Las damas de finisterre

de Julio Salvatierra Cuenca

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Notas previas.

La presente obra está ambientada en la Baja Edad Media, y ocurre en su integridad en el único espacio de una choza o cabaña de pastores en lo alto de un monte cercano al cabo de finisterre, en la gallaetia (Galicia) del año 998 del calendario Juliano.

Por preferencias personales intento siempre escribir el menor número de acotaciones posibles para dejar al director y a los actores, principales destinatarios de este texto, la total libertad de imaginar lo que los diálogos les sugieran.

Los fragmentos del texto entre [corchetes] pueden suprimirse directamente en bien del ritmo escénico si se juzga necesario.

Las referencias históricas a reyes, reinos, fechas y algunos sucesos notables, son en su mayoría y hasta donde sabemos, ciertas. En lo posible dichas referencias van anotadas al final del texto. Todo lo demás es ficción.

Personajes.

NUNILA, hija de Diego, nacida en Ronda, (Nunila, por tanto, Dieguez) y cuyo nombre árabe es Ass’ma al Zahra bint Sufiyya al Rundi (Asama la resplandeciente, hija de Sufiya la de Ronda).

JIMENA, nacida en Celanova, aldea de la comarca de Barbanza, al sur del Cabo de Fisterra, hija de Fernán Nuño (Jimena Fernández).

BASTIÁN, hijo de Rodrigo Abravanel el de Toledo (Sebastián Rodríguez), nacido en esta ciudad, conocido entre su gente, los judíos, como Sebastián Avrabanel el Decidido.

Texto

En el interior de un viejo refugio de pastores, en el año 998[i], cerca de un acantilado en Finisterre. La estancia tiene una puerta y un pequeño ventanuco. Nunila duerme al fondo en la semioscuridad. La habitación parece estar vacía.

(Se abre lentamente la puerta y entra la magullada Jimena, sigilosa. Avanza a tientas en la oscuridad.)

NUNILA.- No… (Jimena se detiene asustada, y contiene la respiración) No…

JIMENA.- ¿¡…Quién es!?

NUNILA.- Qué va, mi reina.

JIMENA.- ¿Quién es…?! Venga a la luz, que no la veo…

NUNILA.- No sabe nada.

JIMENA.- ¿Me conoce…? ¡Diga quién es…!

NUNILA.- ¡El hermano de Jesucristo enterrado en el fin del mundo! ¿Quién se va a creer ese disparate? A no ser el Papa, que nunca se equivoca, dicen, sobre todo en aquello que le interesa…

JIMENA.- ¡San Jesús, no diga eso!

NUNILA.- ¡Ese Papa Benedicto que es hijo y nieto de papas… !

JIMENA.- ¡San Príapo bendito…! ¿Pero y usted quién es?

NUNILA.- …y a mi que los Papas se refocilen paréceme bien, eh, que todo lo que da alegría es sano, pero que luego no vengan con castidades y otras fantasías…

JIMENA.- Cierto, fraile sin folgar es poco de fiar…

NUNILA.- El mismo Hasday Ben Shaprut me contó lo que pasa en Roma y allí todos los papas tienen hijos como conejos … así que no crea a ese Don Mezonzo[ii], obispo del demonio… y déjeme a ver ese hijo que no quiere nacer, y que dios se ocupe de sus cosas… déjeme ver… no tema…

(Silencio. Jimena se acerca)

JIMENA.- Señora, señora… Está dormida como un leño… Esta debe ser la partera del obispo. Maldita sea… (Se encamina hacia la puerta)

NUNILA.¡No se vaya…! (Jimena se detiene y se vuelve)

JIMENA.- ¿Está despierta…?

NUNILA.- Déjeme ver, mi reina, que he estudiado con los mejores físicos árabes y judíos…

JIMENA.- Está hablando en sueños… y así no parece tan bruja como dice el otro…

NUNILA.- …acérquese, y abra las piernas…

JIMENA.- (Jimena se acerca y la zarandea) ¡Despiértese…!

NUNILA.- (Nunila la agarra en sueños)¡Vamos, que para cerrarlas ya se le pasó el tiempo…!

JIMENA.- ¡Señora, déjeme, ay… que no soy su reina, despierte… diablo… ¡señora!!

(Nunila despierta)

NUNILA.- ¡Eh!? ¿…Quién eres?

JIMENA.- ¿Y tú?

NUNILA.-

NUNILA.- ¿Lo es tu madre?

JIMENA.- No.

NUNILA.- Pues yo tampoco. ¿Por qué me has pegado?

JIMENA.- Perdone… pero decía tantas sandeces en sueños, que porque no apareciera tan mentecata la he sacudido, pues otra manera no había de despertarla…

NUNILA.- Ah.

JIMENA.- Hablar en sueños es cosa del diablo.

NUNILA.- Y callarse lo malo también. ¿Cómo está el sol[iii]?

JIMENA.- A punto de ocultarse.

NUNILA.- ¿Cómo te llamas?

JIMENA.- Jimena.

NUNILA.- ¿Y dónde vives?

JIMENA.- …pues aquí. En esta casa… ¿qué está la señora haciendo en mi casa?

NUNILA.- ¿Aquí…!? No… Esta casa úsanla los pastores de la Condesa Uzea en el verano, y el resto del tiempo está vacía. Me lo ha dicho ella misma.

JIMENA.- Razón tiene. Mentí…

NUNILA.- ¿Por qué?

JIMENA.- Porque no sabía que era amiga de la condesa… y como no la reconocía… me asustó oírla hablar así como muerta…

NUNILA.- Lo que en sueños se diga por fantasía se tenga.

JIMENA.- Sí, señora, pero yo me voy, que es tarde…

NUNILA.- No, espera… y dime: ¿dónde vives? (Nunila se sitúa entre Jimena y la puerta)

JIMENA.- ¿Yo…? ¿¡Y por qué pregunta tanto!? También para mi es sorpresa encontrarla en esta cabaña. ¿Qué hace aquí usted, vestida de paño?! ¿Qué ha hecho? Paréceme a mí que de algo se está escondiendo…

NUNILA.- Razón tienes… Pero no debes tener miedo de mí…

(Pausa)

JIMENA.- ¡…ahora volviose muda…! Diga algo…

NUNILA.- ¡Mno…!

JIMENA.- ¿¡…está llorando!?

NUNILA.- ¡Msí…!

JIMENA.- No llore, carallo…

NUNILA.- No, no…

JIMENA.- ¿Qué le pasa…?

NUNILA.- Me escondo porque no quiero que me encuentren…

JIMENA.- …ah… Por aquí no pasa nadie nunca… Así que no la van a encontrar… esté tranquila, y yo me voy, adiós…

NUNILA.- ¿Y tú?

JIMENA.- ¿Yo, qué?

NUNILA.- Sí no pasa nadie nunca, ¿qué haces aquí y con la noche cayendo…?

JIMENA.- …a veces vengo por aquí…

NUNILA.- ¿Tan tarde?

JIMENA.- Me sé el camino.

NUNILA.- ¿A oscuras?

JIMENA.- La luna me basta.

NUNILA.- Hoy no hay luna.

JIMENA.- Soy como un gato.

NUNILA.- (Haciéndose la misteriosa) ¡Pues entonces vigila a la coruxa…!

JIMENA.- ¿Por qué diz eso?

NUNILA.- Por la noche.

JIMENA.- ¿Qué le pasa…?

NUNILA.- …la noche de hoy no será buena…

JIMENA.- ¿Por qué…?

NUNILA.- ¿No lo oyes…?

JIMENA.- ¿Oír qué…?

NUNILA.- ¿No lo sientes…?

JIMENA.- ¿El qué…?

NUNILA.- …NO ANDES HOY AL ABIERTO CUANDO SE OCULTE EL SOL…

JIMENA.- …eso lo diz para darme miedo…

NUNILA.- ¡Tal vez…!

JIMENA.- ¿Tal vez qué?

NUNILA.- Tal vez llueva mañana, ¿no te parece? Siento algo húmedo que da vueltas en el aire. Adiós.

(Pausa)

¿No te ibas…?

JIMENA.- ¡Íbame, sí…! (duda)

NUNILA.- Mírame, Jimena… mírame a los ojos.

JIMENA.- ¡A los ojos no…!

NUNILA.- ¡Por dios potente…! ¡Mírame a los ojos!

JIMENA.- ¿…qué pasa…?

NUNILA.- No tienes por qué tener miedo de mi. No voy a hacerte ningún daño. Puedes quedarte a dormir aquí, si quieres, pues estoy convencida de que a eso viniste.

JIMENA.- ¿Eres bruja?

NUNILA.- No.

JIMENA.- ¿No?

NUNILA.- …o sí… Tal vez si te quedas te lo cuente…

JIMENA.- Ahora me tienta con la curiosidad…

NUNILA.- Gran virtud… Voy a por leña, ¿vienes?

JIMENA.- No…

NUNILA.- ¿Te vas, entonces?

JIMENA.- No se…

NUNILA.- Ni vienes, ni vas… ¿no serás tú la bruja…!?

JIMENA.- ¡No! …digo que traje yo un montón de leña… está ahí fuera… y sí vine a pasar la noche… pues… tampoco quiero yo encontrarme a alguno por ahora…

NUNILA.- Por aquí no pasa nadie nunca. Así que no la van a encontrar, me lo dijo una aldeana…

JIMENA.- Ahora está de buen humor…

NUNILA.- Yo tan pronto río como fuente, de lágrimas… y a propósito: necesitaremos agua.

JIMENA.- ¿Para qué?

NUNILA.- Para beber…

JIMENA.- Yo he bebido antes de venir… y siempre guardo una orza llena ahí en la guarida…

NUNILA.- Ah, muy bien… entonces, puesto que tenemos de todo, vamos a ver el sol.

JIMENA.- ¿El sol?

NUNILA.- Sí. Quiero ver como se esconde el sol.

JIMENA.- ¿Pues cómo se va a esconder!? Para abajo, como siempre…

NUNILA.- Aún así quiero yo verlo.

JIMENA.- ¡No, no, espera…! No salga…

NUNILA.- ¿Por qué…!?

JIMENA.- ¿Es algo de brujería…?

NUNILA.- ¡No! Es algo bonito de ver…

JIMENA.- ¿Bonito de ver…? ¡Espera! ¿Entonces por qué me dijiste antes que no estuviera al abierto al ponerse el sol?

NUNILA.- ¡Uy! Digo muchas tonterías a lo largo del día.

JIMENA.- No, ¡no salgas!

NUNILA.- ¿Pero te has vuelto loca? ¿No te he dicho que no me tienes que tener miedo?

JIMENA.- Las loberas siempre hacen sus conjuros al caer del sol.

NUNILA.- Pero yo los hago de siesta, así que déjame salir.

JIMENA.- No se burle de mi.

NUNILA.- Bueno, pero te digo que me dejes.

JIMENA.- Pues dime al menos por qué te buscan.

NUNILA.- No quiero. Déjame salir.

JIMENA.- … pues no te dejo.

NUNILA.- No juzgues que tienes más fuerza que yo.

JIMENA.- Siempre una campesina tuvo más fuerza que una castellana.

NUNILA.- Si tu eres campesina yo soy Abd al Rahmán. Mira tus manos…

JIMENA.- A ver las suyas…

NUNILA.- Aquí están…

(…)

JIMENA.- …¿eso es sangre?

NUNILA.- Posiblemente.

JIMENA.- ¿De qué…?

NUNILA.- (En serio) Puede ser de niño recién nacido… De nonato muerto dentro de su madre… O de doncella desvirgada por algún diablo…

JIMENA.- Ahora hablas en serio…

NUNILA.- ¡Bien! ¿Ves como sí puedes fiarte de tus ojos? Y no de las patrañas que oyes por ahí.

JIMENA.- ¡Será mejor que me vaya…!

