et sainelola.             caballero antigüo y afamado.

(…)                             (…)

AL.-        Astolfo?                             ¿Astolfo?

AS.-                     Tiá mi gero?                                 ¿Me conoces?

AL.-        Iá ero Alonso, tarsi era.               Yo soy Alonso, o lo que queda.

Et Arturo?                       ¿Y Arturo?

AR.-                       Onta erebo.                         Aqui estoy.

Mar eleia gare nevo tempo.         Mucho había esperado este momento.

 

(Se abrazan los tres)

AS.-        Iá nulárebi maldisposta mia quínola,       Mal creía yo que me había tratado la Fortuna,

varo rótoli visa facha, iá tesoura.       pero viendo vuestro aspecto, estoy contento.

AR.-        De tiá puti medorrare si trasguiola!       ¡Pues tú podrías asustar a un trasgo!

AL.-        Senti’tzia, denti qui vi onta oura              Escuchad, puesto que estais aqui

vi ertite gerare il sortilegio…         debeis de conocer el sortilegio…

AS.-        Thá, iá do geroua.                Sí, yo lo conozco.

AR.-        Forse il sortilegio qui delira:?          ¿Acaso te refieres a este sortilegio?;

 

«En un desconocido lugar

Hallareis tres objetos ya olvidados:

La memoria, la luna y la esperanza.

No sepamos la razón de cada una

Ni preguntemos a la gente más pequeña:

Hablemos sólamente, cantemos y bebamos

en el transcurso de esta noche oscura.

Lo que haya más allá es cosa incierta.

(Al tiempo que se dice el sortilegio, cambian a su humana forma)

       (Con emoción)     

AS.-        Tenía razón el viejo Birimbau

AL.-        Si, la tenía.

AR.-        Amigos míos, dadme vuestros brazos.

AS.-        ¿No os recuerda nada esta noche silenciosa?

AL.-        Tal vez a las noches de la Tierra.

AS.-        Aquellas eran más oscuras, y éstas son hermosas.

AL.-        Esta es, para mí, la noche más hermosa en mucho tiempo.

AR.-        ¿Qué nos sucedió?

AL.-        ¿Desde que nos separamos? Tantas cosas.

AS.-        Esta noche es extraña. Y siento un final que se acerca.

Pero no sé lo que es. Lo he olvidado.

AR.-        Tonterías.

AL.-                                ¿Tienes miedo?

AR.-        ¿Después de todo lo pasado?

AS.-        No lo se…

AL.-                              Realmente

este aire tal vez sea un poco extraño…

AR.-        No os preocupeis. Venid conmigo.

Quiero contaros una cosa.

¿Conocisteis a un señor descomunal

que guardaba las entradas de un osario?

AS.-        Yo no.

AL.-                            Tampoco yo.

AR.-        Vereis. Después del naufragio

en el mar de las Tormentas

amanecí tendido en una balsa.

ya sabeis cómo es el agua de la luna…

AS.-        Yo no , ¿cómo es?

AL.-                                   Asi.

AR.-                                    Exactamente.

Y hacía frío, mucho frío.

Estaba a punto de pasar al otro lado.

AL.-        ¿Al lado oscuro?

AR.-                                      Mismamente.

El sol ya casi no se veía,

Iba buscando los escollos de la Luna,

los Escollos de Zinc, ¿sabeis ya

por qué lo digo?.

  1. y AS.-                        Sí, los escollos,

lo sabemos.

AR.-            Hacía frío, ya lo he dicho.

AS.-                                     Mucho frío.

AR.-        Realmente. Y entonces, ¡tente!,

topé con la tapa de una cosa.

AS.-        Ya me acuerdo.

AR.-        Tú no estabas.

AS.-        Pero bueno.

AL.-        Perogrullo

AS.-        Peroneo.

AR.-        Prosigamos. Y lo vi.

Era la tapa del túnel de un osario.

«Aqui yacen los restos de los que fueron…»

decía escrito en grandes letras blancas,

y el resto se borraba por completo.

Quise entonces saber quiénes fueron los que fueron…,

y me adentré sin dudarlo por el túnel.

AS.-        Tu eras muy curioso.

AR.-                                            Como todos.

AL.-        Eso es cierto, como todos.

AS.-        Tú te callas. Y valiente.

AR.-                                  Proseguimos.

Pero dentro del túnel estaba Lirgandeo.

AL.-        Hola, soy el enano Lirgandeo.

AS.-        ¿Y yo quién soy?

AR.-                                      ¿Tú?: Polifemo.

AL-Lir.-        Hola, soy el enano Lirgandeo.

AR.-       Yo soy Arturo de Lusignan el Aventurero.

AL-Lir.-        No sigas más allá. Vengo a prevenirte.

Allá afuera aguarda la locura.

AR.-       La locura en mí ya es cosa cierta.

¿Qué más me aguarda?

AS-Pol.-                                   Yo, el gigante Polifemo

(un salvaje que come carne humana)

soy el dueño de esta playa.

AR.-        No me importa, voy allá.

AL-Lir.-        ¿Tú estás loco?

AR.-       Vengo desde muy lejos, la verdad,

andando sólo por el placer de andar.

