Dionisio Guerra

de Julio Salvatierra

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Primera Parte. 1943. Trinchera gris.

 

(A las afueras de Leningrado, en un arrabal ruso cualquiera, de cuyo nombre tampoco yo quiero acordarme. El viento sopla. Ruidos extraños. Dionisio y Anastasia están en una trinchera, sucios, grises, embarrados. Parecen fantasmas. De hecho, son unos fantasmas, alguna extraña subespecie de fantasmales soldados)

DIONISIO.- Balas.

ANASTASIA.- No quiero.

DIONISIO.- Y cartuchera.

ANASTASIA.- Mucho menos.

DIONISIO.- Brújula y canana.

ANASTASIA.- Es que ni me lo planteo.

DIONISIO.- Casco, cantimplora y mortero.

ANASTASIA.- No pienso mover ni un solo dedo.

DIONISIO.- Las granadas, Anastasia, por favor!

ANASTASIA.- Ni sueñes que te ayude en nada de eso.

DIONISIO.- ¡Las polainas, Anastasia, no ves que no llego!?

ANASTASIA.- Tú me dijiste: tranquila, que todo esto se aclarará…

DIONISIO.- ¡Las botas, las correas y la funda de pistola, tengo que atacar!

ANASTASIA.- ¡Qué cruz, Dionisio, todos los días igual: si no te ve nadie nunca!

…Ve, ataca como estás y vente luego, y no te entretengas con los muertos, que no te van a hablar.

DIONISIO.- Todavía confío en hallar a alguno que me diga alguna cosa.

ANASTASIA.- Convéncete, Dionisio. Estos muertos no hablan.

DIONISIO.- ¿Y entonces nosotros?

ANASTASIA.- Misterios.

DIONISIO.- Bueno, pero pásame las balas.

ANASTASIA.- Tus balas atraviesan a la gente…

DIONISIO.- De eso se trata, ni más ni menos…

ANASTASIA.- Pero no les matan…

DIONISIO.- No desespero…

ANASTASIA.- Ni las sienten. No te ven tus compañeros, ni el cabo, ni el sargento, ni el capitán, ni el teniente… y al resto tampoco nosotros los vemos.

DIONISIO.- Pero tal vez los enemigos sí me vean…

ANASTASIA.- ¿Y qué? Si no podéis tocaros. No puedes estrangular, ni acuchillar, ni tajar, ni disparar, ni aculatar, ni pisotear, ni golpear, ni sacar los ojos, ni morder, ni desgarrar, ni empujar, ni poner bombas… convéncete, Dionisio, como soldado tu inutilidad es completa.

DIONISIO.- Pero a lo mejor les asusto…

ANASTASIA.- ¿Cómo?

DIONISIO.- Si me ven, y no me pueden hacer nada, les entrará un miedo terrible. Si huyen al menos será algo…

ANASTASIA.- No te ven.

DIONISIO.- ¡Eso no lo sabemos seguro!

ANASTASIA.- Diez días llevas atacando, y nadie ha acusado tu presencia.

DIONISIO.- Pueden ser hombres de hierro. Terribles como su invierno…

ANASTASIA.- No lo son. Son como tú.

DIONISIO.- ¿Como yo…?

ANASTASIA.- Como tú eras antes de que fueras como eres ahora.

DIONISIO.- Una sombra…

ANASTASIA.- Más o menos.

DIONISIO.- ¿Pero entonces qué hago en esta guerra!? ¡Si no sirvo para nada! No puedo matar, ni herir, ni hacer huir, ni capturar, ni siquiera espiar porque tampoco los míos sienten mi presencia!

ANASTASIA.- Misterios.

DIONISIO.- ¡Misterios! Y te quedas tan tranquila…

ANASTASIA.- ¿Y qué quieres que haga? Intento convencerte.

DIONISIO.- ¿Y tú?

ANASTASIA.- ¿Qué pasa conmigo?

DIONISIO.- ¿Qué haces tú aquí?

ANASTASIA.- ¡Y yo qué sé! ¡Eso me gustaría saber a mí! Buena pregunta, Dionisio. ¡¿Qué hago yo aquí?! ¿Qué hacemos aquí? Quí facciamo noi qui, en italiano. ¡No hemos avanzado nada en este tiempo! ¡Estamos como al principio, hace diez días! ¡Y esto es un absurdo! ¡Tranquila, me decías, no te preocupes, todo se aclarará… y nada!

DIONISIO.- Voy a atacar, lo siento…

ANASTASIA.- ¡Quieto!

DIONISIO.- ¡Es el momento! ¡Están llamando…! ¡Debo ir!

ANASTASIA.- ¿Por qué!?

DIONISIO.- ¡Y yo que se! Será porque soy un soldado…

ANASTASIA.- ¡Eres un fantasma, no un soldado, Dionisio!

DIONISIO.- ¡Ya lo sé! Pero soy un fantasma muy raro… llega el momento de atacar… y una fuerza superior me hace calzarme las polainas y empuñar el kg-98.

ANASTASIA.- ¿Qué es eso?

DIONISIO.- El fusil reglamentario.

ANASTASIA.- Ah.

DIONISIO.- Y aunque sea fantasma, es el fusil del fantasma reglamentario, o el fusil reglamentario del fantasma… bueno, no se cómo es, pero es el mío… y nadie me lo quitará si no cuando mis manos ya estén yertas

ANASTASIA.- (Esas sí que son palabras de un fantasma…) Si ya te lo han quitado, Dionisio…

DIONISIO.- ¡Van a dar la orden de ataque! Me voy. Volveré pronto, en cuanto acabe. No te preocupes por mí. Y no hables con tu madre.

ANASTASIA.- Déjame en paz. Hala, hasta ahora…

(Sale Dionisio)

                                   (Anastasia contempla el ataque, mientras acciona alguna cosa, desde liar un cigarrillo a hacer calceta…)

Madre, es cabezota como él sólo, eh. Usted dirá lo que quiera, pero a veces me crispa de los nervios. Allí va… con todos los otros… Indudablemente son heroicos los muchachos, no se lo niego, pero… -uy, al rubio lo han cazado, qué pena, me gustaba… ¡Me gustaba, madre, qué le voy a hacer!- Pero es curioso lo de estos chicos, ¿sabe?: víctima y verdugo… van soldados, a lo mejor de ahí les viene el nombre… bueno, verdugos no… porque hay acuerdos para hacer bien estas cosas, y los de enfrente los firmaron, -¡qué horror…! ¿ve?, si es que por nada pierden la cabeza …- menos mal que no ve usted nada, madre. Pero a fin de cuentas saben todos bien a lo que vienen, ¿o no…? …verdugo-víctimas pero internacionalmente regulados… Y me sabe mal, porque de cerca son gente con la que se puede hablar, pero al verlos ahí, como unas fieras, tch… ya no sabe una qué pensar… -Madre: Dionisio, está intentando asustar al de la metralleta… pobrecillo… seiscientos balazos por minuto y ni se entera… nada… nada… nada.. no le hace ningún caso… ¿qué hace? Está hablándole al ruso a la oreja … ¡ah! ¡el ruso se incorpora…!! …ah, no, es que le han pegado un tiro, qué susto! Nada que hacer, Dionisio, no se convence… De vivo tuvo que ser un buen soldado… al menos no es de los que le da mucho a la lengua…

(Vuelve Dionisio)

¿Qué tal? ¿Habéis matado a muchos?

DIONISIO.- Anastasia, por favor… No hay manera… No me sienten…

ANASTASIA.- Bueno, Dionisio… tú no te deprimas… algún sentido tendrá toda esta cosa… supongo…

DIONISIO.- …sentido único, será, no creo yo que sea de ida y vuelta…

ANASTASIA.- Bueno… tranquilo. Anda, toma, relájate y descansa…

DIONISIO.- ¿Has vuelto a hablar con tu madre?

ANASTASIA.- ¡Sí! A mí me gusta hablar con mi madre! ¿Qué pasa?

DIONISIO.- Pero si no está aquí, Anastasia.

ANASTASIA.- Me alegro, así a lo mejor no está muerta… (sonríen)

DIONISIO.- Menos mal que tú sí estás aquí. Quiero decir, sin ti sería un infierno.

ANASTASIA.- Si: así con dos es sólo un purgatorio…

DIONISIO.- ¿Te acuerdas de cómo nos encontramos?

ANASTASIA.- Si. Yo me desperté entre el lodo, perdida… en medio del arroyo. Era de noche… y hacía frío… miraba a todas partes sin saber dónde estaba –debía de estar muerta- y el temor me dominaba…

DIONISIO.- Y yo, mientras tanto… ¡oye… ¡¿…Por qué no lo hacemos?

ANASTASIA.- ¿Hacer qué?

DIONISIO.- Nuestro encuentro… ¿por qué no lo hacemos como entonces?

ANASTASIA.- ¿Cómo?

DIONISIO.- Como un juego…

ANASTASIA.- No te entiendo.

DIONISIO.- ¡Sí! Hacer ahora como si fuera como fue entonces, hacer lo mismo que hicimos… para ver…

ANASTASIA.- ¿Para ver qué?

DIONISIO.- Pues… no se… a ver si nos distraemos un poco… no se… ¿tú estás feliz aquí? ¿Te gusta esto? ¿Te diviertes? ¿Estás entretenida? ¿Te falta tiempo para tanta actividad…?!

ANASTASIA.- No…

DIONISIO.- Pues eso, para entretenernos, y además… a lo mejor descubrimos alguna cosa…

ANASTASIA.- Alguna cosa… ¿cómo? ¿entre tú y yo…?

DIONISIO.- No… de lo que pasó… de por qué estamos aquí… de cómo vinimos, de a donde vamos, de qué sentido tiene todo esto… tiene que estar en algún lado… al hacerlo a lo mejor recordamos alguna cosa…

ANASTASIA.- ¿Tú crees?

DIONISIO.- No se. Vamos a probarlo…

ANASTASIA.- …Bueno… y… ¿cómo empezamos?

DIONISIO.- A ver, tú estabas entre el lodo ¿no? En medio del arroyo. Pues ponte en el lodo en medio del arroyo…

ANASTASIA.- Este juego no se si me gusta…

DIONISIO.- Verás que es divertido…

ANASTASIA.- Bueno. Ya estoy. En el lodo, así, bien pringadita. Hacía frío: ¡uy qué frió! Y tenía miedo: ¡oh, dios mío…! ¿Y entonces…?

DIONISIO.- Pero hazlo un poco mejor, mujer, con más convencimiento…

ANASTASIA.- Bien… A ver…. yo me desperté… madre… no sabía si también había muerto con la bomba… madre… hacía un segundo, en mi recuerdo, estaba conmigo, y de repente… madre…

DIONISIO.- Pero tienes que decir madre con más… verdad, ¿sabes? Tienes que creer completamente en este juego

ANASTASIA.- Dionisio.

DIONISIO.- ¿Qué?

ANASTASIA.- ¿Por qué no me dejas en paz y haces tú tu parte, y yo la mía?