(Intenta salir)

NUNILA.- ¡Espera! Ahora soy yo la que no te quiere dejar salir.

JIMENA.- ¡Déjame!

NUNILA.- ¿Ahora tienes prisa?

JIMENA.- ¡Suéltame!

NUNILA.- ¡Cuidado! ¡Vigila la coruxa!!

JIMENA.- ¡Eres una bruja del demonio, como decía el obispo!!

NUNILA.- ¡Ese sí que es un encantador de diablos!

JIMENA.- ¡Suéltame!

NUNILA.- ¡Ni lo pienses hasta que no pienses con más calma…!

JIMENA.- ¡Te lo digo por última vez: déjame ir…!

NUNILA.- No puedo arriesgarme a dejarte salir.

(Perros. Ladridos de perros. Muchos y acercándose…)

(…)

JIMENA.- ¡Perros!

NUNILA.- …Tranquila. Es a mí a quien buscan…

JIMENA.- ¡Vamos al corral, rápido, allí no se distinguen olores!

NUNILA.- … a ti también te buscan, por lo que veo…

JIMENA.- ¡Seguro que son los soldados del obispo… Vamos…!

NUNILA.- Aguarda, ya están ahí. No podemos salir. Escóndete tú aquí. Saldré yo… nada ganamos con entregarnos las dos… No hagas ruido y mírame: confía en mí…

JIMENA.- ¡…No, espere la señora! No salga. No haga nada. Aguardemos a ver su obra… A lo mejor pasan de largo. Guardémonos detrás deste pollete.

NUNILA.- Está bien. Silencio…

(Súbitamente los perros callan. Silencio)

JIMENA.- ¡Mal pecado! Se han callado todos. Esto no me gusta…

NUNILA.- Silencio. Toca ahora esperar, y escuchar…

JIMENA.- Tranquila la veo, si la buscan los del obispo.

NUNILA.- Shh, silencio.

JIMENA.- ¡Ay, Santa Pupila, tengo ganas de llorar…! No veo nada. Y nada se oye… ¿salgo?

NUNILA.- No. Están ahí fuera todavía…

JIMENA.- ¿Cómo lo sabes…? En serio: ¿…eres aojadora?

NUNILA.- Shh! Habla más bajo.

JIMENA.- …bueno, si hay perros ya nos han olido, así que…

NUNILA.- ¡Silencio, oigo algo!

(Entra BASTIÁN muy lentamente, acaso con espada…)

JIMENA.- (Por gestos) ¿Qué hacemos?

NUNILA.- (íd) Ha entrado alguien en la choza. Silencio. Espera.

JIMENA.- (íd) Me voy a asomar por el lado del pollete a ver si veo algo.

NUNILA.- (íd) ¡Ni se te ocurra! A lo mejor se va. Espera, quédate quieta y ni respires.

JIMENA.- (íd) Me estoy poniendo tan nerviosa que tengo ganas de gritar. Es mejor asomarse, y ver aunque nos vean, que esperar aquí a que alguien nos clave una pica en la barriga por sorpresa.

NUNILA.- (íd) Tranquila.

JIMENA.- (íd) Anda y que alguien te arranque ese cuajo que tienes. Yo voy a mirar.

(Se asoma muy lentamente y sus ojos se clavan en los de Bastián, que la mira también de hito en hito. Pausa)

JIMENA.- Hm…

BASTIÁN.- Buenas tardes, mujer.

JIMENA.- (A Nunila) Es un hombre. (Pausa)

Asómese, señora, que enemigo no parece…

NUNILA.- (A Jimena) ¿Es soldado?

JIMENA.- ¿Es soldado?

BASTIÁN.- No… bueno, sí…

JIMENA.- (A Nunila) … tal vez…

NUNILA.- (A Jimena) ¿Sirve al rey?

JIMENA.- Al rey, ¿le sirve?

BASTIÁN.- ¿Yo…? No… o sí, en cierto modo…

JIMENA.- Es un hombre algo indeciso…

NUNILA.- ¿Y al obispo?

JIMENA.- ¿Y al obispo?

BASTIÁN.- Al obispo, no.

JIMENA.- Al obispo, no.

NUNILA.- Algo es algo…

(Nunila se asoma también)

NUNILA.- Buenas tardes si viene en son de paz, y malas sean si busca nuestro daño.

BASTIÁN.- No busco yo el daño de mujer alguna… Al contrario, intento siempre ayudarlas…

JIMENA.- ¡Muy bien dicho! ¡Así se habla…!

NUNILA.- Preséntese el caballero que llega a casa ajena.

BASTIÁN.- Pobre casa para dos mujeres, y una tan bien ataviada…

NUNILA.- Cuestión que no es de su incumbencia.

JIMENA.- ¿Acaso voy yo mal ataviada, buen mozo?

BASTIÁN.- Disculpen, las dos. Soy Bastián, hijo de Rodrigo.

NUNILA.- ¿Qué Rodrigo? Porque rodrigos hay muchos por el mundo.

BASTIÁN.- Rodrigo Abravanel de Toledo.

JIMENA.- Ni se dónde está eso…

NUNILA.- (Con cierta sorpresa) ¿De Toledo!?

BASTIÁN.- De Toledo.

JIMENA.- ¿Qué pasa en Toledo? ¿Tienen los hombres tres piernas en Toledo?

NUNILA.- Toledo está muy lejos y es una ciudad árabe, por eso me ha extrañado.

JIMENA.- Ah…

NUNILA.- Eres musulmán.

BASTIÁN.- No.

NUNILA.- ¿Bereber?

BASTIÁN.- Tampoco.

NUNILA.- Cristiano.

BASTIÁN.- Tampoco.

JIMENA.- Judío.

BASTIÁN.- …tampoco.

NUNILA.- Eres sólo Bastián, hijo de Rodrigo

BASTIÁN.- …y no siempre…

JIMENA.- ¡Vamos allá! ¡Otro que no quiere hablar! Hoy es el día de los misterios. (¡Ay, carallo, por qué no me quedé en mi casa!) Una hechicera que no es bruja, uno que no es siempre lo que es, y yo, que ya no se quién soy. Vaya trío.

BASTIÁN.- ¿Hechicera?

NUNILA.- No le hagas caso…

JIMENA.- Decid al menos qué edad tenéis…

BASTIÁN.- La suficiente.

JIMENA.- Ya…

NUNILA.- ¿Y esos perros que ladraban?

BASTIÁN.- Míos son.

JIMENA.- (Mirando por el ventanuco) ¡Santa Méntula bendita, qué jauría! ¿Cuántos son?

BASTIÁN.- Treinta y dos. Y una perra va preñada.

JIMENA.- ¿Y para qué tantos?

BASTIÁN.- Me defienden. Para mí son más que mi familia.

NUNILA.- Eso se nota…

BASTIÁN.- Pero me obedecen en todo. No hay peligro.

JIMENA.- ¡Pues menos mal! (A Nunila) Seguro que a éste persíguenle también, me lo da la nariz.

NUNILA.- (A Jimena, por el penetrante olor de Bastián) A mí en la nariz me da otra cosa…

JIMENA.- (A Nunila) Pues yo no lo noto…

NUNILA.- (A Jimena) Pues suerte que tienes…

BASTIÁN.- Os juro que nada tenéis que temer de mí.

JIMENA.- Eso dicen todos los hombres al principio… aunque eres tú muy joven, a pesar de la barba… mitad hombre y mitad niño.

BASTIÁN.- Los hombres deben serlo enteros aún cuando son niños.

JIMENA.- Tú eres diferente a todos los que yo conozco.

NUNILA.- ¿Conoces muchos?

JIMENA.- …Los suficientes, como los años de este mozo.

BASTIÁN.- ¿Tenéis agua?

JIMENA.- Si…

BASTIÁN.- Traédmela…

(Pausa)

BASTIÁN.- … si no os incomoda…

JIMENA.- No, voy a buscarla.

NUNILA.- No, iré yo.

JIMENA.- No se preocupe, no pienso escaparme.

NUNILA.- Ten cuidado: en las noches sin luna se hacen las almas más sombrías.

JIMENA.- Volveré en seguida.

NUNILA.- Creí que querías irte…

JIMENA.- ¿Yo…? Será un placer servir bien a este joven.

(Sale) (Pausa)

BASTIÁN.- ¿Sabéis leer?

NUNILA.- Y escribir. En árabe, latín, romance y griego.

BASTIÁN.- Demasiadas lenguas para decir siempre lo mismo.

NUNILA.- No todos los hombres tienen la misma capacidad de entendimiento.

BASTIÁN.- Pues afirman muchos que las mujeres la tienen menor aún.

NUNILA.- Demasiadas lenguas. ¿Y a dónde vas, si se puede preguntar sin ofender a un hombre?

BASTIÁN.- A buscar al rey Vermudo[iv] para servirle de soldado, y llegar a caballero.

NUNILA.- ¿Y para servir a ese reyezuelo del fin del mundo has abandonado Toledo?

BASTIÁN.- Si… (Se acerca y mira por el ventanuco) Es cierto… Me dijeron que aquí veíase a dios al ponerse el sol.

NUNILA.- Yo al ponerse el sol veo al sol ponerse.

BASTIÁN.- No sois muy religiosa.

NUNILA.- ¿Quién lo ha dicho? Sí que lo soy.

BASTIÁN.- ¿En serio?

NUNILA.- En cualquier caso no os importa. ¿Te quedarás a pasar la noche?

BASTIÁN.- Pensé en ello cuando vi la cabaña, pero si os molesta, seguiré.

NUNILA.- A mi no. Y voy a buscar a Jimena, que ya tarda.

BASTIÁN.- A lo mejor no vuelve.

NUNILA.- ¿Por qué lo dices!? ¿¡Por los perros!?

BASTIÁN.- No. Porque parecía teneros miedo.

NUNILA.- No creo que se haya ido… ¡Jimena…! ¡Jimena…! Ayúdame a buscarla… ¡Jimena! Es mejor que no se vaya, créeme… ¡Jimena! (A Bastián) ¿No me vas a ayudar…!?

BASTIÁN.- No, porque no se ha ido…

(Entra Jimena)

JIMENA.- ¿Por qué tantas voces, señora? ¿Creía que me había escapado?

BASTIÁN.- Mis perros ladrarán a cualquiera que llegue o que se vaya.

JIMENA.- Aquí está el agua, buen mozo.

NUNILA.- Me preocupa que te vayas en lo oscuro, pero más que te lleves oscura la cabeza.

JIMENA.- (A Bastián) ¿Ves como habla siempre con palabras de bruja?

BASTIÁN.- ¿Qué quiere decir llevar oscura la cabeza?

NUNILA.- Para explicarlo tendría que contaros una historia muy larga.

JIMENA.- ¡Muy bien! A mí me gustan los cuentos, y de noche, ¿qué mejor podemos hacer? …aunque estando aquí don Bastián también podemos pensar en otras diversiones…

BASTIÁN.- …empecemos primero con la historia, que es bueno hablar para conocerse …

JIMENA.- ¡Ya decía yo que era distinto a todos los que yo conozco! ¡Aunque buen mozo sí lo es! ¡Bueno: cuente pues!, que el silencio sienta bien sólo a los muertos, y que sea ya lo que dios quiera… me quedo a oír la historia de la bruja…

[NUNILA.- ¿No te incomoda entonces que él pase aquí la noche con nosotras?

JIMENA.- No lo creo. ¿Don Bastián piensa incomodarme?

BASTIÁN.- Prometo que no tendréis queja de mí.

JIMENA.- Buena respuesta.

BASTIÁN.- Pues nunca mujer alguna se quejó antes de Bastián, aunque su caballerosidad creció siempre en su ausencia.

JIMENA.- ¡…uy, carallo! Si empiezas tú también con acertijos, me voy.

NUNILA.- Ahora es él quien habla como bruja, o como fraile…

BASTIÁN.- Como fraile no. Habría que quemar a todos los frailes. Sentémonos.