Respiro, como, duermo, hablo,

vivo como viene, voy y vengo,

soy curioso, enano mío,

pero no quiero preguntas ni respuestas.

Tan sólo quiero encontrar a mis amigos,

¿me comprendes?

AL-Lir.-                                                Sólo a medias, pero pasa.

AR.-       ¡Qué hermosa playa, Polifemo!

AS.-                                             Espera,

¿no lo oyes?

AR.-                                              No oigo nada.

AS.-        Oí algo, como un canto muy lejano…

AR.-        Hace frío.

AL.-                                Yo no oí nada.

AR.-                                         Prosigamos

AS.-        ¿Pero a dónde nos lleva todo ésto?

AR.-        Estas siempre preguntando.

AS.-        Eso es cierto, pero, y a vosotros

¿no os inquieta?

AL.-                              ¿El qué?

AS.-       Este viaje, esta luna, esta espera.

AR.-       Qué pesado. No entiendo qué pretendes.

No se llega a ningún lado preguntando.

AS.-       ¿Cómo entonces?

AR.-                             Pues andando.

AS.-        Estoy cansado de andar tanto.

AR.-        Siéntate entonces y reposa.

Yo, mientras tanto, sigo con la historia.

Alonso, haz tú de Polifemo.

AL.-                                        Encantado,

no me gustaba nada aquel enano.

AR.-        Entonces, Polifemo, ¿y esta playa?

¿Dónde estan los restos enterrados

de los que fueron algún dia alguna cosa?

AL-Pol.-        Son tantos como aguas tiene el mar,

miles de siglos, millones de personas

ya olvidadas que aquí yacen sumergidas,

inquietos sus recuerdos, agitados

en olas y en espuma: míralos, son un mar

AR.-      Hermosas aguas, y profundas.

AL-Pol.-        E inquietantes, aguas peligrosas.

Todos los que fueron un dia olvidados

por el tiempo, aquí llegaron

pues todo lo que se olvida

viene a dormir aqui en la luna.

Yo mismo, ciego y borracho aquí me hallo

desharrapado y triste y solitario.

AR.-       Pobre Polifemo, siéntate y hablemos,

tengo curiosidad por oir tu historia,

hace mucho que no oigo un buen relato.

después seguiré mi camino, voy buscando…

cualquier cosa.

AL-Pol.-                              Ni pensarlo,

nadie sale de mi playa

sin ante sumergirse en esas aguas.

Allí están todos los que eres

tus ancestros, padre y madre, tus hermanos,

los que te dieron forma con su vida,

íncubos, oráculos, manes y fantasmas.

La historia de tu pueblo, tu pasado,

desde las primeras sombras hasta ayer;

tú mismo no eres nada, Arturo,

tan sólo un resultado: cuando mueras

y te olviden, serás agua nuevamente

en este mar de las Tormentas.

Esa es la locura que aquí vive.

AR.-       Yo ya estoy loco.

AL-Pol.-                                  No te creo.

AS-Lir.-        Hola, soy el enano Lirgandeo.

AR.-        ¿Pero otra vez?

AS-Lir.-                               ¿Qué quieres?

Me aburría sentado y reposando.

Quiero hacer cosas, tengo frío.

AR.-        Muy bien, de acuerdo, enano,

sígueme en todo lo que haga. Polifemo,

verás que no temo darme un baño

en estas aguas.

AL-Pol.-                              Adelante,

yo os espero.

AR.-                           Vamos, Lirgandeo.

AS-Lir.-        Yo en el agua: ni pensarlo.

AR.-        La locura es cosa santa, amigo mío,

no temas a la conciencia del pasado.

AS-Lir.-        La conciencia y el pasado me importan una higa,

pero debe estar helada.

AL-Pol.-        No debiste entonces salir de tu escondrijo,

ni atreverte a poner los pies en esta playa.

Ahora, al agua.

AS-Lir.-                               ¿No puedo

siquiera ir buscar una toalla?

AL-Pol.-        De acuerdo. Date prisa.

(Sale ASTOLFO-LIRGANDEO)

AR.-        Nunca oi hablar de estas toallas

metafísicas, pero bueno.

Yo estoy deseoso de bañarme en estas aguas.

AL.-       Me preocupa Astolfo, lo noto preocupado.

AR.-        No en vano le llamaron Astolfo

D’Otrotempi, el Pensativo.

AL.-        Yo nunca oi contar cual fue su historia,

ni por qué llegó a emprender este viaje.

De los tres, tal vez sea el más perdido.

AR.-        Siempre hablais de pérdidas, de esperas,

de luna y de esperanzas, como idiotas.

¿No teneis ojos en la cara?

Apenas estais vivos y pasais el tiempo todo

a divagar como eruditos, por favor

aprovechad mientras podais, amigos mios,

hay que reirse, compañeros, yo os lo digo.

AL.-        Muy bien. Muy bien, Arturo,

ya conozco ese argumento:

no interesa. Aprovecha tú y dime

la historia de Astolfo que yo ignoro.

AR.-        Esta bien. Astolfo era un hombre santo,

lo que comúnmente llamamos hombre bueno.