DIONISIO.- Ah… bueno… perdón… era por ayudar… De acuerdo. Vamos…

ANASTASIA.- (Se levanta talmente como si acabara de resucitar, en una trinchera, en estado de fantasma) … tres tristes tigres…

DIONISIO.- (Dionisio, escondido mirándola maravillado) ¿Quién eres tú, que aparentas poseer -por vez primera- idéntica sustancia…?

ANASTASIA.- …no me jodas… Dionisio. No me dijiste nada de eso.

DIONISIO.- …Ya… pero lo hacía por darle interés… shakespeariano…

ANASTASIA.- Pues no lo hagas.

DIONISIO.- Bueno…

ANASTASIA.- Tu llevabas ya un rato recorriendo la trinchera, y ya sabías que poco más o menos eras un fantasma, ¿no?, y me dijiste…

DIONISIO.- Hola… ¿tú también eres una fantasma?

ANASTASIA.- Hola. Es posible…

DIONISIO.- ¿Recuerdas haber muerto hace poco?

ANASTASIA.- Si.

DIONISIO.- Entonces lo eres. ¿Cómo sucedió?

ANASTASIA.- Una granada entro por la ventana de la cocina de la granja…

DIONISIO.- Una granada de cerca es bastante rápida.

ANASTASIA.- O no.

DIONISIO.- ¿Dónde estaba tu casa?

ANASTASIA.- En el frente sur de Leningrado, pero nos negamos a abandonarla.

DIONISIO.- ¿Quiénes?

ANASTASIA.- Yo y mi madre…

DIONISIO.- Yo llevo aquí unas horas ya y, según mis deducciones, somos algo parecido a los fantasmas…

ANASTASIA.- ¿Por qué?

DIONISIO.- Nadie nos ve ni nos siente… ¡es estupendo! -Fíjate en lo idiota que era… creía que eso era una ventaja…

ANASTASIA.- …Pero… ¿se puede interrumpir cuando uno quiera…?

DIONISIO.- Bueno… claro… tampoco estamos frente al público… es como un juego…

ANASTASIA.- Ah… eso se avisa… porque tú no estabas ahí… tu estabas aquí a mi lado, viniste por ahí, y luego, no se cuando, me rodeaste los hombros con el brazo…

DIONISIO.- ¿Yo hice eso?

ANASTASIA.- Si, si, claro… vaya: me acuerdo que pensé: “que fantasma tan lanzado…”, y eso que acababa de morir mi madre…

DIONISIO.- Mujer, no sabemos aún si ha muerto…

ANASTASIA.- Señales de vida no ha dado… Pero bueno, estoy entretenida… como estar muerta me es algo nuevo…

DIONISIO.- Bueno, pues, sigamos… me voy ahí… y entonces nos presentamos, ¿no?

ANASTASIA.- Si, creo que si…

DIONISIO.- ¿Cómo te llamas?

ANASTASIA.- Anastasia.

DIONISIO.- Yo soy Dionisio.

ANASTASIA.- Encantada.

DIONISIO.- Lo mismo digo.

ANASTASIA.- ¿Y tú como moriste?

DIONISIO.- En combate.

ANASTASIA.- Ya imagino… ¿pero cómo?

DIONISIO.- Atacando un sitio… de un disparo… da igual… lo importante es que aquí estamos.

ANASTASIA.- ¿Por qué estamos aquí?

DIONISIO.- No se… yo era soldado y la guerra continúa… ¿y tú?

ANASTASIA.- Yo, mis labores… en la granja…

DIONISIO.- Ah… que raro… ¿Y estás asustada?

ANASTASIA.- …es extraño todo esto…

DIONISIO.- No te preocupes… ¿era ahora cuando te pasaba el brazo, no…?

ANASTASIA.- Bueno…

DIONISIO.- ¿Qué edad tienes? …o tenías…

ANASTASIA.- Veinte años o treinta… más o menos…

DIONISIO.- Igual que yo entonces, más o menos… (la verdad es que era un poco mayor para alistarme voluntario… pero aún así lo hice)

ANASTASIA.- Te gustaba esto de luchar…

DIONISIO.- Bueno… No especialmente…

ANASTASIA.- ¿Entonces?

DIONISIO.- Por el deber me vine.

ANASTASIA.- Ah. ¿Y qué debías?

DIONISIO.- Parar a los comunistas.

ANASTASIA.- Viniste a parar a los comunistas…

DIONISIO.- Si.

ANASTASIA.- ¿Tú sólo?

DIONISIO.- …no, vinimos muchos…

ANASTASIA.- ¿De dónde?

DIONISIO.- De España, una nación que pronto ganará el papel que se merece en Europa… Vinimos a ayudar a los alemanes…

ANASTASIA.- Alemania invadió Polonia…

DIONISIO.- Ya… pero nosotros les ayudamos sólo contra Rusia…

ANASTASIA.- ¿En Rusia hay de esos comunistas?

DIONISIO.- …¿¡!? ¡Claro… los comunistas son los rusos…!

ANASTASIA.- …aaaah… no lo sabía… Rusia también invadió Polonia…

DIONISIO.- ¿Ves…?

ANASTASIA.- …después de pactar la invasión con Alemania…

DIONISIO.- …pero Rusia, además, invadió Finlandia.

ANASTASIA.- Ah… tú vienes a parar a los que invaden…

DIONISIO.- …eh… bueno… más o menos…

ANASTASIA.- …ah… pues ¿sabes un secreto…? acércate… Alemania invadió también los sudetes, Austria y Checoslovaquia… lo sabe todo el mundo! Así que tú verás. Seguro que los españoles no lo sabéis, porque no os enteráis nunca de nada… pero así es… ¿por qué no intentáis detener también a los alemanes? ¿eh?

Y ahora que lo pienso todavía no me has respondido a esa pregunta…

DIONISIO.- Anastasia: déjalo. La política internacional es muy difícil.

ANASTASIA.- Eso sí es cierto… a mí se me daban bien las vacas, ¿sabes?, pero los políticos no… dañinos como alimañas, ña-ña-ña, decía mi madre siempre…

DIONISIO.- Ah…

ANASTASIA.- ¡Pero bueno, ya llevamos un rato: ¿has encontrado alguna cosa?!

DIONISIO.- ¿De qué…?

ANASTASIA.- Si… con el juego este… de hacer como si entonces…

DIONISIO.- Ah… aún no… pero luego intentamos hablar con los soldados ¿te acuerdas…?

ANASTASIA.- Y no nos escuchaban… e intentamos comernos su comida, pero no se podía…

DIONISIO.- Ni tampoco hacía falta…

ANASTASIA.- ¡…y luego llegó lo del primer ataque…! ¿Te acuerdas? ¡Qué susto cuando saliste corriendo…!

DIONISIO.- …pues ahora que lo dices…

ANASTASIA.- ¿Otra vez!? Pero si acabáis de atacar hace nada…

DIONISIO.- Ya, pero no soy yo quien decide… son los mandos los que ordenan…

ANASTASIA.- ¿Y por qué no atacan ellos…?

DIONISIO.- Mujer, ellos no deben…

ANASTASIA.- ¿Por qué?

DIONISIO.- Es peligroso, y ellos son los que saben organizar bien las campañas…

ANASTASIA.- Ah. ¿Cuánto más ignorante, da más igual que te maten?

DIONISIO.- …déjalo, te lo explico luego… ahora tengo que ir.

ANASTASIA.- Pero vamos a ver: ¿tú quieres o no quieres atacar?

DIONISIO.- …hombre… en estas condiciones la verdad es que no lo se…

ANASTASIA.- ¿Y si te sujeto para que no vayas?

DIONISIO.- No creo que puedas. Es una fuerza superior.

ANASTASIA.- Vamos a intentarlo. Yo sí te puedo tocar, los vivos no, pero menos por menos es más, y fantasma por fantasma da contacto.

DIONISIO.- Pero a ver si te voy a hacer daño.

ANASTASIA.- No te preocupes. Quiero intentarlo. ¿Cómo te cojo?

DIONISIO.- Menos mal que no estamos en América Latina. Así. Por la cintura… cuidado, que ya viene, eh…

ANASTASIA.- Tranquilo: estoy preparada.

DIONISIO.- Ya viene… están dando la orden… ¿preparada?

ANASTASIA.- Que sí, vamos, ataca…

DIONISIO.- (Dionisio se lanza al ataque, avanzando, sorteando, dando saltos, escondiéndose, tirándose al suelo, disparando, como un niño. Siempre con Anastasia agarrada a su cintura) ¡Al ataque! ¡Al ataque! ¡Vamos, vamos, vamos, vamos! ¡Vamos, vamos, vamos… al ataque… ¡vamos, vamos, vamos….! ¡Al ataque! ¡Vamos, vamos…! ¡Vamos, vamos…!

ANASTASIA.- ¡Dionisio, para! ¡Para, Dionisio…! ¡Para, loco, que no puedo…! ¡Pero quieres no hacer el idiota…! ¡Dionisio…!

(Lo suelta)

DIONISIO.- Ya te lo dije… ¡al ataque, vamos, vamos…! Es superior, la fuerza…

ANASTASIA.- ¿Pero por qué haces todo eso…! Pero…

DIONISIO.- ¡…vamos, cuidado, vamos…! Lo siento, me voy -¡cuidado!- debo seguir con el ataque… vuelvo enseguida, en cuanto acabe… ¡vamos, vamos, vamos…!

(Sale Dionisio)

ANASTASIA.- ¡Pero será imbécil este hombre…! ¡Casi me rompe el hombro…! Ay, que daño… ¡¡Ve!! ¡Ve a atacarles, desgraciado! ¡A ver si te matan diez veces y no quedan ni los gatos! ¡A las piedras también puedes dispararles! ¡y las vacas son comunistas perdidas…!

¡Qué bruto…! Estoy toda baldada. A los vivos ni cosquillas, pero a los fantasmas nos hace bien la puñeta… Aunque esto será mejor que no se lo diga, no le venga alguna idea rara… con esa afición de atacar que tiene… ay, qué daño… me voy a sentar aquí…

(Vuelve Dionisio)

ANASTASIA.- ¡Ya!? ¿Qué ha pasado!?

DIONISIO.- Nos han rechazado. El ataque ha sido breve. Esos comunistas son terribles. Mira, ¡Serguei! Aquel se llama Serguei, tiene cara de simpático…! ¡Hasta luego, Serguei…! No me oye, está sordo como una tapia…

ANASTASIA.- ¿Pero tú estás loco? ¿Se puede saber por qué atacas haciendo toda esa pamema?