JIMENA.- ¡A todos no! Que muchos hay que dan gran beneficio…

NUNILA.- ¿Qué gran beneficio te dan a ti los hombres de dios, Jimena?

JIMENA.- Cosas mías.

BASTIÁN.- Pues por mí, fraile que viera, a la hoguera. Y rabino que apareciera, a la hoguera. Y almuédano que a rezar llamera, a la hoguera. Y acabábase un problema. Y las mujeres, calladitas.

NUNILA.- Me sorprende, señor Bastián… tan grandes problemas en alguien tan joven provocan mi interés…

JIMENA.- Si el cuenta los suyos, yo también.

BASTIÁN.- Tal vez lo haga. Pero habéis de jurar que no saldrá de aquí.

NUNILA.- Yo pido lo mismo, y lo juro.

JIMENA.- ¿Y qué gracia tiene entonces…? No, yo, jurarlo, no lo juro…

BASTIÁN.- Entonces no lo cuento.

NUNILA.- Ni yo.

(…)

JIMENA.- ¡Ay, Santa Maraña…! me habeis picado… lo juro.

NUNILA.- Pues para mejor pasar tanta palabra como se nos viene encima… algo truje yo de comer y de beber…

JIMENA.- ¡Esto es vino!

NUNILA.- Y bien bueno. Y por empezar la historia, os diré que me llamo Nunila, hija de Diego, soy noble y nací en Ronda… Pero mucha gente me conoce como Ass’ma al Zahra bint Sufiyya al Rundi, que quiere decir Asama la Resplandeciente –esto era de joven- hija de Sufiya la de Ronda…

JIMENA.- ¡Con razón!

BASTIÁN.- ¿Con razón qué?

JIMENA.- Con razón es bruja… todos los moros lo son un poco… si no, no hubieran podido tomar la ciudad del Apóstol hace dos años…

NUNILA.- No. Yo fui bautizada cristiana…

JIMENA.- Entonces peor!

BASTIÁN.- Abandonar a Cristo por Mahoma es un crimen horrible…

JIMENA.- ¡Exacto!

BASTIÁN.- …para algunos cristianos, sobre todo los nobles. Aunque a mí me da lo mismo.

JIMENA.- ¿No os parece desleal dejar a los tuyos para irte con los otros?

BASTIÁN.- No cuando los míos me tratan peor que los suyos.

JIMENA.- Algo les habréis hecho a los vuestros para que os vean como dellos.

BASTIÁN.- Algo imperdonable hice, sí, ya no se bien a quién… pero no fue culpa mía…

NUNILA.- Cuando acabéis la plática, avisadme, y sigo con mi historia.

BASTIÁN.- Perdonadnos. A Jimena no le enseñaron modales, como a la mayoría de las mujeres…

NUNILA.- Peor es que pudiendo tenerlos los olviden, como la mayoría de los hombres…

BASTIÁN.- No me daré por aludido…

NUNILA.- Allá vos. Pues os decía que mi padre era caballero cristiano, arriano, de los que creen que dios es uno y no tres que son parientes y a la vez distintos pero iguales -habrase visto memez semejante -, y su familia vive en Ronda hace más de doscientos años…

JIMENA.- ¡Yo soy una ignorante! Y no se bien…

BASTIÁN.- Pues cállate y aprende.

JIMENA.- (…)

NUNILA.- Y habíase casado joven, mi padre, con una mujer mayor que él y a la que no quería.

JIMENA.- ¿Pues que era tullida?

NUNILA.- No…

JIMENA.- ¿Fea como una mona?

NUNILA.- No…

JIMENA.- Entonces, ¿por qué no la quería?

NUNILA.- Quiero decir que no la amaba…

JIMENA.-…eso no lo entiendo bien… soy una ignorante…

BASTIÁN.- Y que lo digas… el amor es un sentimiento puro y elevado que nace en los castillos nobles y podridos… más tarde te lo explico…

JIMENA.- Gracias…

NUNILA.- ¿Puedo seguir…? Gracias. Pues aún sin amarse tuvieron seis hijos, que una cosa es el amor y otra la coyunda, diga lo que diga quien lo diga…

JIMENA.- …ah…!

BASTIÁN.- No le hagas caso… inventan cosas que nadie ha visto nunca, para confundir a las personas…

JIMENA.- ¿Por qué?

BASTIÁN.- Es un misterio… tal vez la señora nos lo explique…

NUNILA.- Si dejáis de parlotear como comadres estoy dispuesta a intentarlo[, y seré breve, pero como volváis a interrumpirme una vez más, se acabó la historia…

JIMENA.- Eso pasa por hablar cosas que no se entienden…

BASTIÁN.- Las ideas hay que decirlas cuando se las piensa… pero intentaremos no interrumpiros más, ¿verdad, Jimena?

JIMENA.- Lo intentaremos…

NUNILA.- Bueno] …Pues decía que cuando Diego, mi padre, tenía aún veintiséis años y seis hijos, llegó a la villa una delegación del Califa de Córdoba, Abd-al-Rahmán[v], portadora de nuevas leyes. Y en ella venía Sufiyya, mi madre, una de las seis esposas del emisario del califa, y una de las mujeres más hermosas de toda al-andalus. Cuando mi padre la vio por vez primera, contome luego muchas veces, sintió amor. Es decir, una emoción que nunca antes supiera. Una atracción, un deseo, sí… pero a la vez la intuición de algo próspero, me dijo, de algo bueno y diferente a cuanto había conocido…

JIMENA.- Vamos, que la moza entrole bien adentro por los ojos…

NUNILA.- Bien adentro. Sufiyya había heredado de su padre la afición a la medicina. Sabía leer y escribir en griego, árabe y latín… [Gustaba de estudiar, observar, y razonar con otros sabios, todos hombres, dejándolos asombrados por sus conocimientos, y] corriendo grandes riesgos, pues los malequíes, que son como los obispos cristianos, en lo bueno y en lo malo, no permitían que una mujer demostrara tanto seso. [Por eso el propio hijo del califa, el príncipe Hakam, tuvo que salvarla enviándola fuera de Córdoba, como regalo para el nuevo gobernador de Ronda, a quién mucho le complugo tal presente…] Y os ahorraré los detalles, pero el caso fue que al cabo de nueve meses, mi padre y mi madre huyeron de Ronda para establecerse juntos en Toledo[vi], pues llegó una persona empeñada en denunciarlos públicamente, que era yo… En Toledo viví los trece primeros y más felices años de mi vida, mientras mi madre nos enseñaba, a mi padre y a mí, a leer y a escribir en varias lenguas… y si todas las mujeres supieran y pudieran enseñar esto, pues son las amas de los niños, bien distinto sería el mundo que tenemos… Della heredé también su afán por el estudio y la medicina; y de mi padre su calma y su extraño sentido del humor; y de ambos el convencimiento de que el conocimiento y la capacidad de pensar por sí mismo son los más altos poderes a los que puede aspirar una persona…

BASTIÁN.- Después de un castillo sabiamente gobernado y un buen grupo de soldados…

NUNILA.- Antes. Sin embargo Barak Ibn al-Qassam, gobernador de Ronda, era un hombre con tanta memoria como capacidad de rencor, así que en cuanto oyó los rumores de una mujer sanadora mandó a diez soldados a investigar, de modo que una noche llegaron se a casa a pidiendo ayuda para uno de ellos que estaba enfermo, y Diego les franqueó la puerta. Cuando mi madre salió a ver quién era habían ya degollado a mi padre y a nuestros dos criados. Milagro fue poder nosotras escapar, y no milagro, sino la ayuda de unos judíos amigos, a través de cuyos pasadizos huimos con lo puesto, abandonando libros, ropas, joyas y enseres en la casa. El gobernador de Toledo atreviose sólo a darnos caballos para huir, pues no se aventuraba a protegerla abiertamente… Un hombre puede tener varias mujeres, e incluso regalar una de ellas si le place…

BASTIÁN.- Pero una mujer no…

NUNILA.- Sí que puede, lo que no puede ocurrir es que se sepa. Los hombres, en privado, pueden aceptar tantas cosas como las mujeres, pues el alma de ambos es igual… pero es su estúpida ceguera, su miedo irracional y absurdo al resto del clan, a la opinión de su tribu, lo que los hace comportarse como asquerosas bestias insensibles y crueles, peores a veces que las hienas…

(Pausa)

BASTIÁN.- Cierto… quiero decir… que los hombres a veces son crueles… Pero si hubierais tenido un buen grupo de soldados y la protección de un castillo esto no os hubiera sucedido…

NUNILA.- Fue porque un imbécil tenía todo eso que esto me sucedió.

BASTIÁN.- Tenéis que contar con que los imbéciles existen, me temo.

NUNILA.- Mi madre volvió a Córdoba, me dejó al cuidado de Al-Zubaidi, preceptor del príncipe y huyó, pues creía que su presencia me acarrearía problemas… me dejó sólo una larga carta en la que me decía muchas cosas… que volveríamos a vernos… que no dejara de estudiar, que tuviera cuidado con los hombres, que los había malos y menos malos… e incluso me confesaba historias y aventuras que nunca jamás me había contado… una larga carta que llevo siempre encima y que me estudio aún como los libros de los griegos… Desde ese día nunca más volví a saber de ella, aunque siempre he sentido que algo parecido a su espíritu me acompaña… Zubaidi se dedicó a consolarme durante el resto de su vida, diciéndome que volvería, pero yo se que algo grave le sucedió a poco de salir de Córdoba porque, como decía Jimena, el silencio sienta bien sólo a los muertos…

(Pausa)

 

(Suenan grandes golpes en la puerta) (Silencio sepulcral…)

JIMENA.- ¡Santa Germana…! Tu madre, Nunila… es su espíritu que viene…

NUNILA.- ¡Shh! Qué madre ni qué alcábala. ¡Silencio…!

JIMENA.- ¡Ay, San Condumio!! ¿Qué puede ser, si no, que no hayamos oído llegar…!? ¡Es su espíritu…! ¡Ay, dios mío…!

NUNILA.- ¡Habla bajo! ¿Qué necesidad tiene un espíritu de llamar a la puerta, Jimena? No le temo yo a las almas sin cuerpo, y sí a los cuerpos desalmados…

BASTIÁN.- Mis perros desde luego ladrarían a cualquier cosa de carne y hueso que se acercase…

(Llaman a la puerta)

JIMENA.- ¡Ay, Santa Rosca, se me ha puesto un nudo aquí…!

NUNILA.- Don Bastián, no empieces tú también con los espíritus.

BASTIÁN.- Fuera de eso no se qué puede ser…

JIMENA.- ¡Ay, San Falopio!

NUNILA.- ¡Para ya con tanto santo!

JIMENA.- ¡Ay, Santa Pandorga, en vilo estoy! ¡Y a ti te veo serenísimo ante un ánima que llama…!

BASTIÁN.- La calma ayuda al pensamiento, eso lo sabe cualquier hombre…

NUNILA.- Y cualquier mujer que piense, que no son todas… Don Bastián, tanto a Jimena como a mí nos buscan y no queremos ser encontradas…

(Golpes en la puerta)

JIMENA.- ¡Ay! ¡Deste que llama, creo yo, nadie puédese esconder…!

NUNILA.- …Vamos a intentarlo, ¿eh?… más que nada por si acaso… por si no fuera un muerto ni un espectro, que también pudiera ser…

JIMENA.- No creo, pero bueno… ¡ay Santa Atalaya…! Desde aquí otearemos lo que pasa…

BASTIÁN.- De acuerdo. Escóndanse ahí las dos mujeres, y no hagan ningún ruido. Iré a ver quién es… O qué es…

(Sale) (…) (Entra)

BASTIÁN.- Si no vuelvo, mañana dad de comer a mis perros…

JIMENA.- ¡Ay, San Balano mártir, ayúdanos!