A su casa de Castilla, era de Burgos,

me parece, llegaban cada dia mil personas

a pedir consejo, pan y ayuda,

pues la fama de su bondad y su equilibrio

se había extendido más allá de las fronteras.

AL.-        Extraño Astolfo el que me cuentas.

No lo creía yo tan decidido.

AR.-                                  Espera.

El, sin embargo, estaba triste.

Quizás cansado de ser tan bueno,

o quizás modesto hasta ese punto,

o tal vez consciente y preocupado

por el incesante paso de los años

un dia tomó una decisión muy sorprendente.

Conjuró a un diablo amigo suyo

a su alcoba, en una noche oscura.

AS.- (Que ha aparecido en algún momento)

Diablo amigo, estoy cansado.

Qusiera dejar de ser tan equilibrado,

tan justo, tan bueno y tan correcto,

pero no tengo fuerzas para tanto,

pues quien me hizo así, sea quien fuera,

hizo conmigo un buen trabajo.

Ayúdame, te ruego, a liberarme

de tan torpe y odiosa condición;

no te costará nada, eso me consta,

siendo tan buen diablo como eres.

AL-Diab.- Pobre Astolfo, qué ridículo que eres,

y qué ridícula es tu historia.

Si no fuera yo tu amigo

te daría una paliza,

pues nada hay más divertido

que pegar a un indeciso.

Pero verás, Astolfo, te lo aclaro:

tu conducta me es indiferente,

nada ganamos los diablos

corrompiendo a los buenos (¡qué trabajo!)

Mantener todo un infierno

sería un gigantesco despilfarro…

¿qué nos rentaría, al fin y al cabo?

No, Astolfo, si yo soy malo,

es sólo porque puedo:

soy lo suficientemente poderoso,

eso es todo, no creais

el estúpido mito vaticano

de diablos antropomorfos y serviles

AS.-       Qué bien hablas.

AL- Diab.-                      Muchas gracias.

Asi pues, querido Astolfo,

si te ayudo es sólo porque quiero:

soy feliz ayudando a mis amigos.

Y con esto que te digo, ya está hecho.

AS.-       ¿Ya soy malo?

AL-Diab.-                           Ve y prueba.

(Sale ASTOLFO)

AR.-       Astolfo cambió mucho, realmente.

Cogió las cosas, dispuso de ellas,

y toda la energía del mundo

brillaba ahora en su conducta.

Hedonista, emprendedor, autoritario,

feliz con la novedad de su maldad,

contento nuevamente como un niño.

Le pareció entonces disfrutar

de un nuevo mundo, ancho y fuerte,

donde no hacer más concesiones.

AL-Diab.- Yo en el fondo creo

que Astolfo no era bueno:

tan sólo un apocado.

Pero he de reconocer que la bondad

siempre es un misterio incomprensible.

AR.-        Bueno, Alonso, pero el caso

es que al poco tiempo, Astolfo

comenzó a sentirse muy inquieto.

AL.-        Qué extraña historia

AR.-                                         Más extraño

es lo que queda. Escucha esto,

durante un tiempo fue feliz como un canalla….

AS-Lir.-   (entrando)

Lirgandeo no encontró ninguna toalla,

pero he vuelto sin embargo.

La luz del sol que se aproxima

bastará para calentarnos las espaldas.

AR.-       Cierto. Ya amanece.

AL-Pol.-                                  Pues al agua.

Y ya no admito más demoras.

AS-Lir.-        Habrás de admitir, lo siento, mais uma.

AL-Pol.-        ¿En razón de qué, protervo enano?

AS-Lir.-        Sin duda que tú sabes, Polifemo,

la ancestral costumbre allá en Lirgandia,

nuestra tierra…

AL-Pol.-                                     Continúa.

AS-Lir.-        Y es que al amanecer de cada dia,

sin faltar uno y desde tiempos muy antiguos,

saludamos al sol con un poema,

costumbre que data de los años

en que la poesía era el pago corriente entre nosotros.

Con ella abonábamos nuestras cuentas,

cada uno rico según la riqueza de su alma,

y éramos bastante felices, ciertamente.

De aquello sólo queda esta costumbre

matinal; quizás la mas hermosa sobre todas,

pues el salir del sol, día tras día,

es siempre un regalo inmerecido:

tan grande es en su brillante maravilla.

AL-Pol.-        Insoportable enano, no creía yo

que fueras tan correoso, tan seco

y tan pesado. Dí tu poema

y acabemos.

AR.-                                    Tranquilo,

Polifemo. Me gusta esa costumbre

del enano. Dime, Lirgandeo,

¿cuánto costaría entonces un caballo?

AS-Lir.-        Quince odas, mas o menos,

o cuatro pares de sonetos, si son buenos.

AR.-       Tiene gracia. Qué hombres tan extraños

debían ser aquellos.

AS-Lir.-                                      No eran hombres,

por favor. Eran enanos. Vosotros

sois demasiado altos y estúpidos

para creer realmente en un poema.

Estos versos los compuse ayer tarde,

pensando en el aire vacío que hoy traes

sobre este mar de las Tormentas.

¿Preparados?