DIONISIO.- ¿Cómo pamema? Nada de pamema. Los buenos soldados actúan profesionalmente, y todo está justificado. Avanzas, cambias de sentido, te tumbas, disparas, avanzas, recortas, siguiendo siempre una pauta sin ritmo, para que el enemigo no te cace, ni te cacen las ametralladoras… lo fundamental es no mantener ningún ritmo, ¿comprendes?, y hacer movimientos inesperados, es muy difícil hacer una buena aproximación y disparar bien al mismo tiempo…

ANASTASIA.- Pero, Dionisio, ya no se cómo decirlo: tú eres un fantasma. Sus balas no te dan. Ni las tuyas dan a nadie. Y nadie te ve nunca en ningún lado…

DIONISIO.- …si, pero… ya, pero… pero ¡no querrás que ataque así normal, como si me fuera a la oficina! ¿Qué quieres que vaya: paseando? ¿Con las manos en los bolsillos? ¿¡Fumando un cigarrillo!?

ANASTASIA.- Casi me sacas el hombro.

DIONISIO.- Yo te lo advertí: es una fuerza muy superior… es tremenda…

ANASTASIA.- ¿Y por qué decías como un loro vamos-vamos-al-ataque?

DIONISIO.- No se… será la costumbre… también ¿qué vas a decir? ¿No? Tendrás que decir algo, a mí por lo menos me sale, me viene bien, así en voz baja, me anima… vamos, vamos, adelante… un ataque no es cualquier cosa… hay que estimularse… Ya te dije que era una tontería que me agarraras.

ANASTASIA.- Bueno, pero tenía que intentarlo.

DIONISIO.- Yo se que esa fuerza es superior y te lo dije… podrías haberte ahorrado el revolcón…

ANASTASIA.- ¡Pues no! ¡Pues no! ¡Pues no! ¡Pues no, Dionisio, no podía habérmelo ahorrado!

DIONISIO.- ¿Por qué?

ANASTASIA.- Porque tenemos que intentar… hacer algo! No nos podemos quedar así toda la vida.

DIONISIO.- Sólo llevamos diez días muertos… a lo mejor sucede algo… a lo mejor nos tienen a la espera… a lo mejor todo está ya predestinado… a lo mejor…

ANASTASIA.- ¡Para! Lo que haya de suceder, sucederá… si no sucede algo raro, pero mientras tanto… …

DIONISIO.- ¿Mientras tanto?

ANASTASIA.- Nosotros podemos experimentar…

DIONISIO.- ¿El qué?

ANASTASIA.- Los límites de esto… intentar hacer algo, aparte de atacar como un animal, hacer calceta y liar cigarrillos …!

DIONISIO.- ¿Cómo por ejemplo?

ANASTASIA.- ¿Por qué no nos vamos?

DIONISIO.- Yo no puedo irme…

ANASTASIA.- ¿Y por qué?

DIONISIO.- No se… será porque soy un soldado…

ANASTASIA.- ¿También hay una fuerza superior que te impide abandonar esta trinchera?

DIONISIO.- No es una fuerza exactamente en este caso. ¿No te acuerdas? Lo intenté al principio, y te lo dije. Es como… que cuando me alejo… me da un reblandecimiento…

ANASTASIA.- Cerebral.

DIONISIO.- No. Es muscular. Me pongo todo fláccido, cada vez más fláccido, y mustio, y se me dobla todo, así, así, y me da… como un relajo…

ANASTASIA.- Ya.

DIONISIO.- Un paso más allá, me reblandezco. Un paso más acá, me entono… Te lo dije: lo intenté y no hubo manera…

ANASTASIA.- Sí, pero ¿por qué no volvemos a intentarlo?

DIONISIO.- ¿Para qué…?

ANASTASIA.- Porque a lo mejor eso ha cambiado. Ven…

DIONISIO.- ¿Para qué…?

ANASTASIA.- ¿Tienes miedo?

DIONISIO.- Pues sí. Un poco… a ver si me voy a reblandecer demasiado… y luego no me recompongo…

ANASTASIA.- Yo te recompongo luego, Dionisio… si llegara a ser necesario.

DIONISIO.- Pero igual piensan que quiero dejar mi puesto en la trinchera…

ANASTASIA.- …¿¡Quién va a pensar eso!?

DIONISIO.- No se… el que nos haya puesto aquí… después de muertos alguien tiene que haberlo hecho, eso está claro…

ANASTASIA.- ¿Y si no nos ha puesto nadie?

DIONISIO.- …no lo creo… ¿Cómo va a ser eso…?

ANASTASIA.- Quizás tú mismo te has puesto donde estás…

DIONISIO.- ¿Y el resto, dónde están? Muchos como yo que también murieron…

ANASTASIA.- …Misterios… Ven…

DIONISIO.- No… creo que será mejor que me quede…

ANASTASIA.- Dionisio: ¿quieres quedarte aquí haciendo el ganso?

DIONISIO.- ¡Pues sí, Anastasia! ¡O no se! ¿Pero qué quieres que piense…?

ANASTASIA.- …Vamos… ¡¡VAMOS!!

DIONISIO.- Voy…

ANASTASIA.- No quiero que pienses nada. Sólo quiero que lo intentes. Ya pensarás luego, según lo que haya pasado…

DIONISIO.- Está bien… por ti lo hago…

ANASTASIA.- Vamos, camina… ¡no…! En dirección opuesta al frente… más… ¿qué sientes?

DIONISIO.- Nada…

ANASTASIA.- Sigue… anda…

DIONISIO.- Noto…

ANASTASIA.- ¿Qué?

DIONISIO.- Que me pica mucho el dedo gordo… ya sigo…

ANASTASIA.- ¡Ya estás más lejos que las otras veces…!

DIONISIO.- ¿Si…?

ANASTASIA.- Sí. Hice una marca el otro día…

DIONISIO.- Me mareo…

ANASTASIA.- Sigue…

DIONISIO.- Se me duermen los dedos…

ANASTASIA.- Sigue…

DIONISIO.- …el pie…

ANASTASIA.- Sigue…

DIONISIO.- …la pantorrilla…

ANASTASIA.- Sigue…

DIONISIO.- …el muslo izquierdo… los dos glúteos… ¡Anastasia…!… el perineo…!

ANASTASIA.- ¡Sigue…! No tengas miedo… A lo mejor es pasajero… ven hacia mí…

DIONISIO.- Lo intento… los dedos… el brazo… los hombdos… el cuello…¡Anastasia…! da dlengua padrece un cantroraro…[1]

ANASTASIA.- ¡Sigue!! ¡No te rindas…!

(Dionisio, reblandecido como un reloj blando, está ya por el suelo…)

¡Ahora no te puedes rendir…!

DIONISIO.- No rorororá… un cantroraro… ¡auslío…![2]

(Anastasia tira de él intentando alejarlo cada vez más de la trinchera…)

ANASTASIA.- ¡Aguanta un poco más…! ¡Seguro que se pasa…!

DIONISIO.- ….ihh… (Dionisio empieza a morirse fantasmalmente)

ANASTASIA.- ¡Dionisio…! ¡Maldita sea…! ¡No seas tan cobarde…! Se me va… ¡Dionisio…! ¡vamos… vuelve…! Lo que pesa…

(Anastasia vuelve a empujar para atrincherarlo nuevamente)

¡…vamos! …sí que está blando, sí… como una vaca en brazos… ¡Despierta… Dionisio! Vuelve… …vuelve…

DIONISIO.- Anisía… memoria…

ANASTASIA.- ¿Qué dices?

DIONISIO.- …memoria…

ANASTASIA.- ¿Qué memoria? ¿Recordaste alguna cosa…?

DIONISIO.- No… que me moría, digo… o al menos era la misma sensación.

ANASTASIA.- Ah, no se te entendía nada… ¿y qué era eso de un canto raro?

DIONISIO.- Que tenía la dlengua como un canto rodado. No podía hablar. Por eso pedía auxilio…

ANASTASIA.- Ah…

DIONISIO.- No hay nada que hacer… ¿ves…? Estamos condenados a estar en esta trinchera hasta quién sabe cuándo…

ANASTASIA.- ¿Ya estás mejor…?

DIONISIO.- Si.

ANASTASIA.- ¿Y qué hacemos?

DIONISIO.- ¿Quieres que hagamos algo?

ANASTASIA.- Si.

DIONISIO. Pues a mí se me ocurre… intentar saber de una vez por todas si pueden vernos de alguna forma…

ANASTASIA.- Bien. Yo creo que no pueden, pero hay que intentarlo todo. ¿Qué plan tienes…?

DIONISIO.- …porque al atacar hay mucho jaleo y nadie está pendiente, a lo mejor, de una pequeña sombra… ¿no?

ANASTASIA.- Si…

DIONISIO.- …a lo mejor nosotros para ellos somos como un hálito sin luz…

ANASTASIA.- Ya…

DIONISIO.- …como una niebla de la altura que desciende apenas sobre el valle…

ANASTASIA.- Si…

DIONISIO.- …y necesitan la tranquilidad, el silencio del crepúsculo cuando los cañones callan, para sentir nuestra húmeda presencia… ¿me sigues…?

ANASTASIA.- …Concretando…

DIONISIO.- Pues que quizás yendo hasta sus trincheras, en medio de la calma, y entrando en ellas, consigamos hacerles sentir que estamos allí, junto a su oreja…

ANASTASIA.- Magnífico. Adelante. Ve y comprueba si son capaces de verte. Yo te cubro las espaldas.

DIONISIO.- …no, yo no…

ANASTASIA.- ¿Cómo que tú no?

DIONISIO.- Si, que yo no debo ir hasta sus trincheras.

ANASTASIA.- ¿Por qué?

DIONISIO.- Porque no soy un espía, soy un soldado… y yo al enemigo sólo debo atacarlo frente a frente…

ANASTASIA.- …ya… ¿gritando vamos, vamos… y saltando como una rana…?

DIONISIO.- Además, tú eres rusa, y conoces el idioma…

ANASTASIA.- No, yo no soy rusa.

DIONISIO.- ¿Ah, no?

ANASTASIA.- No. ¿Por qué pensabas que era rusa?

DIONISIO.- … no se… por la granja… estaba convencido… ¿De dónde eres?

ANASTASIA.- Soy polaca. Emigramos. ¿No te lo dije…?

DIONISIO.- No. ¿Polaca?

ANASTASIA.- Si, ¿qué pasa?

DIONISIO.- No, no, nada… Pero bueno, ahora ya son parecidos…

ANASTASIA.- ¿Parecidos…? No os enteráis de nada… mi madre no quiere ser rusa, ni alemana, ni búlgara, ni rumana… ella del campo, como las vacas…

DIONISIO.- ¿Y tu?

ANASTASIA.- Polaca.

DIONISIO.- ¿Pero ahora no sois amigos de los rusos?

ANASTASIA.- Como de los alacranes. Pero además están los alemanes… y compañía…

DIONISIO.- ¡Yo no he hecho nada…!

ANASTASIA.- Pues menos mal, porque si llegas a hacer alguna cosa…

DIONISIO.- Bueno… deja eso: mira… ahora están todos tranquilos. Sería un buen momento…

ANASTASIA.- Dionisio… no va a servir para nada.

DIONISIO.- ¡Pero tú decías que había que intentarlo todo!

ANASTASIA.- Pero no entiendo por qué no vas tú.