(Sale)

NUNILA.- ¡Silencio! ¡No hagas ningún ruido!

JIMENA.- (Por gestos) ¿Qué hacemos?

NUNILA.- (íd) Esperar.

JIMENA.- (íd) Me estoy poniendo tan nerviosa que tengo ganas de gritar, como antes. ¿Tú crees que será la santa compaña? Dicen que por las noches sin luna recorre los montes buscando gentes…

NUNILA.- (íd) Tranquila. Dicen tantas cosas, pero yo creo que la mayoría son fantasías de la gente ignorante…

JIMENA.– O igual es un muerto que vivía en esta casa, o sea, que vivía cuando vivo, y murió luego y es su fantasma, ¿no crees?

NUNILA.– Pues no mucho, la verdad.

JIMENA.- (íd) Me voy a asomar por el hueco de la pared a ver si veo algo.

NUNILA.- (íd) Buena idea. Vamos a ver qué sucede. Esto es muy extraño, pero no hagas ruido, por si acaso…

JIMENA.– (íd) ¡Ahí está Bastián! (En voz baja) ¡Ahí está Bastián!

NUNILA.– (En voz baja) ¿Y hay alguien más?

JIMENA.- (íd) Muy oscuro está… no se ve bien…

NUNILA.- Déjame ver…

JIMENA.- Creo que está hablandose con alguien, pero yo sólo veo una sombra… muy alta…

NUNILA.- Déjame ver…

JIMENA.- ¡Se inclina Don Bastián! Se pone de rodillas… ¡Por Santa Mondaría! ¡Está hablandose con el fantasma de un niño! ¡Por Sanjesucristo!

NUNILA.- ¡Déjame ver…! Eso no es un niño… no veo bien qué es…

JIMENA.- ¡Por Santa Tusona, Santa Rabiza y Santa Bagasa! ¡Socórrenos San dios! ¡Es el fantasma del niño del rey!

NUNILA.- ¡Silencio…! … ¿¡Sabías lo del rey!?

JIMENA.- ¡Todo el mundo lo sabe! Ofrecen recompensa a quien te denuncie. ¡Lo que me faltaba, que me encontraran en compañía de una convicta, y medio bruja!

NUNILA.- ¡Yo no soy culpable de nada! ¡La culpa es del rey Vermudo y del obispo…!

JIMENA.- ¡Tú arréglalo encima! Si lo dices más alto, además del caldero quizás te corten la cabeza! ¡Y a mí el rabo!

NUNILA.- ¡No grites! Todavía no nos han encontrado…!

JIMENA.- El espíritu del niño del rey te persigue… porque eres bruja… Está ahí en la puerta… hablando con Don Bastián…

NUNILA.- ¿Tú eres cristiana?

JIMENA.- ¿…por qué tardará tanto…? ¡…Santa Rodona del Monte… ay… ¿y si Don Bastián es también un espíritu…?

NUNILA.- San Bonifacio[vii] dice que no es digno de cristianos el creer en brujas ni aparecidos…

JIMENA.- (Sale corriendo)

NUNILA.- ¡Vuelve!

JIMENA.- ¡Bruja!

(Entra Bastián)

BASTIÁN.- ¡Alto ahí! ¿Dónde vas tan corriendo?

JIMENA.- A ningún lado… ¿…Eres un espíritu?

BASTIÁN.- ¿Yo? Qué más quisiera. No, por desgracia tengo cuerpo.

JIMENA.- ¿Y el que ha llamado…?

BASTIÁN.- Se ha ido.

JIMENA.- Era el espíritu de un niño muerto, ¿verdad?

BASTIÁN.- …Era el espíritu de un niño muerto… verdad…

JIMENA.- ¿Ves!? ¡Tenía yo razón! Viene a por ella… ¡ella mató al hijo del rey, y por eso está aquí escondida…! Es culpable y la andan buscando y nos va a llevar a todos a la perdición…

BASTIÁN.- Cálmate, Jimena. El espíritu o lo que fuera ya se ha ido, ¿comprendes? Ya no está. Estamos a salvo. Por ahora y hasta el amanecer no hay nada que temer. ¿Me entiendes…?

JIMENA.- ¿Y dónde se fue el espíritu?

BASTIÁN.- Se fue a comer algo. Tenía hambre. Yo le dije que aquí ya no quedaba butifarra…

NUNILA.- Don Bastián, ¿quién ha llamado a la puerta?

BASTIÁN.- Ya se lo ha dicho Jimena, ¿no? El espíritu de un niño ha venido a saludar…

NUNILA.- ¡Bastián…!

BASTIÁN.- …pero ha dicho que no nos preocupemos por nada, y que nos mantengamos juntos, que él vigila… junto con mis perros…

JIMENA.- ¿Es verdad eso? O me estás engañando…

BASTIÁN.- Mírame a los ojos…

JIMENA.- ¡…no! Así me embaucó Nunila… ¡!…ahora lo entiendo todo…! tú eres un espíritu convocado por un hechizo de esta bruja, para que yo no me marchara…

NUNILA.- ¡Por favor…!

JIMENA.- …y por eso dices ahora que te mire a los ojos… ¡ay, Santa Daifa, líbranos del peligro…! ¡No te acerques…!

BASTIÁN.- Jimena, estás como una cabra… cálmate…

JIMENA.- ¡No os acerquéis!

BASTIÁN.- No tienes de qué preocuparte. Yo no soy un espíritu…

JIMENA.- Sí que lo eres…

BASTIÁN.- …Tócame. ¿Ves? esto es carne y esto es hueso… y esto es un brazo, igual que el tuyo… y este el otro…

JIMENA.- ¡¡Ay…!! (San Todo el Santoral, líbranos de todo mal…)

NUNILA.- ¿Qué ha pasado?

JIMENA.- No es un espíritu…

NUNILA.- Vaya, menos mal…

JIMENA.- Es un demonio…

NUNILA.- …mujer, con la alegría que me habías dado… a ver… ¿en qué le notas tú que es un demonio?

JIMENA.- En que es un hombre pero tiene pechos.

NUNILA.- ¿Cómo?

JIMENA.- Sí. Se los he tocado…

BASTIÁN.- Está muy alterada…

JIMENA.- Tiene pechos, dos. Y bien grandes… en el mismo lugar que nosotras, que no los tiene en otro…

NUNILA.- No puede ser… te has engañado…

JIMENA.- ¡Te digo que los tiene! Y no me engaño fácilmente yo en esta materia…

NUNILA.- Pero mírale la barba…

JIMENA.- ¡Pues ahí está…! …es un demonio…

BASTIÁN.- No le hagas caso, el susto le hace creer cosas extrañas.

(…)

NUNILA.- …pues para dejar de creer cosas extrañas, nada mejor que meter las manos en las llagas… no os importará, supongo, don Bastián…

BASTIÁN.- ¿Qué vais a hacer?

NUNILA.- Asegurarme por mi misma, tocándoos, y mostrarle luego vuestro velludo pecho a esta cándida mujer…

BASTIÁN.- ¡Me niego a ser examinado como un carnero por las locuras de una orate!

JIMENA.- ¡Demonio!

NUNILA.- Si te resistes aún conseguirás que la crea… y será apenas un momento, joven Bastián…

BASTIÁN.- ¡No permitiré que mi dignidad quede ultrajada!

NUNILA.- ¡Uy! La dignidad cicatriza en menos de nada…

BASTIÁN.- Os advierto que lucharé…

NUNILA.- Y yo que igual te tocaré… ve por ahí, Jimena…

BASTIÁN.- No se os ocurra ponerme la mano encima…

NUNILA.- No seas tan vergonzoso…¡agárralo!

JIMENA.- ¡Aquí lo tengo!

NUNILA.- Don Bastián, no tengas miedo… calma… cómo son estos hombres…

BASTIÁN.- ¡Dejadme, harpías…!

NUNILA.- ¡Bastián, calma, Bastián! ¿Estás loco? Bastián… Bastián… ¿…Bastiana?

(…)

JIMENA.- ¿Ahora me crees?

NUNILA.- Si.

JIMENA.- ¿Y qué hacemos ahora?

NUNILA.- Nada. Simplemente el que venía disfrazado de hombre ahora sabemos que es mujer…

JIMENA.- ¿No crees que sea un demonio?

NUNILA.- Las hembras cada día estamos peor vistas, desde luego, pero de ahí a decir que es un demonio… Es como tú y como yo, nada más…

JIMENA.- ¿Tú crees…?

NUNILA.- Igual.

JIMENA.- Igual no…

NUNILA.- …cierto… tampoco son tan grandes…

JIMENA.- …la venda me hizo ponderarlos en exceso. Más bien son algo escasitos…

NUNILA.- Perdónanos… a mí me engañaste hasta el último momento… no creía que pudiera ser verdad…

BASTIANA.- Yo sería un buen hombre, si me dejaran…

JIMENA.- …a mí me gustabas… antes… ahora ya… no…

BASTIANA.- Pues soy el mismo. La misma.

JIMENA.- Ya, pero antes era diferente…

NUNILA.- ¡Poderes de la mente! En verdad te felicito por un disfraz tan convincente… parece magia… ¡no! No… mejor será dejar la magia fuera…

JIMENA.- ¿Lo dices por mí? ¿Crees que soy una simple que se cree todo lo que oye!?

BASTIANA.- Mas o menos…

NUNILA.- ¡Haya paz! Ahora que el sosiego ha venido a visitarnos, seamos buenos anfitriones…

BASTIANA.- Quiere decir que no grites, Jimena. Y que aunque estés nerviosa, te lo calles…

NUNILA.- La calma ayuda al pensamiento… Y a la charla, dado que Bastiana tiene mucho que contarnos… ¿verdad, Jimena?

BASTIANA.- Mucho menos que otras acusadas de matar al hijo de un rey.

JIMENA.- …Eso es verdad. Nos pones en peligro a todos… bueno, a todas…

BASTIANA.- (A Nunila) Tal vez la que debiera marcharse desta casa eres tú.

NUNILA.- …está bien: acabaré rápido mi historia… y después quiero oír las vuestras… Y si es necesario me iré luego.

BASTIANA.- De acuerdo.

NUNILA.- El caso es que, siguiendo los pasos de mi madre, me convertí en la sanadora –¡no en la bruja!- más respetada de la corte del Califa… y por eso no quiero que nadie te llene de sombras la cabeza, Jimena, pues nada hay de sobrenatural en mí o en mi trabajo… qué más quisiera… aunque lo digan un rey o un obispo… que no son precísamente unas lumbreras…

BASTIANA.- Ceñíos a la historia, señora Nunila…

NUNILA.- Ya voy… (cuerpo de mujer, pero modales de hombre…) Hace seis años, cuando el General Abú Amir, al que aquí llamáis Almanzor, se alzó con el poder a la muerte de Al-Hakam[viii], huí de Córdoba, donde la corte perdió interés en el curar heridas al descubrir que era más rentable producirlas. Y víneme al convento de San Salvador de León, donde a cambio de abrir un hospital –al estilo árabe- me había ofrecido acomodo la abadesa Elvira, a la que conocí en Córdoba cuando curamos de su gordura al rey Sancho[ix]. Y hace una semana fui llamada por el rey Vermudo a Santiago -donde estando de viaje habíasele puesto de parto una de sus concubinas, de nombre Áurea-, ya que a la ayuda habitual del palacio no se la podía llamar para no suscitar las iras de la Reina…

JIMENA.- Claro, menuda se pondría, con el genio que tiene… ¿y cómo hacen los árabes, que tienen tantas mujeres…?

NUNILA.- Los musulmanes ricos tiene varias mujeres, como aquí los cristianos, sólo que allá hácenlo a las claras y con reglas de por medio, y aquí a las oscuras y con más hipocresías.