[AL-Pol.-                           Hay que joderse…]

AR.-       No le hagas caso, Lirgandeo. Preparados.

AS-Lir.-       [Maldigamos primero a los mitos

       con todas nuestras fuerzas.

       A las historias oscuras, a los enanos,

       y a los caballeros que viajan a la luna:

       nada más que alegorías pretenciosas

       de autores torpes y tarados.

       Y sin embargo…]

       Hace ya más de diez años

       y menos de veinticinco,

       comenzó un viaje extraño

       y sorprendente.

       Tres hombres diferentes

       partieron de sus tierras

       como en las fábulas antiguas,

       caminando.

       Buscaban cosas que la gente

       siempre ignora, su odisea:

       la particular locura

       que cada uno a solas meditaba.

       Llegó la marea,

       y las gentes, al marchar, les reprochaban:

       ¿a dónde vais, imbéciles?

AR y AL.- (gentío)       ¡maricones, desviados!

a la búsqueda de qué ficción?

¡individualistas, ceporrones!

Nada existe sino nuestras misérias,

¡Travestidos, soplagaitas!

nuestra pequeña preocupación

¡egoistas, santurrónes!

del hiper, el sueldo y los paliéres.

Vivalavidas, comunistas!

¿Qué más hay que esforzarse en comprender?

gilipollas, cebollinos!

Allá vosotros y vuestras aventuras.

¡revientafiestas, amargados!

Desde ahora creeremos que estais locos.

¡capitalistas, fascistones!.

Era el primero Arturo,

       el viajante, la cigarra;

       el espíritu del joven

       que siempre huye de lo quieto.

       Luego Alonso, alegre y vivo;

       enamorado de todo y claro:

       de sí mismo entre otras cosas:

       la vida, el triunfo y las mujeres.

       Tercero Astolfo, el indeciso,

       como un niño, grandísimo

       y perdido. Atónito ante todo,

       buscando su camino.

       [Juntos los tres llegaron al lugar

       donde habita lo olvidado

       -que es la luna, ya se sabe-:

       y pasó mucho tiempo en el viaje.]

       Un dia en un naufragio

       se perdieron: era el Mar de las Tormentas;

       y sólos cada uno a la deriva

       se encontraron finalmente con lo extraño.

       Uno a uno fueron todos transformados

       en deformados espejos de sí mismos:

       duendes, trasgos, habitantes de la luna,

       personajes de leyendas increíbles.

       O tal vez fué el tiempo, dicen otros,

       y encontraron símplemente que eran viejos.

       [No interesa, por vez primera en su viaje

       se sintieron lejanos, sólos y cansados:

       «nunca llegaremos al final de esta aventura,

       nunca llegaremos a saber por qué lo hicimos»,

       se decían.] Quedaba poco tiempo.

       El final estaba cerca.

       Pero el viejo Birimbau los esperaba

       para concederles un último deseo…

       …la última oportunidad de su jornada.

Y éste ha sido mi poema

AR.-       Quiero preguntarte muchas cosas,

Lirgandeo.

AS-Lir.-                     Lo siento, Arturo,

ya no hay tiempo. Polifemo,

adios: no verás jamás

bañarse a Lirgandeo.

AL-Pol.-        ¡Tramposo enano!

AS-Lir.-                            He avisado

al buen viejo Birimbau.

Ya viene de camino.

Ya es mi hora, amigos míos,

y he de irme.

AR.-                           Y se fue.

AL.-       ¿Se fue?

AR.-                            Completamente,

como el aire.

AS.-                            Realmente,

la luna está llena de prodígios.

AL.-       Nos conocía a todos el enano.

Y sabía muchas cosas.

AR.-        Aquí todos saben mucho.

Yo ya empiezo a estar cansado.

AS.-        ¿Y qué te sucedió a continuación?

AR.-       Entré en el mar. Estaba inquieto.

Polifemo, en la playa, vigilaba.

Di unos pasos, y fui cubierto por las aguas.

Allá dentro… era cierto que vivía la locura.

Aquello no era ver: fue como un sueño

donde yo viví mis otras vidas.

Fui transformado en todos mis opuestos,

fui mi padre, con todos sus deseos;

los hombres a quienes maté, a quienes despreciaba.

Viví con sus razones y con sus sueños:

fui Paris, Príamo, Poseidón, mis enemigos;

fui servil y temeroso, indeciso y pensativo.

Fui mujer…

AS.-                              Qué interesante.

AL.-       Tú calla, no interrumpas.

AS.-        Déjame; ¿y qué se siente?

AR.-       …Fue curioso. Todavía estoy confuso.

Fui todo lo que siempre habia evitado

y asi acabé por no ser ya ninguna cosa.

No se cuanto duro. Parecieron años.

Y por fin me desperté sobre la orilla,

cansado como nunca, vacía la cabeza,

dudando de todo, sin mi fuerza.

Polifemo, andando lentamente, se alejaba.

Lo llamé y no me oyó. Pero mi voz

habia cambiado. Ya lo visteis.

Me miré y vi un cuerpo de espantajo,

un pequeño duende, una miséria.

Creo que incluso cuando hablaba

lo hacía en otra lengua, pero no me daba cuenta.