DIONISIO.- Ya te lo he explicado, pero además… a lo mejor son más sensibles a los fantasmas femeninos… allí son todos hombres… una mujer, aun fantasma, no puede pasar desapercibida… emitís un… calor… no se… que resucita… Por favor…

ANASTASIA.- No quiero…

DIONISIO.- Por favor… Hay que intentarlo todo…

ANASTASIA.- Pero si voy y no lo consigo, irás tú luego.

DIONISIO.- ¿Por qué?

ANASTASIA.- Porque yo lo ordeno.

DIONISIO.- No me parece una razón de peso…

ANASTASIA.- Pues cuando lo dicen los mandos, bien que os ponéis todos tiesos…

DIONISIO.- …Bueno… ¿Irás o no…?

ANASTASIA.- Qué pesado…

(Sale Anastasia)

DIONISIO.- Gracias, Anastasia… inténtalo todo,

ANASTASIA.- (off) Vale.

DIONISIO.- Sedúcelos con tu presencia, con tus encantos… sóplales la oreja, con ternura, seguro que funciona… o pellízcales con cariño en algún glúteo… el cariño hace falta siempre en una guerra…! ¡Hasta ahora…! ¡Suerte…! ¡Estaré vigilando por si pasa alguna cosa…!

…¿Madre? ¿Madre de Anastasia? ¿Está usted ahí….? Me pareció oír algo… Su hija es una buena chica… y no deja de ser hermosa, aunque es un poco primaria en su idea de las cosas, no entiende apenas de política… pero bueno… es como una rosa… en cuanto te descuidas te clavas una espina.

(Se sienta, como ella, ¿accionando alguna cosa? Tal vez él hace calceta y ella lía cigarrillos…)

No se si está usted ahí, pero hablar con usted me relaja, qué quiere que le diga. Qué paz, ¿no le parece?… La paz existe aún en medio de la guerra… incluso hay pajaritos, mire… bueno, aquel parece que es un cuervo… que también simbolizan la paz: la paz más duradera. Era una broma, no se enfade. ¡Mire: ya ha llegado…! Le está hablando a la oreja a un ruso. No se qué le estará diciendo, pero el otro no se entera. Le grita, se agita, le sermonea. Pero nada. Caramba, señora, su hija ahora se está abriendo la camisa delante de esos soldados, ¿qué le parece?… ¿cree usted que tal vez intenta abrirse paso hasta su espíritu exhibiendo su carne lujuriosa? Bien pudiera ser, pero caramba… lo esencial es invisible a los ojos, pero no a los ojos de un fantasma: ¿no habrá visto mis prismáticos, señora…? para ser hálito me noto muy concreto últimamente… Su hija es muy guapa, señora, ¿lo sabía…?

(Entra Anastasia, remetiendo su camisa)

ANASTASIA.- ¿Estás contento? No ha servido para nada…

DIONISIO.- …

ANASTASIA.- ¿…qué te pasa? ¿Qué me miras?

DIONISIO.- Nada, nada…

ANASTASIA.- Menudo numerito… ¡Y frente a un ruso! Si me hubiera visto mi madre me mataba. Tu teoría de la sexualidad fantasma es una perogrullada.

DIONISIO.- Gracias por intentarlo, Anastasia.

ANASTASIA.- De nada. Ah, mira, tus prismáticos, me los llevé sin darme cuenta.

DIONISIO.- ¡…!

ANASTASIA.- Y dicen que esta noche habrá tormenta.

DIONISIO.- ¿Cómo lo sabes?

ANASTASIA.- Los rusos lo decían. Y también que los alemanes se retiran… os retiráis… se retiran… nos retiramos… no se: pero esto se acaba, por lo visto.

DIONISIO.- ¿Cómo?

ANASTASIA.- Una radio rusa lo decía. Este frente se acaba. Los alemanes se baten en retirada.

DIONISIO.- No lo creo.

ANASTASIA.- ¿Por qué?

DIONISIO.- Los alemanes iban a ganar la guerra…

ANASTASIA.- Eso era antes…

DIONISIO.- ¿Tú crees?

ANASTASIA.- Si. Las cosas cambian.

DIONISIO.- Pues te veo muy tranquila…

ANASTASIA.- ¿Y a mi qué más me da? Y aunque siguiera estando viva, rusos o alemanes son lo mismo…

DIONISIO.- ¡Qué van a ser iguales!

ANASTASIA.- Tiran bombas similares.

DIONISIO.- Dejémoslo… ¿y nosotros…?

ANASTASIA.- ¿Nosotros qué?

DIONISIO.- ¿Qué va a pasar con nosotros?

ANASTASIA.- ¿Me estás preguntando que va a pasar con nosotros?

DIONISIO.- ¡Sí! ¿O es que no te importa?

ANASTASIA.- ¡Pero tú me ves a mí cara de saber qué va a pasarnos!? ¿¡Tú crees que yo entiendo algo de esta historia!? ¡Y yo qué se que va a pasarnos…! ¡Tú deberías saberlo: eras soldado… ¿¡Qué hago yo aquí…eh…!? ¿qué pasa con los muertos…? Preguntas unas cosas, Dionisio…

DIONISIO.- Lo siento…

ANASTASIA.- La radio rusa no ha dicho qué va a pasar con los fantasmas de esta guerra… de momento…

DIONISIO.- Tú y yo no somos fantasmas de esta guerra…

ANASTASIA.- ¿Ah, no? ¿y qué somos?

DIONISIO.- No lo se, pero estamos solos, y en mi división han muerto al menos ocho mil hombres… ¿dónde están esos fantasmas?

ANASTASIA.- …ocho mil muertos…

DIONISIO.- Pero el enemigo ha perdido muchos más…

ANASTASIA.- ¿Ah, si…?

DIONISIO.- Si, se habla de al menos treinta mil…!

ANASTASIA.- Ah, mira… ¿y estás contento?

DIONISIO.- Mujer, es nuestro deber. El mío al menos.

ANASTASIA.- Menudo cuento, ese deber que lo decide otro…

DIONISIO.- …a lo mejor tú sí puedes marcharte de esta trinchera…

ANASTASIA.- ¿…Yo?

DIONISIO.- Sí, tú… ¡tu no lo has probado…!

ANASTASIA.- Eso es cierto… ¿por qué no lo he probado…?!

DIONISIO.- No lo se… ¿quieres probarlo ahora?

ANASTASIA.- Debería… ¿no?

DIONISIO.- Claro… adelante…

ANASTASIA.- ¿Seguro…?

DIONISIO.- Seguro.

ANASTASIA.- Pero, si pudiera irme…

DIONISIO.- ¿Qué?

ANASTASIA.- Tú te quedarías sólo…

DIONISIO.- Bueno… sí… no se… pero no te preocupes… Vamos a probarlo…

ANASTASIA.- ¿Seguro…?

DIONISIO.- ¡Que sí…! A lo mejor tú tampoco lo consigues…!

ANASTASIA.- Está bien.

DIONISIO.- Empieza a alejarte. Yo me quedo aquí. Y si puedes, no te pares… sigue hasta descubrir a dónde llegas…

ANASTASIA.- ¿Y tu?

DIONISIO.- Yo estaré bien… ¿oyes…?

ANASTASIA.- No… ¿qué pasa…?

DIONISIO.- ¡Atención…! ¡Atención, llaman…!

ANASTASIA.- ¡Dionisio! ¿¡Otro ataque…!?

DIONISIO.- ¡No! …¡esta vez es retirada…! ¡Hay que retirarse!

ANASTASIA.- Te lo dije… esto se acaba…

DIONISIO.- Mira… todos se están yendo… Tengo que ir, tocan retirada…

(Recogen sus cosas…)

ANASTASIA.- ¿Pero dónde vas…?

DIONISIO.- No lo se… ¡Retirada, vamos, vamos, vamos…! ¿Tú… qué haces…?

ANASTASIA.- ¡Pero cómo nos vamos a retirar si no sabemos dónde estamos…!

DIONISIO.- No lo se, pero hay que irse…

ANASTASIA.- ¿Dónde vamos…?

DIONISIO.- No lo se… ¡Retirada, vamos, retirada…! …Anastasia…

ANASTASIA.- ¿Estás bien…?

DIONISIO.- No lo se… Me está dando el mareo…

ANASTASIA.- Si aún no te has movido…

DIONISIO.- Ya… pero me estoy yendo… no se a dónde… Anastasia… tengo miedo… ¡retirada…!

ANASTASIA.- No te preocupes, Dionisio, estoy contigo…

DIONISIO.- Agárrame… ¡retirada, vamos, vamos…!

ANASTASIA.- Yo te agarro… ¿qué te pasa…?

DIONISIO.- Me voy… Anastasia, retirada… es como si me estuviera yendo…

ANASTASIA.- Te estás poniendo fláccido, Dionisio…! Te estás desvaneciendo…!

DIONISIO.- Me voy… el codo…. los muslos… da lengua…

ANASTASIA.- ¿Qué sientes? ¿Qué te pasa?

DIONISIO.- Nada… Anastasia… tengo miedo… dretirada…

ANASTASIA.- Yo te agarro, Dionisio, y no te suelto…

DIONISIO.- leridada… no rorororá… un cantroraro… ¡auslío…! leridada…![3]

ANASTASIA.- Tranquilo… estoy contigo… (será posible…)

DIONISIO.- …anastasia…leridada…

ANASTASIA.- que sí, Dionisio… estoy contigo… (qué cruz de hombre…)

DIONISIO.- …leridada…

(ambos se desvanecen en la noche de los tiempos)

Segunda Parte. 1969. Trinchera verde.

(En algún lugar del valle de A Shau, o cualquier otro, en Vietnam. Sobre el viento que sopla, trayendo ruidos imprevistos, se suma una cortina de selva, extraña y enigmática. Dentro de una trinchera, sucio, verde y embarrado, Dionisio reaparece, agazapado).

DIONISIO.- ¿Quién va…?

(…)

DIONISIO.- No me gusta nada esto de defenderme, madre… ¿Quién va…?

(…)

DIONISIO. ¿Dónde se habrá metido su hija…? Me suena de algo este sitio, ¿a usted no?… esta humedad… uf… pero no consigo recordar… ¿Quién va…?

(…)

DIONISIO.- Maldita sea… ¡qué calor…! Usted tiene suerte, no siente nada. Pero no entiendo que nosotros no sintamos el hambre, y sí el calor… no tiene lógica, ¿no?… ni que fuera esto el infierno… misterios… ¿Quién va…?

(…)

DIONISIO.- ¡¿Pero dónde se ha metido…?! Esta vez su hija está tardando más que ninguna de las otras, me va a oír cuando llegue… ¿Quién va…? ¿Anastasia…?

ANASTASIA.- (off) ¡…Dioonisioo…!

DIONISIO.- ¡Anastasia…!

ANASTASIA.- (off) ¡…Dionisioo…!

DIONISIO.- ¡Anastasia, aquí…!

ANASTASIA.- (off) ¡Dionisio…!

DIONISIO.- ¡Aquí… Anastasia…!

