Aladino

de Julio Salvatierra, a partir del cuento original publicado en las 1001 noches.

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PRÓLOGO

En el oscuro del escenario sólo vemos un gran libro. El libro se abre lentamente, y de él empieza a caer arena, una lenta cascada de arena que va llenando todo el desierto de la mesa. Sonido de viento. Entre la tormenta de arena vemos al Hechicero atravesar el desierto, en silencio. De repente divisa a lo lejos las luces de una ciudad, y pone rumbo a ella.

La Narradora coge el libro, se sienta y comienza a leer la primera frase. A partir de ahí narrará -sin leer, aunque con el libro en sus manos- con la atención centrada en el público.

(Una luz tenue la ilumina)

Habéis de saber que en la antigüedad del tiempo, cerca del desierto de Arabia, donde la arena es infinita y las noches estrelladas, en una ciudad de cuyo nombre no me acuerdo, vivía con su madre un niño llamado Aladino.

Era un niño muy despierto, rebelde e indómito, que no hacía caso de nada ni de nadie…

Títere de La Madre solitario andando por la arena, con los minaretes de la ciudad y su gran palacio al fondo. La Madre busca a su hijo. La madre es muy corta de vista.

MADRE

¡Aladino!

Silencio.

MADRE

¡Aladino!

Sonido de risas contenidas.

MADRE

¡Aladino!

¿Quizás en sombras puedan atravesar el espacio rápidamente las sombras de varios chiquillos? La madre cree ver algo.

MADRE

¡Aladino! ¡Ay, qué hijo, lo que más le gusta es andar por ahí, suelto como un pájaro!

Aladino se asoma por algún lado, sin que la madre lo vea. La madre lo oye y se vuelve, pero Aladino se esconde y reaparece por otro lado. Este juego se repite un par de veces.

MADRE

¡Aladino! ¡Aladino! Hay que entregar unos manteles que ya he acabado.

Finalmente Aladino aparece frente a su madre.

MADRE

Aladino, ven conmigo, te necesito.

Aladino niega con la cabeza y se va. Su madre, triste, vuelve a casa.

NARRADORA

(Con el libro entre las manos)

Aquí dentro está la historia que os voy a contar, y que…

MADRE

(A la narradora)

¿Y tú quién eres, muchacha?

NARRADORA

¡Shh! A su debido tiempo lo sabrás.

Cambio de luz y de escena.

EL HECHICERO

NARRADORA

Y que comienza, como os decía, una tarde en que Aladino jugaba en la calle, como siempre…

Aladino aparece jugando a hacer equilibrios en un bordillo. El hechicero aparece escondido en otro lado, mirándolo con detenimiento, quizás incluso a través de un catalejo. El Hechicero va a hablarle, pero…

MADRE

(Entrando)

¡Aladino! ¡Aladino..!

Al oír la llamada de su madre, Aladino se esconde. El Hechicero se da cuenta y también se esconde.

La madre mueve la cabeza apesadumbrada porque su hijo no responde.

MADRE

Desde que murió su padre este niño está ido…

La madre sale, rezongando. Aladino reanuda su juego haciendo equilibrios por el bordillo hasta llegar junto al hechicero, que de repente se alza ante él.

Aladino se cae de culo del susto.

El hechicero lo ayuda a levantarse y a limpiarse.

Luego lo mira fijamente a la cara.

Aladino se asusta y huye, como con su madre. El hechicero lo persigue.

Juego de esconderse y aparecer por todo el espacio, ¿incluso en torno a la Narradora?.

Finalmente el Hechicero arrincona a Aladino en una esquina de la mesa-desierto, sin dejar de mirarlo fijamente.

HECHICERO

(Misteriosamente)

Tu…

ALADINO

¡Tú más!

HECHICERO

No, tú…

ALADINO

¿Yo, qué!?

HECHICERO

¿Tú no eres Aladino!?

ALADINO

¿Y tú quién eres?

HECHICERO

¡Eres Aladino?!

Aladino afirma con la cabeza. El Hechicero cae de rodillas y le abraza, llorando de emoción.

NARRADORA

Aladino, vengo buscándote desde muy lejos…

ALADINO

¿A mí? ¿Por qué?

HECHICERO

Porque soy tu tío, el hermano de tu padre…

ALADINO

¡Pero si mi padre no tenía hermanos!

HECHICERO

Él nunca os lo dijo, porque nos peleamos cuando éramos jóvenes y yo me fuí de la ciudad…

ALADINO

Mi madre nunca me dijo que tuviera un tío.

HECHICERO

Ella tampoco lo sabía, pero este medallón de oro con la cara de tu padre os demostrará que soy tu tío.

ALADINO

¿Es de oro?

HECHICERO

Sí. Y es un regalo para tí y para tu madre.

Aladino corre en busca de su madre, llamándola.

ALADINO

¡Mamá, mamá!

Su madre aparece de inmediato, como si hubiera estado espiando a la vuelta de la esquina (como de hecho así era).