AL.-       Con nosotros fue lo mismo.

AS.-       Parecido.

AR.-                         Era extraño.

Estaba triste, pero no sabia por qué era.

Nada parecía importarme demasiado,

como a un viejo, que ya no sabe si desea.

Pensé tantas cosas… Pero al rato

desde lejos vi a un viejo aproximarse.

AS.-       ¿Birimbau?

AL.-                            Él mismo era.

AL-Bir.- …el segundo era la médula de un buey

untada en todas partes y el tercero…

¿cómo era?, qué memoria, ah si,

treinta y cinco botellas de rocío

atadas por el cuerpo: como el sol

atrae al rocío… era hermoso…

iá deleusi mope delirare Démeter             (no debo olvidarme de hablarle a                                                                                         Démeter,

       nuestra amiga luna:                           nuestra amiga luna:

       sarka pouka iráia ere curucial…                    esta hernosa nocha va a ser muy                                                                                           importante…)

       Ah, mira, ya he llegado: hola, Arturo,

buenas noches, te esperaba.

AR.-       Supongo que tú eres aquel buen viejo,

Birimbau, de quien habló el enano.

AL-Bir.-        Exactamente.

AS.-                            ¿Os entendiais?

AR.-       Sí, el hablaba tambien la lengua extraña.

AL-Bir.-        Amigo Arturo, deja que te vea,

hm, estás cambiado, desde luego,

bañarse siempre afecta un poco

en este Mar de las Tormentas.

Y sin embargo aun me recuerdas

a tu padre.

AR.-                                  ¿Lo conocías?

AL-Bir.-        Por supuesto. Yo conozco a mucha gente.

AR.-       No pareces ser tan viejo.

AL-Bir.-                                   Desde luego.

Pero, dime, Arturo: ¿tienes fuego?

Muchas gracias. Hermosa noche.

Ojalá que conocieras a mi hija.

Funcionaría… Bah, recuerdo demasiado:

hm, me estoy haciendo viejo, sin embargo.

Bueno, no me hagas mucho caso.

Ahora, Arturo, vamos a la nuestro:

¿qué demonios estais haciendo aquí en la luna?

AR.-       Y… ¿sabes, Birimbau? Creí que lo sabía,

pero ahora ya no estoy seguro de saberlo.

AL-Bir.-        Eso es normal, en este sitio. Tranquilo.

Aún es de noche, todavía tenemos un ratito.

¿Unas cartas?

AR.-                           ¿Jugar ahora?

AL-Bir.-        Una escobita. Y mientras jugamos,

me lo cuentas. Vamos, Arturo:

las cartas tambien tienen su importancia.

Pero debes empezar desde el principio.

AS.-       ¿Y yo no juego?

AL-Bir.-                            ¿Quién es éste?

AR.-       Es Astolfo, creí que lo conocerias.

AL-Bir.-        Claro, pero, ¿qué hace aqui?

AR.-       Les estoy contando nuestro encuentro.

AL-Bir.-        Ah: pero tú todavía no has llegado.

AS.-       No, yo todavía vengo de camino.

AL-Bir.-        De acuerdo, entonces sí. Empieza dando.

(Reparten cartas)

 

AR.-       Yo era… ¿sabes, viejo?

desde hace un rato estoy cambiado:

ya no se bien cómo yo era.

AL-Bir.-        Ahora lo sabes. Haz memoria.

AR.-       Supongo que era un tipo inquieto.

La gente me admiraba, y me temía:

decían que era fuerte, que sabía siempre

qué es lo que quería.

AS.-                                   Bueno,

yo te conozco y realmente…

AR.-       Tú te callas. Tú no estas en esta escena.

AL-Bir.-        Es cierto. Me la llevo. Continúa.

AR.-       La verdad es que luchaba todo el tiempo

sin saber, a veces, por qué lo hacía:

pero no entiendo a los que dudan,

a los que callan y aceptan

cualquier cosa. Yo cambiaba,

ésta es tuya, de humor muy fácilmente,

pero los demás se adaptaban a mis cambios.

AS.-       Todo un líder.

AR.-                                  Que te calles.

Y pasó el tiempo. Por entonces yo vivía

allá en Castilla, entre mis tierras,

con mi fiel esposa en mi castillo…

AL-Bir.-       Eras afortunado: a tu mujer, según recuerdo,

Déborah la hermosa, la llamaban.

AR.-       Sí, así decían. Pero ¿feliz?…

Supongo que lo era, pero algo había

que no me dejaba tranquilo por las noches.

No se qué me pasaba. Una inquietud, tal vez

un simple deseo de aventuras. Pero

yo creo que era algo más que eso.

AS.-       Perdón, pero esta escoba… ya me callo.

AR.-       ¿Sabes, Birimbau?: algo debía haber

más allá de aquella vida. Algo intenso,

hacer algo… algún sentido… no lo se,

supongo que puedes decir que en el fondo

me aburría. Y entonces oi hablar

a uno que decía haber estado aqui en la luna.

Un viejo poeta, aventurero, un italiano

a quien invité a mi casa por un tiempo.

Él me habló de este lugar y sus tesoros.