(Entra Anastasia)

ANASTASIA.- ¡Dionisio…!

DIONISIO.- ¡Por fin, Anastasia! ¡Mujer!

(Se abrazan)

¿¡Dónde te habías metido!? ¿Qué ha pasado!? ¿Dónde estabas!? ¿Qué hacías…!?

ANASTASIA.- ¿Y qué más?

DIONISIO.- ¿…Estás bien?

ANASTASIA.- Ah… Estoy bien, gracias. ¿Y tú?

DIONISIO.- También. ¿Dónde estabas?

ANASTASIA.- Viniendo todavía, me sentía lejísimos.

DIONISIO.- Si… este sitio es… diferente…

ANASTASIA.- Dionisio, el viaje es siempre algo diferente…

DIONISIO.- No… esta vez hemos caído más separados que nunca… y además ayer…

ANASTASIA.- ¿Ayer qué…?

DIONISIO.- Nada… que ayer al retirarnos me sentí también un poco extraño.

ANASTASIA.- Pues yo te he encontrado sin problemas, como siempre.

DIONISIO.- Si, pero desde que caí, no ha pasado nadie… y además… hay algo raro…

ANASTASIA.- ¿El qué?

DIONISIO.- No lo se… pero lo noto… el enemigo está ahí enfrente, agazapado…

ANASTASIA.- …Muy bien, Dionisio. Si, estará ahí enfrente, pero calma…

DIONISIO.- Lo siento ahí, invisible, agazapado…

ANASTASIA.- Bueno, déjalo, de momento vamos a instalarnos…

DIONISIO.- ¡Pero está ahí, agazapado!

ANASTASIA.- Si, ¡ya se…! pero vamos a instalarnos…

DIONISIO.- ¡Pero cómo vas a instalarte con el enemigo agazapado!

ANASTASIA.- ¡¡Estoy harta!! ¡Harta! ¡De las guerras relámpago, de las guerras de los seis días y de las guerras limitadas… ¡Una mierda! Yo me instalo. Y además, mira… esta trinchera se parece a la primera en que estuvimos…

DIONISIO.- Si… pero por el paisaje debemos de estar en Asia…

ANASTASIA.- Si…

DIONISIO.- O tal vez Latinoamérica…

ANASTASIA.- No…

DIONISIO.- ¿Por qué?

ANASTASIA.- Malaleuca…

DIONISIO.- ¿Cómo dices?

ANASTASIA.- Los árboles: malaleucas.

DIONISIO.- ¿Maleleucas?

ANASTASIA.- ¿No te acuerdas?

DIONISIO.- La única planta que conozco es el rododendro, ya lo sabes…

ANASTASIA.- Malaleuca quinquinervias: mirtos. Cayeputis. Los bosques milenarios del vietnam.

DIONISIO.- ¿Otra vez…?

ANASTASIA.- ¿Qué tiene de raro? En Israel hemos estado tres o cuatro veces…

DIONISIO.- Ya estuvimos aquí en el cincuenta y cuatro…

ANASTASIA.- Si… Con aquellos insoportables franceses…

DIONISIO.- Bah… peores eran los de Ho-chi-min…

ANASTASIA.- …Dionisio, no empecemos….

DIONISIO.- …Ahora aquí no se ve a nadie… ni de los nuestros ni de los suyos…

ANASTASIA.- Que manía…

DIONISIO.- …estarán durmiendo la siesta… al fresco… ¡uf…! me voy a quitar ropa…

(Se aligeran de la ropa más pesada)

ANASTASIA.- ¿Dionisio…? ¿Ahí no hay alguien…?

DIONISIO.- …no… son sólo palos, bambúes y maleza… bueno… también hay flores exóticas…

ANASTASIA.- Bueno… Ya aparecerán.

DIONISIO.- ¿Seguro?

ANASTASIA.- ¿Todavía sigues esperando algún cambio…?

DIONISIO.- No se… Tu madre desde luego sigue sin decir nada, ni hacer ninguna seña. Yo ya la llamo madre, porque «madre de Anastasia» era muy largo. ¿No te importa, no?

ANASTASIA.- ¿A mí? No. Siempre es igual… tú seguirás atacando. Y yo a la espera… Trescientas veces he tejido y destejido el mismísimo jersey… ¡a ver…! lana fantasma no se encuentra…

DIONISIO.- Aquí poca lana va a hacer falta… ¡qué calor…! ¿En qué año estamos?

ANASTASIA.- A ver… Leningrado, 1942, y luego China, Grecia, Israel, Indochina y los franceses, Filipinas, China-Tibet, Cuba-Che, Korea, Egipto con Inglaterra, Bolivia revolución, Argelia, Sudán, Hungría, Líbano, Israelíes-Sinaí, Eritrea, Congo, Laos, Uruguay, civil del Chad, Ruanda, Guinea, Angola, Brasil y sus generales, Checoslovaquia, Mozambique -esa fue buena-, República Dominicana, India y Pakistán, Indonesia, Namibia, otra vez los israelíes, Guatemala, Iraq, Pakistán, Biafra-Nigeria, a puntito en Korea, Libia-Muhamad, Nicaragua empieza, Jordania, Burundi, Bangladesh, independencia, y aún no ha pasado navidad, ¿verdad, Dionisio?

DIONISIO.- No, porque la misa por la paz que hacen los ejércitos siempre me llega, algo de escandaloso, por lo visto, ha de tener.

ANASTASIA.- Entonces en mil novecientos setenta y uno debemos estar. ¿Para qué quieres saberlo?

DIONISIO.- Treinta años…

ANASTASIA.- Si…

DIONISIO.- Y estás igual…

ANASTASIA.- ¿Tu crees?

DIONISIO.- Igual de guapa, por lo menos…

ANASTASIA.- ¡Dionisio…!

DIONISIO.- ¿No sientes como si nos hubiéramos conocido hace una hora…?

ANASTASIA.- …O menos…

DIONISIO.- ¿Verdad? No hay nada como el tiempo para pasar…

ANASTASIA.- Deberías estudiar filosofía.

DIONISIO.- ¡¿Por qué dices eso?!

ANASTASIA.- ¡Uy! Por nada. Lo he dicho por decir.

DIONISIO.- Ah. Si, ya me gustaría… pero como aquí no llega la universidad a distancia… ¿no te gustaría que la estudiáramos juntos…?

ANASTASIA.- ¡Dionisio…! ¿Eso es una proposición?

DIONISIO.- Bueno… eh… sí… eh… no se: ¿a ti que te parece…?

ANASTASIA.- ¡Pero bueno, ¿qué te pasa…?!

DIONISIO.- No lo se… será el calor… Desde que te conocí… tengo ganas de estudiar filosofía, o algo parecido… entre los dos… por eso me ha sorprendido que lo digas.

ANASTASIA.- ¿…Y por qué?

DIONISIO.- Por construir algo, juntos, aunque sea algo fantasma… ¿te parezco tonto…?

ANASTASIA.- Pero ¿y la guerra?

DIONISIO.- ¿Qué le pasa?

ANASTASIA.- Que atacando cada dos por tres no hay tiempo de estudiar nada… y menos aún filosofía…

DIONISIO.- Bueno… Es cuestión de organizarse un poco: mientras yo ataco tu repasas, y luego lo ponemos en común… ¿qué te parece…? Si me dices que sí, a lo mejor te muestro una sorpresa…

ANASTASIA.- Bueno, Dionisio, yo… ¡¡Ay!!

DIONISIO.- ¡¿Qué pasa?!

ANASTASIA.- ¡Dionisio….!

DIONISIO.- ¿Qué te pasa…?

ANASTASIA.- ¿No oyes…?!

DIONISIO.- No oigo nada…

ANASTASIA.- ¡Están llamando…!

DIONISIO.- No oigo nada…

ANASTASIA.- Me están llamando a mí…

DIONISIO.- ¿Qué dices?

ANASTASIA.- Me llaman…

DIONISIO.- ¿A ti!?

ANASTASIA.- Si…

DIONISIO.- No puede ser…

ANASTASIA.- Oigo una llamada…

DIONISIO.- ¿De qué…?

ANASTASIA.- No lo se… pero es muy clara…

DIONISIO.- ¿Qué te dice?

ANASTASIA.- Nada. Pero me llama.

DIONISIO.- ¿A qué?

ANASTASIA.- A luchar…

DIONISIO.- Dios mío… igual que lo que a mí me pasaba…

ANASTASIA.- Debo ir… Dionisio…

DIONISIO.- Pero a ti: ¿cómo…?! Anastasia… yo no oigo nada…

ANASTASIA.- Tengo miedo, Dionisio… pero voy… tengo que ir…

DIONISIO.- ¡Espera, Anastasia…! Es un error… No puedes alejarte de mí…

ANASTASIA.- Ya, pero esto es nuevo… y me llama…

DIONISIO.- Es el calor… que ha trastornado tu ectoplasma…

ANASTASIA.- No digas tonterías, Dionisio, adiós… volveré luego… supongo…

DIONISIO.- No sabes luchar nada, mujer, espera… yo te ayudo…

ANASTASIA.- Tengo que ir, Dionisio, me arrastra, contra mi voluntad… (aunque me muero también de curiosidad…)

DIONISIO.- ¡No, Anastasia…! ¡Te reblandecerás! ¡No vayas…! ¡Detente! Yo te sujeto… ¡Quieta…! ¡Quieta…!

(Anastasia avanza, Dionisio cae…)

ANASTASIA.- Realmente es una fuerza superior…

DIONISIO.- ¡No puede ser…! ¡Tú nunca has atacado…! ¡Aquí hay algo raro…!

ANASTASIA.- ¿No querías algún cambio…? Deséame suerte, Dionisio… Adiós, me voy…

DIONISIO.- ¿Pero dónde vas? Por ahí no es, desgraciada. El enemigo está allí enfrente…

ANASTASIA.- …¿Seguro…?

DIONISIO.- Totalmente. Yo siento siempre esas cosas…

ANASTASIA.- …No… voy bien… lo siento…

DIONISIO.- Está al otro lado, Anastasia… yo llevo treinta años sabiendo de enemigos, y tú no sabes nada…

ANASTASIA.- No. Yo voy a atacar al enemigo que está en aquel enfrente…

DIONISIO.- ¡Pero ese no es, Anastasia! ¡Esos son los míos…!

ANASTASIA.- Lo siento, Dionisio, es mi deber…

DIONISIO.- ¿Pero por qué?