BASTIANA.- Ceñíos a la historia, señora Nunila…

NUNILA.- Por supuesto, señor... Contaré los hechos: la criatura venía atravesada y de espaldas y la madre se desangraba. No había tiempo sino de actuar para salvar, con suerte, a una de las dos, y sólo a una… pero el rey quería saber el sexo de la criatura… pues si era varón, que viviera a costa de quien fuera… más si era hembra, que muriese con tal que la madre viviera… pues Áurea era una mujer realmente hermosa -de origen árabe, por cierto- de las que no es fácil encontrar dos por estas tierras…

JIMENA.- Claro, es lo que tiene ser rey, siempre atento a la descendencia…

NUNILA.- …Cíñome a la historia… Me negué, pero me obligaron. El rey andaba obcecado pues el obispo, protector de Áurea y de su hijo, predijo que dios enviábale un nuevo varón para que gobernara Gallaecia desde Santiago, separadamente de León, que sería para su otro hijo, y esa idea gustábales mucho a ambos, y ya eran viejos… Así que tuve que averiguar lo que el rey quería palpando a la criatura dentro del vientre de su madre… todavía me tiemblan las carnes recordándolo. Cuando ella se deshizo en sangre ya era tarde, mas intenté aún salvar a la criatura, pero cuando la saqué ya estaba muerta… Era un varón….

JIMENA.- Pero entonces tú no tuviste la culpa… cuando el niño viene mal dado… ni las brujas grandes lo consiguen… si es que son brujas, claro…

NUNILA.- Sí, pero el error lo cometí luego, pues acusé al rey en público de ser el causante de que fueran dos las muertes, y no una… Así que él me acusó de usar de brujería, y el obispo sentenció lo de siempre en estos casos: “Que juzgue diosMediante el caldero…”, y me encerraron hasta que dios tuviese un rato libre. Ayer engatusé a uno de mis guardianes con mis encantos –non se rían, que era hombre maduro, como yo-, cogí mis cosas, algo de comida y me eché al monte. Como suponía que me buscarían en dirección a León, víneme hacia el mar. Día y noche anduve sin parar, y llegué al amanecer a esta cabaña, donde me quedé dormida hasta que Jimena me despertó.

JIMENA.- Pero si eras inocente, Dios no habría permitido un gran mal irreparable en el caldero…

BASTIANA.- ¿Qué quiere decir eso?

JIMENA.- Que a lo mejor se hubiera quemado un poco, pero no se hubiera muerto…

BASTIANA.- Es decir, que no crees realmente que dios protege a esos inocentes…

JIMENA.- Hombre –perdón, mujer-, no digo yo eso… la protegerá un poco… el hueso y algo de carne, no se… la verdad es que siempre que lo vi hacer el reo se quemó como un cangrejo… también es que el agua esa está muy caliente, eh… mucho dios tiene que haber ahí para que salga una enterita…

BASTIANA.- ¿Entonces tú crees que todos los reos que viste eran culpables?

JIMENA.- Ah… no soy yo quien juzga… yo creo lo que dicen todos…

BASTIANA.- Que es lo que dice dios…

NUNILA.- (A Jimena) La única inocente aquí eres tú.

JIMENA.- …no… yo creo que soy también culpable…

BASTIANA.- Como Nunila, entonces, aunque quizás eso te salve…

NUNILA.- ¿Por qué dices eso?

BASTIANA.- El obispo ha interpretado tu huída como una confesión. Ofrece una recompensa en oro, -suficiente para que un aspirante a caballero se compre caballo y armas- y también una bula de perdón –que es muy útil para los culpables- a quien de la pista de la hechicera que mató al hijo del rey. Ayer lo oí al pasar por un lugar. Y los hombres del obispo estan muy cerca…

NUNILA.- ¿Me vas a denunciar?

BASTIANA.- Dime una cosa: ¿dónde está el poder que decías que da el conocimiento? ¿De qué le sirvió a tu madre? ¿O a ti, si no para acabar denunciada…? Bonita vida la vuestra… El leer no ayuda a nada, y menos aún a una dama… Todo lo que merece la pena puede aprenderse de palabra y los que leen, además… son gente rara…

NUNILA.- ¿Contarás tu historia?

BASTIANA.- Soy fiel a mi palabra. Pero mi cuento será mucho más breve, pues soy más joven y mas parca. Nací en Toledo, hace unos dieciocho años, me dijeron. A los trece frecuenté la sinagoga en secreto, disfrazada de muchacho y ayudada por un joven que de mi se había prendado. También yo lo estaba de él con toda el alma, y él me enseñó a leer… y juntos aprendimos a hacer otras muchas cosas. Nuestra ansia de saber y de vivir era espantosa, y devorábamos el mundo por los cuatro costados. Cuando al cabo de dos años mi padre me descubrió, casi me mata. Quedé marcada para todos como peor que una apestada. A mi amigo lo apartaron de mí e hicieron lo imposible por convencerle de mi grandísimo pecado. Y lo lograron… no ha vuelto a dirigirme la palabra. Hace un mes mi padre, ya viudo, decidió que ya era hora de casarme y me encontró un marido, uno bien gordo, pustuloso y de Bragança. Me molestó que fuera de Bragança y me escapé, pues tengo oído hablar de una castellana que regenta ejército propio acá en León. Y como quiera yo hacer lo mismo, para tener libre albedrío, vestime de hombre, disfraz que conozco desde niña y aquí estoy. Y ya está, esta es mi historia.

JIMENA.- Pues sí que has sido breve…

BASTIANA.- Pregunten lo que quieran saber.

JIMENA.- ¿En verdad era tan feo tu futuro marido?

BASTIANA.- No lo sé, no lo he visto en mi vida.

JIMENA.- ¿Entonces por qué has dicho que era gordo y pustuloso!?

BASTIANA.- Contómelo mi primo, que buscaba comerciar más con sus tierras, y para redondear el lote, vendíanme a mí como si fuera especia…

[NUNILA.- También dijiste al llegar que no eras judía…

BASTIANA.- Por prudencia lo dije, y por no importarme serlo.

JIMENA.- ¿Preferirías ser cristiana?

BASTIANA.- No. Ni musulmana. Dios habrá de ser de todos los hombres algún día, pero ese día yo ya no estaré, así pues no me preocupa. ]

NUNILA.- ¿Y aquel ansia de saber?

BASTIANA.- Murió.

NUNILA.- No lo creo… Tal vez esté enterrada. Pero esas ansias no mueren a tu edad…

BASTIANA.- Claro que no mueren. Son matadas.

JIMENA.- ¿Y de qué tienes ansias agora?

BASTIANA.- …No lo se… quizás de andar por lo alto de los montes, y ver ponerse al sol distinto cada día… de viajar y ver tierras diferentes… de cazar animales con mis flechas y de montar a un gran caballo galopando y sentir su cuerpo sudando y su olor entre mis piernas, y el viento en mis orejas, y salir al campo abierto y viajar durante días, y conocer muchos castillos, los castillos me apasionan y sus muros y el cómo hacer buenos los cimientos para que no puedan minar bajo las murallas, y cómo hacer los torreones para que resistan la lluvia y las tormentas, y quiero también construir puentes y torres y ballestas, y quiero decidir… y ser… No quiero ser mujer. También huí por eso.

NUNILA.- Pues vas a tener que estar la vida entera huyendo. ¿Dónde aprendiste todas esas cosas?

BASTIANA.- Con mis primos. Son hijos de un árabe casado con la hermana –pecadora- de mi padre, y moran en el alcázar, en Toledo, y escapabame yo allí a cazar y manejar el arco y las espadas. Aprendí mucho con los cuatro, y crié allí a mis primeros perros… pero hace tres meses de nuevo mi padre sorprendióme en un bosque yaciendo con Nuño, el más joven dellos, y decidió que habíase acabado esa vida tan aireada, como él la llama. Camino de Bragança me escapé con un caballo. Hace cuatro días maté a un hombre, pero entre tres más que había restantes me robaron la montura, y hasta acá arriba llegueme andando, pues quería ver el fin del mundo y lo que más allá se viera…

JIMENA.- ¿Y supones que te estarán buscando?

BASTIANA.- Si… Pero como no me encontrarán, mi padre darale al pustuloso a alguna de las tontas que tengo como hermanas, me desheredará y en paz con todo.

NUNILA.- ¿Y crees que siendo mujer puedes aparecer delante de un castellano a decirle me toma a sueldo como soldado?

BASTIANA.- Puedo acertar con una flecha en un ojo a doscientos codos de distancia. Tengo mi arco ahí fuera.

NUNILA.- La abadesa de León está buscando mujeres jóvenes y adelantadas para varios servicios en sus tierras, incluido el de defensa… sueña con una suerte de damas esprituadas y guerreras… tal vez os interese…

BASTIANA.- No, gracias. No resucitareis en mí el ansia del estudio. Mi camino va por otro lado.

NUNILA.- Todos los caminos llevan a algún lado, con tal de caminar el tiempo suficiente.

BASTIANA.- Palabras, pero el tiempo lo dirá…

JIMENA.- Pues a mí se me agotó ya el mío, y con tanto vino no me aguanto, así que…

NUNILA.- …Señora Jimena, mejor será, creo yo, hacer eso fuera de la cabaña…

JIMENA.- Pero si esto sirve a guisa muy bien de bacinilla…

NUNILA.- Aún así, yo gustaría que saliéramos todas, para ello, fuera de la casa…

JIMENA.- ¿Salir? ¿Ahora…? ¿…Y si vuelve el espíritu del niño?

BASTIANA.- Me dijo a mí que ya no volvería en toda la noche.

JIMENA.- ¿Seguro?

BASTIANA.- Te acompaño aún así, para que no tengas temores.

JIMENA.- …no… si temores no es que tenga… es así como un respeto solamente…

NUNILA.- No se tarden… por si acaso…

(Jimena y Bastiana salen)

JIMENA.- (off) ¡Señora Nunila! ¿Está bien aquí?

NUNILA.- ¡Un poco más lejos, si no le importa a su merced!

JIMENA.- (off) ¡Bueno…!

BASTIANA.- (off) ¡No te preocupes por los perros, sólo es curiosidad! Tampoco te van a comer ellos a ti. ¡Venid conmigo! (silbido)

JIMENA.- (off) ¡Ay, carallo, a mí no, más sí a lo que fue mío… quita de ahí, perro! ¿Y esto de salir, aún con el frío, son costumbres de su tierra, señora?!

NUNILA.- ¡Sí!

JIMENA.- (off) ¡Se conoce que al sur el aire es mas temprado!

NUNILA.- ¡Y que los árabes son más limpios…!

JIMENA.- (off) ¡Eso será, que aquí hasta la reina se yo que usa de la bacinilla para todo sin salirse de su alcoba! …¡Bastiana…! ¿dónde vas…?! ¡Bastiana…!

(Entra Jimena)

 

NUNILA.- ¿Se ha ido?

JIMENA.- No lo sé… entrose entre los árboles… sin decirme nada…

NUNILA.- ¿Y fueron sus perros con ella?

JIMENA.- Si…

NUNILA.- (…)

JIMENA.- ¿Crees que habrá ido a denunciar…?

NUNILA.- Recompensa de obispo y favor de rey es mucho para alguien que aspira a caballero…

JIMENA.- ¡Ay, Santa Tuerca, ayúdanos a obrar rectamente! No tenga miedo la señora… Ya está a punto de amanecer… dentro de nada habrá luz… y podremos irnos, y poner tierra por medio… No se asuste…

NUNILA.- Hay que esperar… Al principio de esta noche eras tú la que querías huir para ir a denunciarme…

JIMENA.- Sí… pero ahora no… le he tomado cariño… además, no se si podría, en mi situación…

NUNILA.- ¿Por qué te buscan a ti, Jimena? ¿Es tu hombre quien te ha dado ese golpazo?

JIMENA.- ¿Mi hombre…? Bueno, en cierto modo…

NUNILA.- ¿Y temes que suba a buscarte?