[Él decía: «ve y viaja,

y hazte con hermosas mercancías,

nácar y coral, ámbar y ébano,

y todas clases de perfunes voluptuosos.

Ve a muchos lugares y ciudades,

cuantas puedas, a aprender siempre,

siempre, de sus sabios».] Pero lo que me tentó

fue una cosa sobre todas… Voy ganando…

Y fue un misterio. Él me habló de los Escollos

de la luna, de los quebrados escollos junto al mar,

esculpidos en una roca amarillenta.

AL-Bir.-       Lo que llaman los Escollos

del Cinc, sí: los conozco.

AR.-       Lo que en ellos se ocultaba, Birimbau,

era lo más valioso: pero nunca me lo dijo.

Tú lo sabrás, seguramente.

AL-Bir.-       En los Escollos no hay nada, amigo Arturo,

pero tenía razón el italiano.

AS.-       Pues no lo entiendo.

AR.-       Escoba. Eso fue lo que yo dije.

AS.-       ¿Y tú qué respondiste, Birimbau?

AL.-       Fodas-se, Astolfo, qué pesado:

Yo estoy haciendo Birimbau, y tú

no estabas.

AS.-                          Es cierto, compañeros.

Me olvido… Perdonadme.

AL-Bir.-                                      Continúa.

AR.-       Bueno. Dejé todo. Hablé a mi esposa.

Me marchaba. Tenía que hacer aquel viaje.

Le dije que iba en busca de riquezas…

qué se yo, a ayudar a algún amigo…

El resto ya lo sabes, supongo,

puesto que Lirgandeo lo sabía.

AL-Bir.-       Sí, sí, sí, os separásteis

y fuísteis transformados en aquello

Escucha, Arturo, os queda poco tiempo.

Tus amigos, Astolfo y Alonso, estarán

pronto en este sitio. Yo estuve con ellos hace poco,

pero yo me muevo velozmente.

No me preguntes nada. No soy yo

quien te debe buscar explicaciones.

¿Qué habeis conseguido en el viaje?:

eso es cosa vuestra. ¿Qué va a pasar

próximamente? …esta mano es cosa mía…

…¿quién lo sabe? Pero mira,

antes de que amanezca un nuevo dia

debeis decidir vuestro futuro.

Y decidid bien, pues tendreis un sólo instante.

Si escogeis quedaros en la Luna

vereis infinidad de maravillas:

la Luna no es un sitio, es un viaje

que no acaba, un tránsito contínuo

por la historia: llegar siempre, conocer,

andar errantes. Si escogeis ir a los Escollos

podreis volver a vuestra casa:

la vida en vuestra tierra, vuestra amada,

los amigos que os confirman quiénes sois.

El sentido del viaje que habeis hecho

sólo a vosotros tres os pertenece.

Aprende este Sortilegio, te hará falta.

Con él podreis volver, por unas horas,

a vuestra forma primitiva.

Amigo mío, debo irme: adios, Arturo.

(A Astolfo)

       De ti no me despido, al fin y al cabo

ya lo hice, y tú, aquí, todavía no has llegado.

AS.-       Espera, Birimbau, hay una cosa…

AL.-       Birimbau se ha ido. Yo soy Alonso.

AS.-       Pues vaya historia.

AL.-                               Otra cosa,

al final, ¿quién ha ganado la partida?

AR.-       El viejo ése.

AS.-                               Vaya historia.

AL.-       Vaya con el viejo. Tiene gracia.

AR.-       No se, yo no se la veo.

AL.-        La tiene, Arturo, fodas-se

claro que la tiene. Estamos vivos:

¿no era eso? Esta Luna es muy hermosa.

AR.-       Estas contento.

AL.-                            Lo estoy. Tengo ganas

de ver al fin esas montañas.

AR.-       Los Escollos del Cinc: volver a casa.

AL.-       O no hacerlo.

AS.-                            Vaya historia.

AR.-       Para ya con vaya historia.

AS.-       Lo siento, Arturo. Estoy confuso.

AR.-       Cómo no. Todos lo estamos.

AS.-       Vereis, cuando yo inicié este viaje

estaba muy cambiado. Alonso, a tí

no te he contado…

AL.-                            Lo hizo Arturo,

aquel diablo y todo aquello.

AS.-       Sí. Entonces buscaba algo: no sabía

si el ser bueno era mi deseo,

o era porque me lo habían enseñado.

Lo que yo quería, y lo que la gente

esperaba que yo fuese: era confuso.

Cuando lo dices suena a tontería.

Pero en el viaje -yo tambien

he visto muchas cosas- he comprendido

que el problema es más profundo.

O tal vez no hay problema

en absoluto… ¿lo veis?:

debo aprender a decidir, de otra manera.

Aun he de vivir mucho más tiempo todavía.

A veces se me ocurre

que no era éste mi viaje.

No se que voy a hacer

cuando lleguemos al momento decisivo.

AR.-       ¿Alguien lo sabe?

AL.-       ¡Bô! Compañeros, andemos un poco.

¿Es éste el sitio?

AS.-                            Sí, o aqui muy cerca.

Lo dijo el viejo. Pero andemos.

Hace frío. Aun no hay luz para ver nada.