ANASTASIA.- Y yo que se. Adiós…

(Sale Anastasia)

DIONISIO.- ¿Pero qué dices!!? ¡Detente…! ¡Anastasia…! ¡Eres una fantasma y estás loca… majadera, Anastasia, recapacita, reconsidera… ¡vuelve!! Además: ¡así no se ataca, Anastasia! ¡No sabes nada! ¡Agáchate, mírala ahí, toda estirada: parece un paso de semana santa…! ¡Anastasia…! ¡Para…! ¡No puedes! ¡Vuelve…! Dios mío, ¿pero dónde va…? ¡Maldita sea, y aquí no hay manera de ver nada. ¡Señora! ¡Haga algo! Su hija se ha vuelto loca…! Joder, nada, y yo sin poder salir de esta trinchera… ¡Anastasia…! (…)

Ahora sí que la hemos hecho buena. A mí ser fantasma y atacante no me importa, pero esto si que no me cabe en la cabeza…

(Se sienta y empieza a hacer calceta. Pausa)

Calma, Dionisio… veamos… uno al derecho, otro del revés… no… no, era uno al derecho, dos del revés, dos del derecho, uno del revés… no, tampoco… uno derecho, uno del revés… y dos del derecho, dos del revés… y vuelta al derecho y vuelta al revés… no, ¿al revés o al bies?… a ver… ¡maldita sea…! ¡…es que no tiene sentido…! ponernos a prueba ¿treinta años después…? no puede ser… Señora, su hija Anastasia es comunista, y yo voy con los de Kissinger. ¿Qué le parece? Se calla. Claro, no hay palabras. Con la de miles de fantasmas que tiene que haber sobre la tierra, ¿qué pretende? ¿¡A qué juega…!?

(Junto a él aparece Anastasia por sorpresa)

ANASTASIA.- ¿A qué juega quién?

DIONISIO.- ¡¡Coño, qué susto!! ¡Maldita sea, Anastasia! ¡Te lo he dicho mil veces… no tiene ninguna gracia, me pongo de un humor fatal y lo sabes…

ANASTASIA.- Bueno, no lo haré más, a no ser que se me olvide, que también puede pasar…

DIONISIO.- Ya.

ANASTASIA.- ¿A qué jugaba quién?

DIONISIO.- Eso me gustaría a mí saber. A qué y quién.

ANASTASIA.- Ah, ya… Misterios… Estabas hablando sólo…

DIONISIO.- Con tu madre hablaba.

ANASTASIA.- Es decir, sólo.

DIONISIO.- Pues si. Como te has ido, me he quedado sólo. En treinta años nunca había pasado…

ANASTASIA.- Ah… pero ahora ha cambiado. Por lo visto, ahora sí que me puedo alejar de ti… aunque sea para hacer esta pamema.

DIONISIO.- ¿Qué habéis hecho?

ANASTASIA.- Atacar.

DIONISIO.- Visto y no visto.

ANASTASIA.- Si. Estos vietnamitas son la bomba.

DIONISIO.- ¡Ay, dios mío…! ¿A quién habéis atacado?

ANASTASIA.- A sus enemigos, Dionisio, está claro…

DIONISIO.- ¿Pero a cuáles? Tienen varios.

ANASTASIA.- A los americanos. Los del norte.

DIONISIO.- ¡Lo sabía…! ¡Anastasia…!

ANASTASIA.- A mí me da lo mismo… Pero yo siento esa llamada, ¿qué le voy a hacer…? A mi, atacar, a unos u otros, no es algo que me agrade…

DIONISIO.- Pero ya te expliqué que todo esto viene desde Yalta, y no es lo mismo, porque en Yalta…

ANASTASIA.- ¡Calla, Dionisio…! No pienso dejar que me des la charla…

DIONISIO.- ¿Te da igual a quién ataques…!? ¿Crees que todo es lo mismo? ¡…Mercenaria…!

ANASTASIA.- Eso lo serás tú, perdona.

DIONISIO.- ¿Yo?

ANASTASIA.- Pues si.

DIONISIO.- Yo siempre he matado por la misma idea…

ANASTASIA.- Entonces, además de mercenario, idiota…

DIONISIO.- ¡Anastasia!

ANASTASIA.- Tú eres el que cree en esto de las guerras.

DIONISIO.- Pues a ti, después de este ataque, te veo muy contenta.

ANASTASIA.- Un cambio después de treinta años tampoco viene mal.

DIONISIO.- ¿Pero no dices que no te gusta?

ANASTASIA.- Así es.

DIONISIO.- ¿Entonces?

ANASTASIA.- Pero yo no ataco como tu, con aspavientos… ¡piún, piún…! intentando matar a las personas. Yo voy detrás, tranquilamente. Me arrodillo junto a los heridos, los atiendo…

DIONISIO.- ¿Los atiendes?

ANASTASIA.- Quiero decir… lo intento… es una atención humanitaria…

DIONISIO.- Pero no sirve para nada…

ANASTASIA.- ¡Bueno, ya! ¿Pero qué quieres que haga…?

DIONISIO.- Es absurdo…

ANASTASIA.- ¡Si! ¡Pero no más que lo tuyo, Dionisio!

DIONISIO.- Ya, pero yo al menos soy consecuente: esto es una guerra… no voy disparando y preguntando después ¿dónde te duele…?

ANASTASIA.- ¿Y qué más da, puestos a ser absurdos? Al menos lo mío es bienintencionado… y mucho más descansado, desde luego, que andar saltando por ahí, como un canguro, y dando barrigazos… desde fuera se te ve muy ridículo, en serio, Dionisio, perdona…

DIONISIO.- ¿Pero y por qué contra los americanos? Es lo que no entiendo…

ANASTASIA.- Tienes suerte: yo llevo treinta años -o más- sin entender ninguna cosa…

DIONISIO.- No me extraña…

ANASTASIA.- ¿Ah, si…!? Pues tú me dijiste hace tiempo que venías a detener a los que invaden… y no se nota…

DIONISIO.- ¡Yo no dije semejante cosa! Eres tú que no te enteras… hay invasiones e invasiones… y hay que saber del tema… aunque ahora ya, claro… es el desastre…!

ANASTASIA.- ¿Por mi causa, quieres decir…?! ¿Porque soy una ignorante…?

DIONISIO.- Yo no he dicho eso…! Pero has de comprender que el comunismo, desde Yalta…

ANASTASIA.- ¡¡Basta!! ¡Tiempo! Déjalo. Cambio de tema… A ver: ¿cómo es que te has puesto a hacer calceta…!?

DIONISIO.- Pero, Anastasia, ¿es que no te das cuenta…? ¿Qué va a ser de nosotros ahora?

ANASTASIA.- Nada… seguiremos como siempre… ¿cuál es el problema?

DIONISIO.- Pero… ¿cómo que cuál es el problema? ¡Ahora luchamos en bandos diferentes! ¡Tenemos ideas irreconciliables! ¡Somos enemigos a muerte!

ANASTASIA.- Ya estamos muertos, Dionisio.

DIONISIO.- Ya, pero la muerte no arregla nada. Esto es cosa de principios.

ANASTASIA.- No, es cosa de finales, por desgracia. Pero no pasa nada, Dionisio: que tú me das la brasa anticomunista, yo con lana me hago unos tapones. Que te canso yo con mi cháchara humanista, te distraes haciendo un rato de soldado. ¿Qué principios te quedan aquí?

DIONISIO.- Los principios no se acaban.

ANASTASIA.- Bueno, pero acá tus principios no matan ni a una mosca, así que ya no haces mal a nadie. Y luego nos vemos, charlamos, filosofamos, nos quitamos las botas, uf, cuando nos aprietan, nos hacemos compañía y esperamos.

DIONISIO.- ¿El qué…?

ANASTASIA.- Y yo que se, hijo, Dionisio, lo que venga.

DIONISIO.- …

ANASTASIA.- El único problema es que un principio lleve al final sin nada en medio. El camino es lo que cuenta, ojala pudieras leer kavafis.

DIONISIO.- ¿Quién es ese?

ANASTASIA.- Un poeta.

DIONISIO.- Bah. Palabras de humo.

ANASTASIA.- Ah, pues a propósito: ¿por qué no me enseñas a liar un cigarrillo?

DIONISIO.- ¿Vas a empezar a fumar ahora?

ANASTASIA.- Como ahora ataco, me pareció apropiado. A un soldado, aunque sea en misión humanitaria, le sienta bien un cigarrillo, ¿no te parece?

DIONISIO.- …no se… el humo a los fantasmas les suele quedar bien… pero… no se, Anastasia, la verdad es que ahora estoy un poco despistado… Mira…

ANASTASIA.- A ver…

(Le va enseñando a liar un cigarrillo)

DIONISIO.- Primero el tabaco, separas una pizca, así, y el papel luego… este es coreano…

ANASTASIA.- Es curioso.

DIONISIO.- ¿El qué?

ANASTASIA.- Que el papelillo sea lo único de los vivos a lo que un fantasma pueda echarle mano.

DIONISIO.- Y a la tinta también, o eso creo, aunque será por ser livianos…

ANASTASIA.- Claro.

DIONISIO.- Lo sujetas así, pones el tabaco, y ahora… trabajo de lengua… y aquí está.

ANASTASIA.- Ahora yo… tabaco… papel… y vamos al desastre…

DIONISIO.- No… muy bien.

ANASTASIA.- Y aquí está. No está mal.

DIONISIO.- Está muy bien. Toma. Intercambiamos. Humo eres y en humo te convertirás…

ANASTASIA.- ¡cof, cof…! Pero dios no dijo nada de la tos.

DIONISIO.- No.

ANASTASIA.- Que silenciosa es esta guerra…

DIONISIO.- Es por la selva.

ANASTASIA.- ¿Dionisio, qué te pasa?

DIONISIO.- Nada.

ANASTASIA.- A ti te pasa algo.

DIONISIO.- Nada, nada… Oye: ¿te acuerdas lo que hablábamos antes de que te fueras a atacar?

ANASTASIA.- ¿Lo de estudiar juntos filosofía o algo así? Si.

DIONISIO.- ¿Y si empezamos a estudiar ahora?

ANASTASIA.- ¿Hablas en serio?

DIONISIO.- Claro… Ven… Más cerca, mujer, no te voy a hacer nada…

ANASTASIA.- No tenemos libros.

DIONISIO.- ¿No? Yo tengo una sorpresa…

ANASTASIA.- ¿Para mi!?

DIONISIO.- Para los dos… verás… el otro día vi un libro en el fondo de un hoyo de granada, junto a un muerto… entonces me acerqué… me agaché… ¡y lo toqué…!

ANASTASIA.- Los muertos son palpables durante un tiempo, ya lo sabes, pre-fantasmas según nuestra teoría, aunque luego…

DIONISIO.- ¡No…! Te digo qué toqué el libro, digo… lo cogí con estos dedos…!

ANASTASIA.- No.

DIONISIO.- ¡Sí! Lo tuve entre mis manos, lo hojeé, leí varias de las cosas…

ANASTASIA.- ¡No…!

DIONISIO.- ¡Si!

ANASTASIA.- ¿Un libro… aquí?

DIONISIO.- Si. ¡De allí…! Bueno, de allá. Del más allá, podríamos decir.

ANASTASIA.- Pero, ¡no puede ser! ¿Y dónde está?

DIONISIO.- Lo tengo aquí. Lo traje para ti, bueno, mejor: para los dos. Mira.

ANASTASIA.- A ver.

DIONISIO.- Aquí está.

ANASTASIA.- ¡Pero…!