JIMENA.- No, señora, subir, no subirá…

BASTIÁN.- ¿Por qué estás tan segura?

JIMENA.- ¡Ay, carallo…! Bueno, voy le a contar mi cuento, que ignoro si será breve o luengo, pues cuando Jimena empieza a hablar, nunca se sabe…

(Entra Bastiana)

 

BASTIANA.- ¿Ibas a empezar a contar tu historia sin esperar a que volviera? No me parece justo…

JIMENA.- ¡Bastiana! ¿Dónde te habías metido?

BASTIANA.- Fui a estirar la piernas… y a otear el territorio. Se ha levantado algo de viento, y mis perros olían alguna cosa…

NUNILA.- Creímos que habías ido a denunciarme.

BASTIANA.- Aunque lo hubiese querido está oscuro todavía para bajar al pueblo… No. Subí al altozano, y vi hogueras de un campamento a no mucha distancia… y por mis canes se que es mi padre que está a punto de alcanzarme. Supongo que el rastro que dejan mis animales es fácil de seguir…

NUNILA.- Necesitarías un caballo para poder huir.

BASTIANA.- Apenas haya la suficiente claridad me pondré en marcha. No os preocupéis por mí… y aprovechemos este tiempo que nos queda, pues Jimena no puede marcharse sin contarnos su problema.

JIMENA.- Ahora lo contaré encantada. Lo primero es que no es verdad que tenga yo hombre fijo, señora, ni menos que me pegue, que no le dejaría yo a ninguno hacerme eso. Lo que sucede es que yo soy algo puta, como se suele decir, aunque a mí me gusta mas que me digan de moza del común, que es más bonito… Y además sucede que de un tiempo a esta parte algunas gentes empiezan a mirarme mal. Y la culpa de todo la tiene don Mezonzo, mal rayo le parta. Porque con el obispo anterior todo iba bien. La obispía nos ayudaba y nos protegía a las tres o cuatro que andábamos por ahí, como debe ser, que bien les servíamos con nuestro trabajo, y bien abundante que era, pues estando cerca el monasterio de Celanova, que non es de machos y hembras, como otros, pues ya pueden sus señorías imaginarse… Y es que yo creo que de todo tiene que haber en esta vida… y están las que les gusta el apaño de casadas, y tener un solo hombre, y servirle… o ayudarle, que tampoco digo yo que esté mal, y las que prefieren andar a su avío, sin que nadie les marque esto o aquello… y ganándose la vida honradamente, sin robar ni matar a nadie, con aquello que nos ha dado Dios para que tengamos gusto y alegría de vez en cuando… ¿no les parece a vuestras mercedes…?

NUNILA.- Bastante razón tienes en lo que dices.

JIMENA.- Pero de un tiempo a esta parte, desde que fue a la curia regia a León y conoció a alguno, se le ha metido el diablo en el cuerpo a este obispo, pues ha venido con la idea de que folgarse es gran pecado…! Y no sólo con mujeres libres como yo, sino que dice que incluso con la mujer de uno el contacto carnal, que así le llama, nos aleja de la salvación… que lo dijo nosequé Agustín[x], afamado como sabio, aunque para mi que es un idiota… Y claro, él mismo, el obispo, sufre mucho, pues que aún no es viejo y cada dos por tres está alejándose de la salvación con una servidora, o con otra, y luego me calienta la cabeza con teologías y tonterías…

NUNILA.- ¿Eres manceba de don Mezonzo?

JIMENA.- ¿Yo? Ni loca…

BASTIANA.- Pero te acuestas con él…

JIMENA.- Casi todas las vísperas… aunque a veces ni nos acostábamos y era todo de pie, que tenía mucho trabajo este hombre, y andaba siempre de acá para allá… Pero yo vivo bien a mi aire, eh, en mi casa, no en la suya, ni soy manceba de nadie…

NUNILA.- Pues ten cuidado, que el hombre que dice una cosa y hace otra no es de fiar.

JIMENA.- ¡Uy, bien que lo se yo! Pues ahora háceme la vida imposible…

BASTIANA.- ¿De qué manera?

JIMENA.- Pues verán: en esta comarca hay otras cuatro mujeres libres, como yo, cada una en su lugar, y los hombres nos conocían en nuestras moradas y cada una hacía su avío y su servicio. Ahora bien, parece ser que eso del enterramiento del santo Iago en el Campo de las Estrellas, que tanto repite el obispo, va sabiéndose por ahí fuera, y cada vez van acudiendo más hombres en traza de peregrinos… Y claro, todas tenemos más trabajo, tanto que algún vecino de la tierra ha llegado a quejarse, razonando que con tanto extranjero no hallamos hueco para ellos…

BASTIANA.- ¿Y es tanto así?

JIMENA.- ¡Qué va, que nosotras el hueco siempre lo hallamos, ha, ha, ha…! más tenía trazas de llegar a problema, y más que la Obispía va creciendo y el monasterio lo mismo, y casi todo lo que llega son hombres… Así pues, hablando un día con la moza de villa de Zacays, de nombre Belita, ocurriósenos, como gracia, que sería bueno juntarnos varias en casa buena, de ladrillo o incluso piedra, con taberna y varias estancias, con jergones buenos, y un hombre para poner orden cuando preciso fuera… y así pasar más descansadas, pues que las atenciones que tenemos son cada vez mayores.

NUNILA.- Esas componendas, y aún mejores, las hay ya en Roma, y armadas con fondos del papado, según contó Don Otón, el emperador de Germanía…

BASTIANA.- Y a mi paréceme bien, puestos a ello, que haya más comodidad…

JIMENA.- Claro, es cosa del logos. Bueno, pues díjome Belita: “habla tú con el Obispo, que tienes con él una buena mano” Y hablé, y encontrola estupenda idea, claro, pensando él además en ganar con alquileres de la casa, y con mejor servir al peregrino. Y en dos días acordamos todo y nos fuimos tres mujeres a la casa, que veíame yo ya en el cielo, pues era casón de ladrillo y piedra, y con buen techo de paja, pero… hete aquí que, pasado ni un mes de aquello y yendo todo como la seda, retorna este Don Mezonzo de León con el pensamiento todo, todo lleno de pecados! Y nos manda salir de la casa. Entre síes y nóes pasaron dos días, que ni vernos quería, como si nuestra sola vista fueran Sogoma y Modorra juntas, o como quiera que se diga… y vino a parar todo en que ayer tarde envionos a uno de los frailes de la obispía a echarnos, con tan mala fortuna que llegamos a las manos…

NUNILA.- ¿Qué sucedió?

JIMENA.- Pues creo yo que el mozo venía algo avinado y se discutió, pues no queríamos nosotras salir sin antes hablar con el Obispo… el caso es que el animal sacó la tranca de madera que traía y emprendiola a bastonazos con Belita, y luego conmigo, que acalmarlo quería, y no se yo como fue que de repente me apareció una piedra entre las manos, y al momento siguiente teniala él en la cabeza… milagro parecía de cómo ella sola se movía… Dio un gran grito el mozo, agarrrose la frente, dio la vuelta y salió corriendo por la calle dando voces: “me han matado, me han matado…”, y a los cuarenta pasos cayó al suelo como un fardo y quedose allí tendido.

Viendo que la gente salía, estando el obispo tan mal dispuesto y el lugar todo arremolinado contra nosotras, sin parar a ver más, salimos las tres corriendo a la pata la llana, cada una para su lado. Y aquí estoy…

NUNILA.- ¿No sabes si murió el mozo?

JIMENA.- No.

BASTIANA.- ¿Te das cuenta que tal vez has matado a un fraile con órdenes del obispo?

JIMENA.- ¡Ay, San Péneque Casto…! Ni creo yo que ese esté muerto… a más que fue él que empezó, que parecía que iba a matarnos… ¿Creéis que es muy grave el asunto?

BASTIANA.- Bastante. ¿Te vio alguien encaminarte aquí?

JIMENA.- No lo se… posiblemente.

BASTIANA.- Eso es más grave…

NUNILA.- Mejor será que no te encuentren. Yo que tú me marcharía, un tiempo al menos.

JIMENA.- ¿Pero y dónde voy a ir? No tengo ningún amparo…

BASTIANA.- A cualquier lado donde te lleven tus piernas, pero lejos… aquella claridad indica que dentro de poco ya habrá luz… señoras, creo que debemos ponernos en marcha ahora. Haré que mis perros confundan algo los rastros, pero será mejor partir ya, cada una en una dirección diferente y deseándonos suerte…

NUNILA.- La vamos a necesitar.

JIMENA.- ¡Ay, Santa Jordana, yo me iré subiendo el río!

NUNILA.- Yo en dirección a Bragança, pues desde allí, si llego viva, arreglaré transporte seguro hasta León… en aquel monasterio, si alguna vez pasáis, tendréis posada.

BASTIANA.- Bastiana se irá en la dirección opuesta. Adiós, amigas…

(Afuera los perros rompen a ladrar)

JIMENA.- ¡Ay, San Repullo, qué es eso?!

BASTIANA.- Esperad aquí, voy a ver y a callar a los perros…

(Sale Bastiana)

 

JIMENA.- ¡Seguro que serán los hombres del Obispo que vienen en mi busca! ¡Ay, Santa Integridad, que no suceda nada!

NUNILA.- Cálmate y guarda silencio, a ver si oímos algo…

(…)

JIMENA.- ¡Ay, San Borondón, que no se escucha ni un hipo…!

NUNILA.- Silencio…

(Entra Bastiana)

BASTIANA.- Aún están coronando la ladera. No se les ve bien, pero a la luz de las antorchas parecen unos cuarenta soldados, con el obispo a caballo. Mi padre anda con ellos, y parece que a lo lejos vienen más.

JIMENA.- ¡Santa Tremebunda, qué exageración! Ni que fuéramos el Moro, con perdón…

BASTIANA.- En lo alto de una pica llevan la cabeza de una mujer…

JIMENA.- ¡Ay! ¿Será la de Belita…!? Ay…

BASTIANA.- No podemos luchar, ni huir… ¿qué hacemos?

NUNILA.- Parlamentar… verme a mí es lo que menos esperan, así pues saldré e intentaré engañarles, y ganar tiempo. Huid por detrás si veis la ocasión. Escondeos ahora y no hagáis ningún ruido a no ser que os llame, ¿entendido?

JIMENA.- Si.

BASTIANA.- No. No es justo que salgáis vos sola…

NUNILA.- Si confieso que soy hechicera no probaré el caldero. Y si luego me arrepiento y me convierto, saldré tal vez sin daño…

BASTIANA.- Tal vez…

NUNILA.- Creo que soy la que tiene menos que perder…

BASTIANA.- Igual mi marido no es tan feo, y podría siempre escaparme de nuevo… Saldré yo o lo echaremos a suertes.

JIMENA.- ¡Ay, San Angustias, creo que tiene razón! Debemos echarlo a suertes. Es a mí a quien quiere cazar el obispo…

BASTIANA.- La que saque la pajita más larga, saldrá.

(…)

NUNILA.- Hay locos que dicen que no existe el azar. Escondeos ahora, y si podéis, escapad. Intentaré convencerles de que estaba sola. Buena suerte…

JIMENA.- ¡Santa Urraca la bendiga, señora!

(Sale Nunila)

BASTIANA.- (Mirando por el agujero) Silencio… Allá va. Se han detenido a cien pasos de la casa…

JIMENA.- ¿Qué pasa?

BASTIANA.- Nunila se acerca hasta el caballo del Obispo. Hablan. Miran hacia aquí. Los soldados la rodean…

JIMENA.- ¿Y qué más…?

BASTIANA.- Hay otros dos hombres a caballo, uno es mi padre y el otro debe ser mi amante esposo…

JIMENA.- Déjame ver… ya lo veo… ¡Uy que feo! Es horroroso…

BASTIANA.- Si: pustuloso… deberíamos aprovechar para intentar huir ahora…

JIMENA.- …espera…

BASTIANA.- ¿Qué pasa?