Al.-       No esteis tristes. ¿Qué nos traerá el mañana?

¡A quién le importa!

AR.-                                «….hablemos sólamente

cantemos y bebamos… «, decía el Sortilegio.

AS.-       «…Lo que haya más allá es cosa incierta».

AL.-       (Animosamente)

Compañeros, la verdad, dejaos ya

de tanto Sortilegio. Voy a contaros

una historia, así, mientras paseamos.

Sólo yo falto por hablar. Y os veo decaidos.

En el fondo, es lo que pide el Sortilegio.

AS.-       Tambien dice que cantemos y bebamos,

pero botella no tenemos.

AL.-                                   ¿Quién lo dice?

(Saca una petaca)

AS.-       Pero tú eres un genio.

AL.-                                   Desde luego.

AR.-       Eres siempre como una caja de sorpresas.

AL.-       Sólo nos falta una morena.

AS.-                                   Pelirroja.

AR.-       ¿Os acordais al principio del viaje,

bordeando el delta, o lo que fuera,

en aquel pueblo junto al mar?

Mira que era fea, la señora…

AS.-       Sobre gustos…

AL.-                            Ahora, eso sí: era muy buena.

AR.-       Mucho. Y simpática tambien era…

AS.-       No sabeis nada de nada:

en el fondo era una dama.

AR.-       Por eso os fuísteis a la cama.

AS.-       Y el desierto luego, y los Lugares,

y las montañas donde vosotros os perdísteis…

AL.-       …en aquel cortijo complaciente…

AR.-                                         y las ovejas

todas corriendo detrás tuya, sin la lana,

y tú en pelota…

AL.-                              Y a ti el gusano, desde un monte,

acusándote de ser un logopeda…

AR.-       …porque había hablado dos palabras con su hija…

AS.-       Y el viaje con los gansos, las estrellas…

AR.-       Siempre me acordaré de una imagen:

la esfera blanca y gigante de la Luna

que venía a nuestro encuentro.

AS.-       Y la luz del sol en pleno espacio…

AL.-       Muchas cosas, compañeros.

AS.-       Podríamos hablar durante diez noches

como ésta.

AR.-                    Por lo menos. Oye, Alonso:

¿y esa historia?

AL.-                            Es verdad, amigos mios,

¿cómo decís?: lo prometido es deuda.

Bueno, empezamos. ¿Quién nació

hace muchos años en un lugar maravilloso?

(Se señala)

       La ciudad de las colinas, la hermosísima

Lisboa. Allí nació un niño. Y era bien guapo.

¿Qué le hago? Es la historia verdadera.

Bonito, resultón, y muy delgado.

Desde pequeño este niño mostró ser, además

inteligente, fuerte y ágil, educado

y otras muchas cosas que no digo

AR.-       Y modesto tambien era, sobre todo.

AL.-       Resumiendo: era una joya.

Corría, saltaba, hacía el mono

(y tambien la zarigüeya…)

y bailaba que era un gusto.

Al principio era pequeño,

pero luego creció hasta hacerse alto…

y entonces: fue a la escuela.

(Juegan)

Buenos dias, profesor.

AS.-                                        Buenas, hijo.

AL.-       Buenos dias, profesor.

AR.-                                       Hola, padre.

AL.-       ¿Cómo padre?

AR.-                                  Sí, sí, tú eres mi padre.

AL.-       ¿Eusebio de Velasco?

AR.-                                  Grande hombre.

AL.-       Lo siento, se equivoca.

AS.-       (A Alonso)

Hola, hijo, soy tu madre.

AL.-       Pero bueno, ¿es que estan locos?

AR.-       (A Astolfo)

       Hola, abuela.

AS.-                            Vaya, un nieto.

Qué carino.

AL.-                            En verdad su vida toda

era un absurdo extraordinario. Y su familia

entera le adoraba. Creció fuerte, feliz,

seguro de sí mismo: y no por nada:

a todos les ganaba en simpatía.

AS.-       Pst.

AL.-                 ¿Y tú quién eres?

AS.-       Hola, Alonsito, soy tu prima.

(AR.-       Redios, qué buena moza.)

AL.-       Es cierto. Las mujeres le gustaban,

pero no más de lo que él

les gustaba a las mujeres.

AR.-       Dime, Alonsito…

AL.-                               ¿Qué, abuelo?

AR.-       Qué abuelo, soy tu tío:

¿qué hiciste el otro dia con tu prima?

AS.-       (A Alonso)

       Hola, papi, soy tu hija.

AR.-       Vaya, otra nieta, y medio tonta…

AL.-       Bueno, sí, se complicó la cosa…

Pero no es por eso por lo que decidí

dar comienzo a mis viajes. Para nada.

Conocí un día a una mujer, mi enamorada…

pero llegó una tarde en que me alejé mucho

de mi casa. Y no volví. No me di cuenta…

Llegué a un sitio. Me acogieron.

Y luego a otro, y fue lo mismo… Todo el mundo

me llamaba. Estaba contento.

Las personas que dejaba… no era cierto:

venían conmigo, en mi memoria.

Nada busco en los viajes, sólo encuentro.