DIONISIO.- Si, escrito en papel de fumar.

ANASTASIA.- ¡Qué maravilla!

DIONISIO.- Historia de la filosofía. En mil doscientos treinta y tres papelillos de fumar, por los dos lados, escrito a mano…

ANASTASIA.- ¿Dónde lo encontraste?

DIONISIO.- En Bangladesh, ayer, justo antes de retirarnos, he intentado decírtelo, pero no se por qué me ponía muy nervioso. Creo que esto quiere decir algo.

ANASTASIA.- ¿Si? ¿El qué?

DIONISIO.- No lo se, pero nos lo podemos estudiar, si tú quieres. Esto se está haciendo un poco largo.

ANASTASIA.- Me sorprendes.

DIONISIO.- Me alegro. A lo mejor, en el fondo, no soy como tú me has visto siempre.

ANASTASIA.- Ahora estás distinto.

DIONISIO.- Si.

ANASTASIA.- ¿Por qué?

DIONISIO.- No se. ¿No te gusta? Quizás estoy cambiando.

ANASTASIA.- Si. Sí me gusta.

DIONISIO.- ¿Si?

ANASTASIA.- Si…

DIONISIO.- Pues así no podemos seguir así, Anastasia…

ANASTASIA.- Así, ¿cómo…?

DIONISIO.- Así, tan separados. Estos treinta años se han pasado como nada…

ANASTASIA.- Dionisio…

DIONISIO.- ¿Qué…?

ANASTASIA.- Espera: yo soy una mujer seria.

DIONISIO.- Yo también, pero tu madre se calla como una muerta.

ANASTASIA.- ¿Le has preguntado?!

DIONISIO.- Si. Le he dicho que quería cortejarte, desde que te conocí.

ANASTASIA.- ¡Dionisio!

DIONISIO.- Pero no me ha dicho nada. ¿Y tú que dices?

ANASTASIA.- Hombre, has tardado un poco…

DIONISIO.- Treinta años no son nada.

ANASTASIA.- Ya, pero, ¿por qué te ha dado el valor así de pronto?

DIONSIO.- Yo creo que fue ese libro, fíjate.

ANASTASIA.- ¿El librito ese?

DIONISIO.- Sí, de alguna forma estaba escrito.

ANASTASIA.- Claro, es un libro.

DIONISIO.- No, el ver lo escrito, Anastasia: es un futuro. Ahora existimos.

ANASTASIA.- ¿Y querría usted, entonces, señor Dionisio que existamos juntos?

DIONISIO.- Juntos casi podría ser feliz.

ANASTASIA.- Bien, Dionisio, pero dicen que en las guerras se practica mucho el aquí te pillo aquí te mato, y le informo que esta hija de su madre no lo practica: mi compromiso es para siempre…

DIONISIO.- El mío también… señora, si me está oyendo, hablo en serio…

ANASTASIA.- ¡Déjate de eso!

DIONISIO.- Pero mujer, es tu madre.

ANASTASIA.- Que hubiera dicho algo en treinta años, ya es mayorcita.

DIONISIO.- Cómo sois las mujeres con las madres, de verdad.

ANASTASIA.- Volviendo a lo nuestro: lo que pasa, Dionsio, es que aquí lo de la eternidad a lo mejor va en serio, así piénsatelo, porque luego nada de si te he visto no me acuerdo, eh?

DIONISIO.- ¿Y si tú te cansas de mi? Ahora tú también atacas, el mundo está cambiando, Anastasia.

ANASTASIA.- Eso también es cierto…

DIONISIO.- ¿Nos comprometemos por un tercio de la eternidad, y vemos luego?

ANASTASIA.- ¿Te parece…?

(Están a punto de besarse cuando una sirena de alarma comienza a sonar rompiendo el silencio de la selva. Irrumpe brutalmente la realidad de los sonidos de la guerra)

ANASTASIA.- ¡¡Hostias!!

DIONISIO.- ¡Anastasia!

ANASTASIA.- ¿¡Qué sucede!?

DIONISIO.- ¡Me llaman, Anastasia!

ANASTASIA.- Y a mí también.

DIONISIO.- ¡Atacamos!

ANASTASIA.- ¡Nos atacan!

DIONISIO.- ¡Tengo que ir!

ANASTASIA.- ¡Y yo!

DIONISIO.- Por ahí.

ANASTASIA.- No, por aquel lado.

DIONISIO.- Anastasia.

(Comienzan a alejarse)

ANASTASIA.- ¡Dionisio! ¿y si me matas? A mi me hacen daño tus balas.

DIONISIO.- No puede ser, Anastasia.

ANASTASIA.- ¿Por qué?

DIONISIO.- Es imposible.

ANASTASIA.- ¿Por qué?

DIONISIO.- No vamos a tener tan mala suerte.

ANASTASIA.- ¿Por qué?

DIONISIO.- ¡Escóndete bien!

ANASTASIA.- ¡Tengo miedo!

DIONISIO.- ¡No enseñes ni un pelo!

ANASTASIA.- ¡No me dispares!

DIONISIO.- ¡No te alces!

ANASTASIA.- ¡Dionisio!

DIONISIO.- ¡No te muestres!

ANASTASIA.- ¡Dionisio!

DIONISIO.- ¡Anastasia!

ANASTASIA.- ¡Dionisio!

DIONISIO.- ¡Anastasia!

(Ambos desaparecen tragados por la selva y por la guerra)

Tercera Parte. 2003. Trinchera color tierra.

(En algún lugar cerca de Bagdad. Sobre el desierto seco, lejanos ruidos incomprensibles de máquinas que pasan, misiles y tormentas. Dentro de una trinchera, sucia, marrón y cubierta de polvo, Anastasia, como muerta.)

(Entra Dionisio, reptando)

DIONISIO.- (En voz baja) ¡Anastasia…!

(…)

DIONISIO.- (íd) ¡Anastasia…!

(…)

DIONISIO.- (íd) ¡Anastasia…!

(La ve)

¡¿Anastasia?! Ay, dios mío, dime algo. Vamos, despierta. ¡Madre, madre!? ¿Cómo puedo saber si una fantasma está muerta? El corazón no le late. (…) Pero el mío tampoco. Anastasia, vamos, despierta. Si es una broma me enfadaré como nunca me has visto antes. Le voy a hacer cosquillas, madre, en Afganistán era incapaz de soportarlas: se moría de la risa. (…) Yo estoy caliente, pero ella está fría, como nunca antes. Anastasia.

Anastasia (…)

¿Sabe usted, madre? Me voy a quedar aquí junto a su cuerpo, creo que hoy aunque me llamen no podré ir. Nada de esto tiene mucho sentido, ¿verdad, señora? No se por qué la llamo madre, a lo mejor no le hubiera gustado ni un poquito, si me hubiera conocido: yo era amigo de los alemanes. Aunque los rusos siempre me cayeron mejor, éramos más almas gemelas, ¿sabe? (…)

Le hice un gorrito a su hija: mire. Claro que en Chechenia hacía más frío, pero ella estaba fuera todo el tiempo, en el ataque humanitario, y yo me pasé el tiempo tejiendo y fumando. Pero luego ella volvió, y nos reímos mucho, pero justo cuando iba a dárselo, nos movilizaron de nuevo.

A lo mejor a ella no le gusta, claro, porque su hija tiene mucho carácter, pero le hice unos tapones para las orejas, para que pudiera aguantar mis charlas, ¿ve? Orejeras con forro doble de lana y este bolondrillo para meterlo en el oído. No le gustaba nada que le hablara de política, ni que le explicara que estos terroristas son como los comunistas de antes, ¿sabe? Pero su hija no quería saber nada de países culpables, se ponía como una fiera y venga con la moral kantiana, hermosa se ponía, tú sólo quieres responsabilidad histórica en lo positivo y no en lo negativo, me decía, y eso no es así, Dionisio. (…)

Lo que no se es lo que va a pasar ahora. ¿Lo sabe usted? Estoy a punto de renunciar a comprender, no digo el origen o el sentido, sino el hacia donde, el objetivo, que es lo único que podemos inventarnos. Ahora estamos entrando en Bagdad, ¿y para qué? Es terrible saber que no va a servir de nada, y que va a ser aún peor. Ahora: tienen máquinas que efectúan mil doscientos disparos por minuto: eso es un avance tecnológico indudable…

Después de sesenta años de guerras, no se nada, y sólo tengo este gorrito.

(De súbito, Anastasia:)

ANASTASIA.- ¡Qué bonito mi gorrito!!

DIONISIO.- ¡¡Joder!! ¡¡Anastasia!! ¡Maldita sea! ¡¿Tú quieres matarme?! ¡Dame un abrazo! ¡Endemoniada! ¡Qué alegría! (La abraza)

ANASTASIA.- Dionisio.

DIONISIO.- Calla, calla, no digas nada.

ANASTASIA.- Me asfixias, pero no digo nada.

DIONISIO.- ¡Eres una desgraciada! ¡Ojala estuvieras muerta! ¡Te odio!

ANASTASIA.- ¿A que ha sido una buena sorpresa?

DIONISIO.- No tiene ninguna gracia.

ANASTASIA.- Muchas gracias por el gorro, es muy bonito.

DIONISIO.- No pienso volver a hablarte en lo que nos queda del tercio de eternidad.

ANASTASIA.- ¡Venga, Dionisio! Fue sólo una broma. Lo siento. Perdona. Pero admite que ahora estás… más vivo.

DIONISIO.- No.

ANASTASIA.- Vamos, Dionisio, no te enfades. Además, hoy realmente me pasó muy cerca.

DIONISIO.- Ya.

ANASTASIA.- En serio. Hay otros fantasmas.

DIONISIO.- ¿Cómo?

ANASTASIA.- Si, he visto a otros en esta guerra.

DIONISIO.- Venga ya.

ANASTASIA.- Estoy hablando en serio, Dionisio. ¿Te acuerdas hace tres guerras, en Timor? Ya nos pareció ver a alguno, ¿no te acuerdas?

DIONISIO.- mh…

ANASTASIA.- Y en la de Kosovo había más.

DIONISIO.- mh…

ANASTASIA.- Yo hoy los he visto yendo en grupo.

DIONISIO.- No puede ser.

ANASTASIA.- Lo es. Créeme, Dionisio, ahora no estoy de broma.

DIONISIO.- ¿Y cómo sabes que eran de los nuestros?

ANASTASIA.- ¿Fantasmas? ¡Dionisio, por favor!

DIONISIO.- ¿E iban en grupo?

ANASTASIA.- Y organizado. Y disparaban. Me rozaron algunas de las balas.

DIONISIO.- ¿Te vieron?

ANASTASIA.- No.

DIONISIO.- ¡Lo que nos faltaba! Guerras de fantasmas… ni muerto se va a poder ya descansar como dios manda.

ANASTASIA.- Siempre me he preguntado por qué nos fantasmamos unos sí, y otros no. O a lo mejor es que están migrando, desde las guerras pobres a las desarrolladas.

DIONISIO.- Misterios. Pero tienes razón, está aumentando.