JIMENA.- Espera…

BASTIANA.- ¿Qué ves?

JIMENA.- Espera… ¿qué pasa…?

BASTIANA.- Eso digo yo…

JIMENA.- No entiendo…

BASTIANA.- ¡Yo tampoco…!

JIMENA.- Llega más gente.

BASTIANA.- ¿Qué gente?

JIMENA.- Caballeros, más soldados, hay un estandarte… pero no se ve…

BASTIANA.- ¿Y qué hacen?

JIMENA.- Discuten con Don Mezonzo… uno de los recién llegados está peleándose con el obispo, al parecer…

BASTIANA.- Déjame ver… Si… ¡pero es una mujer! Y está dándole órdenes a gritos…

JIMENA.- ¿¡Una mujer…!? ¡Déjame ver!

BASTIANA.- Espera… ¡sueltan a Nunila! Los recién llegados la protegen… ¿quién es?

JIMENA.- ¡Déjame ver, maldita sea…! (…) ¡Es la reina! ¡He visto el estandarte! ¡Es la reina!

BASTIANA.- ¡Déjame ver, quita! (…)

JIMENA.- ¡Por Santa Turbada, Santa Anestesía y Santa Roerroe! Quizás esté salvada…

BASTIANA.- Sí, la reina protege a Nunila… está arengándole al obispo…

JIMENA.- ¡Déjame ver, quita! (…) Oh, oh…

BASTIANA.- ¿Qué pasa? ¡Déjame ver…!

JIMENA.- No… el obispo no quiere ceder… oh, oh…

BASTIANA.- ¿Qué pasa?

JIMENA.- Le está dando voces a la reina, y señala a Nunila y también hacia lo alto, algo de dios… está gritando mucho… y le levanta la mano a la reina…¡¡Ah… por Santa Liberata…!!

BASTIANA.- ¿Qué ha pasado?

JIMENA.- ¡La reina le ha dado con el cetro en medio de la mitra y la mitra del obispo ha caído entre las zarzas…! ¡Ay que le da, que le da, que le da…! a punto a estado de darle con todo el cetro en medio de la calva… el obispo parece que se achanta… ella está muy enfadada… le amenaza con el cetro también al pustuloso, que decía alguna cosa…

BASTIANA.- ¡Déjame ver! (…) El obispo apéase de su caballo por orden de la reina… ¡y ofréceselo a Nunila…! El obispo también está enfadado… Parece que se van… Se están organizando… Si, mira, Nunila vase con la reina…

JIMENA.- ¡Se ha salvado!

BASTIANA.- Espera…

JIMENA.- ¿Qué pasa?

BASTIANA.- Espera…

JIMENA.- ¿Qué sucede?

BASTIANA.- Espera… ¿qué pasa?

JIMENA.- Eso querría saber yo.

BASTIANA.- Están hablando… la reina llama al obispo… Nunila señala hacia esta casa… no entiendo… ¿qué está haciendo…? están hablando los tres… la reina niega así con la cabeza…

JIMENA.- ¿Y qué más…?

BASTIANA.- El obispo está organizando a sus soldados… ¡la reina y Nunila vienen hacia la casa…!

JIMENA.- No puede ser…

BASTIANA.- Directas hacia la casa…

JIMENA.- No puede habernos delatado, ¿verdad…?

BASTIANA.- No lo sé…

(Entra Nunila)

NUNILA.- Señoras… lo lamento, pero mi conciencia no me permitía dejar a dos personas, acusadas de tan graves cargos, libres en medio de los bosques de la Señora Uzea, gran amiga de la reina y a la que yo debo mucho…

JIMENA.- Por Santa Gadea… ¿a qué viene ahora este baile…?

NUNILA.- …por lo que cumpliendo con mi deber he dado parte de vuestra presencia a la reina… (…) … la cual ha accedido a que os incorporéis gentilmente a nuestro séquito y a dejarnos sanas y salvas en León!

JIMENA.- (Mirando) ¡El obispo se marcha!!

BASTIANA.- Tenéis un… extraño sentido del humor…

NUNILA.- Son sólo palabras. Arréglese de nuevo como caballero, Don Bastián. La reina admite a mi amigo en su cortejo, y nos lleva hasta León.

JIMENA.- ¿Y yo qué soy?

NUNILA.- Vos sois mi ayudante, naturalmente, y venís donde yo vaya.

BASTIANA.- ¿Y qué tipo de amigo debo ser?

NUNILA.- Sois un joven caballero, bretón, amante mío, que no quiere ser visto por el obispo ni por sus acompañantes -por cierto, vuestro futuro marido era el ser más pustuloso que ví nunca hasta ahora, os libráis de una bien buena…- aunque tendreis que engañar a la reina todo el camino hasta León…

JIMENA.- ¡El obispo se va con la mitra entre las piernas…! ¿No preguntó por mí?

NUNILA.- Si, era a vos a quien buscaba, aunque me encontró a mí. Y le juré, gracias al honor que me prestó la reina, que no os habíamos visto en toda nuestra vida, igual que a esa joven por la que preguntaban, y a la que llamaban Bastiana…

BASTIANA.- ¿Pero y vos y la prueba del caldero…?

NUNILA.- La reina le dijo al obispo que si me obligaba a meter los brazos en el caldero, él entraría entero. No estaba muy contenta con el obispo ni con los amores del rey, pero sí con la muerte de los posibles rivales de su hijo…

JIMENA.- ¿Y qué haré yo luego en León, cuando se marche la reina…?

NUNILA.- Verás, Jimena, he estado pensando… y tal vez vuestros… conocimientos puedan interesar a la abadesa, que no es descabellado que se avenga a apoyaros en una iniciativa de… mujeres libres cerca del convento… pues así los varones de la corte quizás no le distraigan tanto a sus monjitas…

JIMENA.- ¡Claro! Y que no es ninguna tontería, eh, pues a dios hay que servirle en cuerpo y alma, y cada una con aquello que mejor se le de…

NUNILA.- Bien dicho: a esto le llamaré a partir de ahora la especialización… ¿estáis dispuesto, don Bastián?

BASTIANA.- Lo estoy. Mas yo no sé si me quedaré ni un solo día allá en León…

NUNILA.- Nadie os obligará a nada…

BASTIANA.- …Pues la dignidad de un hombre, cuando ha sido ultrajada, no cicatriza jamás…

NUNILA.- ¡Marchaos ya, si tanto os inquieta!

BASTIANA.- No, haré el viaje, más en cuanto llegue se marchará Bastián… aunque tal vez se quede Bastiana. Os agradezco esta oportunidad, y luego, algún dios algo dirá…

JIMENA.- ¡Qué guapo mozo resulta, demonios! Pena que sólo le cuelgue la espada…

NUNILA.- Moderad vuestro lenguaje, Doña Jimena, que a partir de ahora vamos de reinas, y hay que refinarse.

JIMENA.- Eso será con los reyes musulmanes, que los nuestros creo yo que son aún asaz brutos.

NUNILA.- En esto te doy la razón. Vos a mi izquierda, dadme el brazo. Y tú a mi derecha… Pero antes de salir, Bastiana, tenéis que decirnos una cosa: ¿quién llamó a la puerta, pues yo no creo que fuera el espíritu de un niño…

BASTIANA.- Recaredo fue.

JIMENA.- ¿Y quién es Recaredo?

BASTIANA.- Un rey muy antiguo que vivió por estos lares…

JIMENA.- ¡Sabía que un espíritu velaba por nosotras…!

BASTIANA.- (aparte a Nunila) …y también el mayor de mis treinta y dos canes, el cual -con mi arco entre las fauces- golpea siempre la puerta cuando tiene hambre…

NUNILA.- Los perros son muy listos…

BASTIANA.- Bastante más que algunas damas…

NUNILA.- Y mucho más que la mayor parte de los hombres…

Bien, señoras… y señores: despídanse de esta choza donde nos hemos conocido, y a donde no volveremos más…

Las historias que oyeron estas paredes sueños nos parecerán, pues mujeres como nosotras, en lo pasado pocas existieron, más en el futuro muchas llegarán. Así es la palabra que late en un cuento, ayer es mentira, y mañana verdad. Adelante, señoras, que las Damas de Finisterre apenas acaban de comenzar.

(Salen las tres. Ruido de perros ladrando, caballos y estandartes)

(fin)

 

Julio Salvatierra Cuenca

Pº de la Chopera, 49 4ºA

28045-Madrid

Tf/Fax: 91 517 09 51

Móvil: 606 75 39 47

juliosalv@infonegocio.com

NOTAS AL TEXTO

[i] El calendario Juliano, instituido por Julio César –asesorado por el astrónomo egipcio Sosígenes de Alejandría- en el s. I a.C, fu el primer calendario aceptable y razonablemente preciso. Estuvo en vigencia durante 1600 años hasta el 24 de Febrero de 1582, en que por bula papal de Gregorio XIII fue abolido e impuesto el calendario Gregoriano, vigente hasta nuestros días.

La razón del cambio es que debido a la diferencia entre la duración del año astronómico y el civil (que tenía que medir días exactos) se acumulaban cada año 12 minutos de diferencia, con lo que al cabo de 1600 años las estaciones civiles comenzaban 10 días antes que su inicio real (solsticios) astronómico, y eso empezaba a notarse. El calendario Gregoriano es básicamente igual al Juliano pero con dos modificaciones: se suprimían 10 días en el cómputo oficial de la historia (el período comprendido entre el Viernes 5 y el Domingo 14 de Octubre de 1582 se hizo desaparecer: ese año, después del día 4 de Octubre se pasó al día 15 (conocido es que –según las crónicas de las Carmelitas Descalzas- Sta. Teresa de Jesús falleció justamente el 4/Oct/1582, y “fue enterrada, al día siguiente, el día 15 de Octubre”). La otra modificación fue una corrección adicional al sistema de años bisiestos para evitar que volviera a suceder el corrimiento civil-astronómico.

Aún con estas correcciones el año civil sigue siendo 26 segundos más largo que el astronómico, para corregir lo cual algunos han llegado a proponer que se quite un día cada 4000 años… Esperemos que alguien tome nota al respecto, para esas fechas…

Fuente: Web: http://www.piramidologia.com/libros/kronos/Kronos.html

[ii] Vayamos por partes. Benedicto IV fue efectivamente nieto del papa Sergio III y su concubina, la famosa Mazoria, quienes también tuvieron un hijo, Juan XI, que fue papa antes de Benedicto (que era su sobrino). Y era también la época de la máxima corrupción pontificia en Roma. Sin embargo es necesario decir que entonces el celibato sólo se exigía a los estamentos eclesiásticos superiores (de obispo para arriba), aunque ya vemos que sin mucho éxito. La exigencia del celibato a los clérigos era una cuestión muy debatida, y no sólo por razones morales (¿) sino también por razones económicas (frecuentemente las propiedades eclesiales eran fruto de litigio a la muerte del cura, entre La Iglesia y su viuda o descendientes). En el 965 San Dunstan impone el celibato a la clerecía inglesa, prólogo del Sínodo de Pavía (1022), que decreta –finalmente y hasta hoy- el celibato para los clérigos con órdenes mayores.

Fuente: Una crónica de la Cristiandad. Alberto di Mare. Revista Acta Académica, Univ. Aut. de Centroamérica. (www.uaca.ac.cr/acta/1991may/adimare.htm)

Hasday ibn Shaprut (910-970) fue un notable judío nacido en Jaén y que vivió en Córdoba toda su vida, siendo uno de los principales consejeros del Califato durante la vida de Abd-al-Rahmán III (912-961) e inicios del reinado de su hijo, Al-Hakam. Ejerció de médico, traductor, consejero y diplomático especialmente en la relación del califato con los reinos cristianos norte peninsulares (conocida es la historia de la mediación con la reina Toda de Navarra y la curación de la gordura del rey Sancho I el Craso (ver El viaje de la Reina Toda, de Ángeles de Irisarri). Tradujo el tratado médico de Dioscórides y se le atribuye la invención de un fármaco de grandes propiedades curativas (Theriaca). Durante su época de consejero visitó Córdoba el emperador Otón, al frente de una delegación del Sacro Imperio Romano, por lo que la entrevista entrambos es más que probable.