Lo único que me preocupa, es

qué habría de buscar, si me quedara…

…Despues ya lo sabeis: os encontré,

me vine con vosotros, mis amigos,

llegamos a la luna, nos perdimos,

casi me ahogo en esas aguas…

Transformarme en trasgo, viejo

o lo que sea no me importa:

las cosas han de cogerse como vengan.

¿Volver a ver mi casa, a los que fueron…?

Y aqui estamos, compañeros.

AS.-       (Para sí)

       Eres en verdad una cigarra.

AL.-       ¿Qué dices?

AS.-                            Nada, nada,

cosas mias.

AR.-                           Qué tontería.

AS.-       Vaya historia

AR.-                           Que te atizo…

AS.-       Pero bueno…

(Por la petaca) Esta vacía. Sólo nos falta

un requisito.

(Comienza a cantar. Poco a poco los otros se le unen.)

       (Al acabar)       ¿No os parece

que hay ya más luz que antes?

AR.-       Sí, ya amanece.

AL.-                            No veo los Escollos.

AS.-       No te esfuerces.

AR.-                           ¿Por qué?

¿Qué es lo que sabes?

AS.-       Las montañas que buscamos

nunca estuvieron en la Luna.

Yo lo suponía ya desde hace tiempo.

En un viejo libro se decía:

«el punto donde la Luna pasaba

más bajo estaba en mar abierto,

era un océano, donde las Montañas

del Cinc se levantaban…» Son

montañas de la tierra. Eso os pasa

por no haber leído lo bastante.

Italo Calvino lo dirá muy claramente:

«Tierra y Luna estaban tan cerca, algunas veces,

que apenas bastaba dar un salto»…

Dentro de unos instantes, la misma Tierra

vendrá aqui cerca a recogernos.

AR.-       ¿Hablas en serio?

AS.-                                   Totalmente.

El perigeo.

Al.-               ¿El periqué?.

AS.-                                   El perigeo.

AL.-       Hola, soy el enano Lirgandeo…

Perdón, muchachos, no tiene gracia…

AR.-       ¿Y qué hacemos?

AS.-                                   Buena pregunta.

AR.-       ¿Dónde se salta?

AS.-                                   De aquel lado.

AR.-       Aun hay mucho que ver aqui en la Luna.

AS.-       Desde luego, lo hay, pero en la Tierra…

AL.-       Arturo, no te esfuerces:

no queda tiempo. Debeis iros.

AS.-                                          ¿Cómo?

AR.-       …De los tres yo era el más fuerte, en apariencia,

y sin embargo he de volver.

AS.-                                          Pero…

AR.-       Mi huida siempre fue una huida hacia delante,

pero llegar al fin a un sitio es necesario.

AL.-       Lo se, Arturo, yo me quedo.

No me gustaría no estar en todos lados.

Tal vez algún día me arrepienta.

Pero ese día todavía no ha llegado.

AR.-       ¿Y tú, Astolfo?… vaya historia.

(Suben tal vez luces entre los bastidores, a ambos lados. Quizás luz blanca a un lado,             de la Tierra, y luz azul al otro, de la Luna)

AS.-       Mirad, allí se asoman…

AL.-                                   São bonitos.

(A Astolfo)

Compañero, mejor será que te decidas.

AS.-       ¿Tan de repente? Debemos aun hablar

de tantas cosas…Es algo absurdo…

Ya tomé una decisión, hace unos años.

¿Ahora otra? Es demasiado. Y además:

¿por qué estais tan seguros que debemos decidir?

Siempre hay que decidirse en estos cuentos…

AR.-       Astolfo, durará sólo un segundo,

no te puedo esperar tanto. Alonso,

buena suerte.

AL.-                            Buena suerte, hermano,

o hasta pronto.

AR.-                           ¿Quién sabe? Estos viajes…

(Se abrazan los tres)

(ARTURO se aleja por un lado, ALONSO por el otro. Miran a ASTOLFO: gesto de               duda. Salen.)

AS.-       ¡Esperad, amigos mios, yo no sé…

Que complicado. Estas historias…

(Las luces de ambos lados, entre bastidores, se van apagando. A la vez que comienza a disminuir la luz sobre el escenario)

Siempre he sido un bicho raro.

…¿Y si no decido? O aun mejor:

¿Y si decido no decidir jamás

sobre estas cosas tan estúpidas?

Como si fuera posible…

dibujar nuestro destino…

Al fin y al cabo:

sólo yo necesito estar en ambos lados.

Tal vez sea posible…

Tal vez no pase nada malo…

Ir, estar, volver, ¿será así

que se está sólo? … Podría

escribir un buen relato.

Tal vez. Tal vez escribir incluso

esta historia de la Luna.

Es increíble. Pero cierta.

No se, no se. Es complicado.

¿Qué final tendría…? Y mis errores,

espero que el público supiera perdonarlos…

tch… …. que peccato.

(ASTOLFO ha ido retrocediendo hacia el fondo, a medida que la luz desciende hasta el   OSCURO

Julio Salvatierra Cuenca

Mayo-Agosto 1995

Pº de la Chopera, 49 4ºA 28045-Madrid

e-mail: juliosalv@hotmail.com

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