ANASTASIA.- ¿El qué?

DIONISIO.- El número de fantasmas que hacen de soldado. También yo los he visto, pero no quería preocuparte.

ANASTASIA.- Muchas gracias. Pero ahora estarás contento: por fin vas a volver a ser útil en tus guerras.

DIONISIO.- También son tuyas, te recuerdo.

ANASTASIA.- ¡Ah, no! Yo nunca he creído en estas cosas. A mí no me metas: yo estaba en mi granja, y de repente, zas, en una zanja y contigo, ahí es nada. Hay una diferencia.

DIONISIO.- ¡Bueno, ya está! Tendremos que tener cada vez más cuidado. Y punto.

ANASTASIA.- Gran consejo.

DIONISIO.- Aunque tal vez debiéramos contactar con algunos de ellos para ver de aliarnos en un pequeño ejército, defensivo…

ANASTASIA.- ¡Dionisio, de verdad! ¿No te han servido de nada estos sesenta años?

DIONISIO.- ¿Y qué propone entonces doña sorpresitas?!

ANASTASIA.- No hacer nada que no quieras que te hagan.

DIONISIO.- Decididamente no has entendido nada: ¿y qué hacemos si, aún así, algunos de ellos nos atacan?

ANASTASIA.- ¿Crees que serán peligrosos?

DIONISIO.- Si.

ANASTASIA.- Es un problema

DIONISIO.- ¡Claro! ¡Esa es la cosa!

ANASTASIA.- Hablemos con ellos.

DIONISIO.- ¡¿Hablar?!

ANASTASIA.- Si, con la boca.

DIONISIO.- ¿¡Pero tú estás loca!?

ANASTASIA.- ¿Por qué?

DIONISIO.- ¿Tú has visto las armas que se gastan?

ANASTASIA.- No me he fijado, la verdad.

DIONISIO.- ¡Tienen balas que dan la vuelta a la esquina! Es algo impresionante.

ANASTASIA.- Ya, pues icemos una bandera blanca.

(Comienza a preparar una bandera blanca con cualquier pañuelo y un palo)

DIONISIO.- ¿Para qué?

ANASTASIA.- Para parlamentar.

DIONISIO.- No se.

ANASTASIA.- ¿Por qué?

DIONISIO.- A mí eso del parlamento… no me agrada.

ANASTASIA.- ¿Por qué?

DIONISIO.- No se, se pierde mucho tiempo.

ANASTASIA.- ¿Y para qué lo quieres?

DIONISIO.- Yo prefiero actuar. Va más con mi carácter.

ANASTASIA.- Ya. ¿Actuar le llamas a esto?

DIONISIO.- Hombre, bueno, es una actuación, al fin y al cabo…

ANASTASIA.- Ya está. Esto servirá de bandera blanca…

DIONISIO.- ¡Espera!

ANASTASIA.- ¡¡Qué hay que esperar!! ¡¿Qué?! ¿Otros sesenta años?! ¿A que estemos aquí también todos en guerra? ¡¡Aquí se parlamenta, como me llamo Anastasia!!

DIONISIO.- ¡Pero!

ANASTASIA.- ¡¡Y punto en boca!! A ver, bandera blanca. (Se planta junto a la bandera)

DIONISIO.- Puede ser peligroso.

ANASTASIA.- Bueno.

DIONISIO.- A lo mejor no responden con palabras, si no con balas.

ANASTASIA.- Eso no cambiará nada.

DIONISIO.- Sería poco parlamentario.

ANASTASIA.- Yo no me moveré de aquí hasta que lo entiendan.

(piuf! Suena una bala contra la trinchera)

DIONISIO.- ¡¿Qué ha sido eso?!

ANASTASIA.- No lo se, algún insecto.

(piuf! piúf!)

DIONISIO.- ¡Nos están disparando, Anastasia!

ANASTASIA.- ¡No me importa!

DIONISIO.- ¡Y son balas fantasma: de las buenas!

(Arrecia una balacera de aquí te espero)

¡Demonios!

DIONISIO.- ¡Anastasia, estas balas sí te tocan!!

(Anastasia se agacha)

ANASTASIA.- Tampoco la pavada ¡Qué bestias! Pero no se les ve.

DIONISIO.- Fantasmas camuflados, la repanocha! O seguramente es que ellos no están.

ANASTASIA.- ¿Cómo que no están?

DIONISIO.- Disparan por control remoto, seguro, desde el mando fantasma de Afganistán.

ANASTASIA.- ¡Anda ya!

DIONISIO.- Estas guerra ya no son lo que eran.

ANASTASIA.- ¡Imbéciles! ¿¡No veis esta bandera!?

(piúf!, piuf!, piuf!)

¡Cretinos! ¡somos fantasma iguales que vosotros? ¿Os da menos problemas matarnos que el que nos rindamos?!

(piúf!, piúf! piuf!)

¡Estamos rendidos, desgraciados! ¡No somos soldados! ¡No queremos pelear! ¡Queremos hablar!

(piuf!, piúf!, piiiuf!)

DIONISIO.- Yo lo dije, Anastasia. Es más fácil actuar que hablar.

ANASTASIA.- ¡Eso está claro! ¡Para disparar sólo hace falta un dedo! Y para hablar…

DIONISIO.- Una lengua.

ANASTASIA.- No: un cerebro, y desarrollado.

DIONISIO.- Bueno, no todos somos tan brutos.

ANASTASIA.- Eso es lo que más me enerva. ¡Venid aquí, que os vea!

(piúf!, piúf!, piúf!)

¡Sólo quiero deciros una cosa, por favor!

(piúf!, piúf! …sploft!)

¡Me han dado!

DIONISIO.- ¡Anastasia!!

ANASTASIA.- Aquí, siento algo extraño.

DIONISIO.- Tranquila, ¿qué sientes?

ANASTASIA.- Me sabe raro morirme dos veces.

DIONISIO.- ¡Maldita sea! (Se levanta) ¡Yo también quería hablar! Decidme algo!

(piúf!, piúf!… splift!)

Ah, gracias, esto es diálogo. Anastasia: también a mí me han dado. Por lo menos tienen puntería, eso está claro.

ANASTASIA.- ¡Dionisio!

DIONISIO.- ¿Mi amor?

ANASTASIA.- No tenías que haberte molestado.

DIONISIO.- Era imposible para mí hacer otra cosa.

ANASTASIA.- Nos moriremos juntos. O lo que sea esto.

DIONISIO.- Sí, aunque me parece que los fantasmas mueren lento.

ANASTASIA.- Lo siento, Dionisio, pero no tenía otro remedio.

DIONISIO.- No, la culpa la tuvieron los comunistas, y luego Yalta…

ANASTASIA.- ¡Para! Olvídate de la guerra, Dionisio.

DIONISIO.- Me cuesta, Anastasia, es mi apellido.

ANASTASIA.- Haz un esfuerzo.

DIONISIO.- Por ti lo haré: hala, ya está: ya la he olvidado.

ANASTASIA.- ¿Y ahora, qué?

DIONISIO.- Te amo, Anastasia.

ANASTASIA.- Mira que soy polaca: medio rusa por mi abuelo.

DIONISIO.- No importa: siempre te he amado, desde que te vi aquella primera vez, en la trinchera.

ANASTASIA.- En medio del arroyo.

DIONISIO.- Junto al olmo requemado y centenario.

ANASTASIA.- ¿Qué olmo, Dionisio? No había ningún olmo.

DIONISIO.- Ah, se me mezclan las ideas… es verdad, el olmo fue en mi muerte. Bueno, pero recuerdo que…

ANASTASIA.- Para. ¿Moriste junto a un olmo requemado y centenario?

DIONISIO.- Eso parece, me dijeron… yo sólo reconozco al rododendro, ya lo sabes.

ANASTASIA.- ¿Y te fijaste si cerca había alguna granja?

DIONISIO.- Una choza destartalada…

ANASTASIA.- ¿Con las tejas verdes?

DIONISIO.- Si, ¿cómo lo sabes?

ANASTASIA.- ¿Y te dieron un tiro?

DIONISIO.- Sí, justo cuando acababa de lanzar una granada, con una puntería extraordinaria, Anastasia… entró justo, pero justo por en medio de la ventana, y estaba a más de treinta metros.

ANASTASIA.- Ya. Lo vi…

DIONISIO.- ¿Tú…?

ANASTASIA.- Te pegué un tiro justo antes de que explotara la granada.

DIONISIO.- Pero… el que había en la ventana era un ruso comunista como un oso de grande…

ANASTASIA.- Era Anastasia con un abrigo de piel de oso de su padre.

DIONISIO.- …deberían prohibir los abrigos de pieles de animales.

ANASTASIA.- Mi amor, Dionisio, mi vida. ¿Ya qué nos importa? Olvídalo, sesenta años nos han dado de propina.

DIONISIO.- O de recargo.

ANASTASIA.- Después de muerta encontré el amor de mi vida. Porque yo también te amo, ¿sabes?

DIONISIO.- Entonces ya nada más me importa.

ANASTASIA.- Alcánzame ese palo. (Por el de la bandera blanca)

DIONISIO.- ¿Para qué?

ANASTASIA.- Quiero llevármelo.

DIONISIO.- ¿Crees que después de esto seguiremos?

ANASTASIA.- Por si acaso. ¿Tienes el librito?

DIONISIO.- No, me lo fumé. En Chechenia.

ANASTASIA.- Qué cruz de hombre.

DIONISIO.- Nos vamos, ahora que empezábamos a tomarle el gusto a esto.

ANASTASIA.- Misterios.

DIONISIO.- Pero antes te voy a dar un beso.

ANASTASIA.- Y yo también, mi amor, que ya era hora.

(Se besan apasionadamente)

(Tal vez se oyen voces que hablan o cantan…)

 

VOZ EN OFF.- [4]           Paz para los crepúsculos que vienen

Paz para el puente, paz para el vino

Paz para las cenizas de estos muertos

Y de estos otros muertos…

Paz para todos los que viven: paz

Para todas las tierras y las aguas.

VOZ EN OFF 2.-           (Por debajo, enumera)

Burma, Korea, Indonesia, Méjico, Afganistán,

Colombia, Perú, Senegal, Sierra Leona, Chechenia

Filipinas, Uganda, Cachemira, Sri Lanka, Kurdistán

Namibia, Somalia, Irak, Etiopia, Nigeria

Georgia, China, Ruanda, Islas Sólomon, Sudan

Burundi, Angola, Timor, Zaire, Argelia…

(Las voces se pierden. Ellos mueren mientras se besan.)

                                                                    (Tal vez desaparecen, o tal vez no.)

                                                                    (Cae el oscuro, y fin)

[1] La lengua parece un canto rodado… (N. del A.)

[2] No puedo hablar… un canto rodado… ¡auxilio! (N. del A.)

[3] retirada… no puedo hablar… un canto rodado… ¡auxilio! retirada…! (N. del A.)

[4] Pablo Neruda: Canto General. Parte VI. Extracto del final.

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