Fuente: Historia de las Ciencias. Michel Serrés et al. Ed. Cátedra, Madrid, 1989. Web www.organizacionislam.org.ar/losjudios.htm

 

Y finalmente, Don Pedro de Mezonzo (más tarde canonizado), que fue obispo de Iria Flavia y Compostela entre los años de 983 y 1003, compositor de la célebre Salve Regina, si hacemos caso a la información de la web de la Iglesia Metropolitana de Stgo. De Compostela (http://www3.planalfa.es/arzsantiago/Default.htm). En dicha web también aprendemos que las primeras noticias de la diócesis de Iria Flavia datan del 569, que dependía en aquella época de la iglesia de Braga, que en el 829, alertado por el eremita Pelayo, el obispo Teodomiro descubrió una tumba que se creyó del apóstol Iago (Jacob, hijo de Zebedeo): sanctus loci iago… Santiago), situada en un campo donde, según la leyenda, veíanse resplandores (campus stellae… Compostela), y que a partir de entonces comenzó a ser objetivo de peregrinación y aumentó su importancia. En 1095 se constituyó en diócesis compostelana, dependiente directamente de la santa sede, y en 1120 fue convertida en la archidiócesis metropolitana de Santiago de Compostela, con categoría de ciudad santa, como Jerusalén o Roma, ya plenamente conscientes de su importancia en la lucha contra los reinos árabes del sur de la península.

Por otro lado en la web http://usuarios.advance.com.ar/pfernando/DocsIglMed/index.html#Docs, de la Pontificia Universidad Católica Argentina, descubrimos que la documentación que atestigua la presencia real del apóstol Jacobo (Santiago) en la península es escasa, controvertida y no definitiva, por lo que hay estudiosos que afirman que su viaje a España (por no hablar de la leyenda del traslado de sus restos mortales) nunca se produjo.

 

[iii] Desde el tiempo de los romanos las horas se calculaban de una forma inexacta, como aproximadamente la doceava parte del tiempo entre el amanecer y la puesta de sol. Pero los relojes no existían y era más habitual referirse al tiempo en relación con la duración de determinadas actividades naturales (el sol) o religiosas.

Fuente: Web: http://www.piramidologia.com/libros/kronos/Kronos.html

[iv] Vermudo II el Gotoso. (? c. 956 – † en el Bierzo, 999) Rey de Galicia (982-999) y de León (984-999). Se cree que era hijo bastardo de Ordoño III. Los nobles gallegoportugueses, descontentos por las derrotas de Ramiro III de León frente a los musulmanes, le proclamaron rey en Santiago de Compostela. Reforzó su poder después de vencer en la batalla de Portela de Arenas a su primo Ramiro III (983) y, auxiliado por las tropas de Almanzor, a la muerte de aquél (984), dominó León frente a la otra línea dinástica leonesa. Una vez se hizo innecesaria su ayuda decidió expulsar a los aliados musulmanes que, en represalia, saquearon Coimbra, Zamora y León. Vermudo II huyó a Galicia ante el asedio musulmán. A partir de ese momento las tropas de Almanzor saquearán sus reinos en repetidas razzias y llegarán a tomar Santiago (997), llevándose las campanas de su catedral a Córdoba, hecho que mucho resaltan las crónicas de la época.

Casa primero con Velasquita, con la que sólo tiene una hija (Cristina), por lo que la repudia y casa por segunda vez con Elvira García, hija del Conde de Castilla, con quien tiene a Alfonso (V, rey a partir de 999), a Teresa y a Sancha. Como hijos bastardos se conocen los nombres de Elvira y Pelayo.

Bermudo (que también así se encuentra escrito) murió en un pequeño pueblo del Bierzo, aquejado de gota, en los últimos meses del año 999.

Fuente: varias: Diccionario de los Reyes de España. M.Ríos Mazcarelle. Ed. Aldebarán; Web Los reyes de León (http://members.fortunecity.es/edepaz/index.htm)

[v] El reinado de Abd -al-Rahmán III se produce entre el 912 y el 961. Córdoba había sido un emirato independiente de Bagdad desde 756, cuando lo fundó el príncipe omeya Abd-al-Rahmán I, huido de Bagdad ante la toma de poder de la dinastía abasí. Pero en 929, aprovechando el declive del poder del Califato persa, Abd-al-Rahmán III se proclama Califa (esto es, no sólo detentador del poder terrenal, sino jefe espiritual de toda la comunidad de creyentes). Con él comienza el periodo de esplendor del califato omeya de Córdoba. Su hijo, Al-Hakam, le sucede, reinando entre 961 y 976.

Fuente: Historia de España. Vol.2: la época medieval. Miguel Artola et. Al. Alianza Editorial.

[vi] Toledo fue ciudad árabe desde el 714 hasta 1085, en que fue tomada por Alfonso VI de Castilla.

[vii] En los primeros siglos de la edad media, la postura de la Iglesia frente a la brujería -creencia popular ampliamente extendida- contrariamente a lo que podría pensarse fue bastante razonable, y predominantemente escéptica. De ahí la opinión de San Bonifacio (s. VIII). De hecho, el Canon Episcopi de aquella época negaba la posibilidad de los vuelos nocturnos para someterse a la diosa Diana, que es uno de los mitos de los que deriva la figura de la bruja. Sin embargo, en 1326 Juan XXII lanza una bula (Super illius specula) en la que concede la categoría de herejía formal a la brujería, y se asocian los maleficios y las brujas con el diablo. Los siglos de grandes cazas de brujas fueron el XVI y el XVII, cuando el poder de la Iglesia Católica Apostólica y Romana estaba ya totalmente centralizado, varios siglos de escolasticismo y de Agustinismo habían acabado de acabar con los restos del saber griego, árabe y romano, y el tribunal de la Inquisición hallábase por fin bien enraizado… (La historia no siempre, ni en todos los frentes, va hacia adelante…)

Fuente: web http://www.el-distrito.com/secciones/rinconhistoria/brujeria.htm

[viii] Al Hakam, hijo y sucesor de Abd-al-Rahmán III, muere cuando su hijo, el príncipe Hisam es aún muy joven para asumir el poder, lo cual sume al Califato en cinco años de pugnas por la regencia, en las que triunfa el general Abú-Amir, quien consigue alzarse con las dos jefaturas, la civil y la militar, reduciendo la figura del Príncipe a un papel meramente decorativo como supremo referente espiritual… Abú Amir, más conocido como Al-Mansur (Almanzor, en romance) basó su reinado en la constitución de un enorme ejército, aumentando la contratación de soldados bereberes mercenarios y la realización constante de campañas militares (más de 50, contra los reinos cristianos norte peninsulares) que por un lado servían para disimular la falta de justificación ideológica de su autoridad y por otro lado eran necesarias para mantener las arcas del tesoro público, castigadas por el presupuesto militar y las construcciones suntuarias (p. Ej: palacio de Medinat-al-Zahra).

Fuente: Historia de España. Vol.2: la época medieval. Miguel Artola et. Al. Alianza Editorial.

[ix] Entre 950 y 960 la reina de Navarra, Toda Aznar, viajó a Córdoba con su nieto, el rey Sancho el Gordo, que había sido destronado del reino de León por su hermano jorobado Ordoño, llamado el Malo. Pretendía que un conocido médico del califa –Hasday Ibn Shaprut- curase a su nieto de la obesidad que padecía (que le impedía montar a caballo y empuñar la espada) y arrreglar un pacto con su sobrino, Abd-al-Rahmán III, para que los ejércitos de éste ayudasen a su nieto a recuperar el trono de León. Todo salió como pretendía.

Sobre esta fascinante anécdota histórica se ha publicado una novela: “El viaje de la reina”, de Ángeles de Irisarri, que recomendamos.

Citamos: “Toda Aznar, bisnieta del rey García Iñiguez de Pamplona; nieta por parte de madre del rey Fortuño Iñiguez, llamado el Tuerto; esposa de Sancho Garcés I, que destronó al Tuerto y la hizo reina; madre del rey García II; tía del califa Abderramán III; abuela de dos reyes de León y de Sancho de Navarra; suegra de Fernán González; tía de casi todos los nobles importantes de la Península y la mayor casamentera conocida a este lado de los Pirineos, tanto entre cristianos como entre musulmanes, fue con bastante probabilidad la mujer más importante de la Alta Edad Media española, aunque, sin duda, no la mejor.” (Fuente: web)

Fuentes: El viaje de la reina / Ángeles de Irisarri. Emecé. Col: Novela histórica. Barcelona, 1997. Historia de España vol. 2, op. Cit. Web: http://www.arrakis.es/~corcus/losantos/losnuestros/todaaznar.htm (página-resumen biográfico de la reina Toda)

[x] Varios datos. El matrimonio católico no se impuso como sacramento hasta el siglo XII, tras varios siglos de lucha de la Iglesia, y supuso sin duda mejoras importantes para la mujer, al regular el divorcio, la repudiación y la necesariedad del consentimiento de la interesada. A partir de ese periodo, la Iglesia comienza una etapa de exaltación del matrimonio, a base de santificar a mujeres casadas, y al mismo tiempo, una persecución de la prostitución (s. XIII). Sin embargo, ya a partir del s. VIII la prostitución preocupaba a la Iglesia, pues en el 801 Carlomagno la prohíbe, tendencias que poco a poco van llegando a la península.

Ya San (¿) Agustín de Hipona, uno de los padre más influyentes de la Iglesia, había escrito en el 401 aquello de «Nada hay tan poderoso para envilecer el espíritu de un hombre como las caricias de una mujer». De hecho, algunos expertos en historia de la Iglesia no consideran precisamente a S. Agustín como el pensador sublime que ha consagrado la tradición, y dicen:

“La historia pudo haber sido diferente. Había elementos en la cristiandad a inicios del siglo quinto que se esforzaban en crear una cultura propiamente cristiana, conforme a los dictados de Orígenes. Su fracaso y destrucción fueron principalmente obra de un solo hombre, quien llevó a sus últimas consecuencias las tendencias implícitas en las concepciones de Ambrosio y Jerónimo. Agustín fue el genio sombrío de la cristiandad imperial, el ideólogo de la alianza Iglesia-Estado, y el autor de la mentalidad medieval. El primero después de Pablo, quien suplió la teología básica, fue, más que cualquier otro, quien dio forma al cristianismo… (…). Aquí, articulado por vez primera, el llamado de la Iglesia persecutora a todos los elementos autoritarios de la sociedad, en verdad de la naturaleza humana. Ni Agustín se limitaba a obrar sólo a nivel intelectual. Era un obispo eminente, que trabajaba activamente con el Estado para imponer la uniformidad imperial… Agustín modificó el punto de vista de la ortodoxia respecto de las divergencias religiosas, en dos ideas fundamentales. Primero,… por la justificación de la persecución constructiva: la idea de que el hereje no debía ser expulsado sino, contrariamente, obligado a retractarse y conformarse con la fe, o ser destruido «Constríñelos a estar dentro». Su segunda contribución fue todavía, en alguna forma, más siniestra, pues implicaba la censura constructiva. Agustín creía que era obligación del intelectual ortodoxo el identificar la herejía incipiente, traerla a la superficie y exponerla, y así forzar a los responsables de ella a abandonar su orientación intelectual o aceptar el status de herejes.”

Johnson, Paul

A History of Christianity, Atheneum, New York, 1987, 5a edición, ISBN 0-689-70591-3, sacado de la web: http://www.uaca.ac.cr/acta/1991may/adimare.htm#Johnson

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