ALADINO

¡Mira, mamá! ¡Un regalo! ¡Es de oro!

Le enseña el medallón. Y luego señala al Hechicero.

ALADINO

¡Dice que es mi tío! ¡Y esta es la cara de papá!

La madre observa embobada el medallón, luego al Hechicero, y finalmente le hace una reverencia.

MADRE

(A Aladino)

No se parece mucho a tu padre, pero un hombre tan rico está claro que no necesita mentir.

Aladino la mira.

ALADINO

¿Estás segura, madre…?

La madre se le queda mirando. Duda. Luego se vuelve al Hechicero como para preguntarle algo, pero el Hechicero se adelanta, y descubre un maravilloso traje.

HECHICERO

También he traído este regalo para la viuda de mi querido hermano.

La madre se maravilla. El Hechicero descubre entonces un cinturón de oro.

HECHICERO

Y este cinturón de oro para mi único sobrino.

Aladino y su madre se miran.

MADRE

¿Por qué nos iba a mentir…?

Aladino asiente, algo dudoso todavía…

NARRADORA

Y así el Hechicero se ganó la confianza de Aladino y de su madre, la costurera. Y durante los dos días siguientes los invitó a comer, les hizo muchos regalos, y trató a Aladino como sí fuera su propio hijo hasta que, al tercer día, le pidió que lo acompañara a las afueras de la ciudad, cerca del desierto, donde le prometió que le iba a enseñar el lugar más maravilloso que hubiera visto nunca…

LA CUEVA

Aladino, con su nuevo cinturón puesto, y el Hechicero andan por el desierto, con la ciudad al fondo, ya algo lejana por la distancia. La noche va cayendo.

ALADINO

¿Falta mucho?

HECHICERO

Ya estamos muy cerca.

ALADINO

No veo ningún lugar, sólo desierto.

HECHICERO

Hay que aprender a ver, Aladino.

ALADINO

Yo veo perfectamente.

HECHICERO

No tanto, porque no confías en mi.

ALADINO

(Dudoso)

Es que no te conozco…

HECHICERO

Tu madre confía en mi.

ALADINO

Ya, en quién no confía es en mi, porque dice que soy un mal hijo.

HECHICERO

A partir de hoy lo hará, sí haces lo que yo te digo.

ALADINO

¿El qué?

El Hechicero se detiene. La noche ha ido cayendo.

HECHICERO

Hemos llegado.

Aladino mira a todos lados.

ALADINO

(Algo asustado)

Aquí no hay nada…

El Hechicero le hace un gesto para que guarde silencio. Luego levanta sus brazos en alto.

HECHICERO

¡Salwa Al-la namma aula inshallah!

El Hechicero golpea con su cayado en la arena del desierto, y justo debajo de donde ha golpeado vemos iluminarse una cueva llena de cofres de oro y piedras preciosas, candelabros, lámparas, valiosas estatuas y muchas telarañas. Ambos personajes se hallan encima del techo de la cueva. Seguidamente el Hechicero se agacha y comienza a tirar de un tirador hasta que abre una trampilla que da acceso a la cueva. La arena cae dentro. Aladino se asoma a mirar. Ve los tesoros y luego mira al Hechicero, maravillado. El Hechicero se arrodilla junto a Aladino.

HECHICERO

La cueva está encantada y sólo un niño puede entrar. Necesito que me traigas una vieja lámpara de aceite que está dentro de la cueva.

ALADINO

(Al hechicero)

¿Y qué me darás en premio si te ayudo?

HECHICERO

Te dejaré quedarte con el resto del tesoro, si tu quieres. Yo ya soy rico, y no necesito nada de eso.

Aladino lo mira impresionado. Luego afirma enérgicamente con la cabeza.

HECHICERO

Entra en la cueva y, sin tocar NADA, tráeme la lámpara, que está al fondo.

ALADINO

¿Y el tesoro?

HECHICERO

Cuando me hayas traído la lámpara tendrás todo el tiempo del mundo para escoger todo lo que quieras.

El Hechicero tira de un resorte en el cinturón de Aladino y de el va extrayendo una delgada cuerda. Mediante ella el Hechicero descuelga a Aladino dentro de la cueva, a través de la trampilla. Cuando llega abajo, al soltarla, la cuerda se recoge automáticamente de nuevo dentro del cinturón. El Hechicero queda afuera, esperándolo. Aladino se acerca hasta un precioso escudo de oro y piedras preciosas, lo mira y mira hacia arriba.

ALADINO

Este escudo es lo que más me gusta.

HECHICERO

No puedes tocar nada hasta que encuentres la lámpara de aceite y me la traigas. La reconocerás cuando la veas.

Aladino recorre la cueva, mirándolo todo, maravillado. Avanza hasta el fondo. Algún murciélago o rata o araña le da algún susto en el camino. Al fondo de la cueva, iluminada por un solitario rayo de luz, ve de repente una vieja lámpara de aceite, detrás de una gran telaraña. Con miedo se abre pasó entre la tela pegajosa, coge la lámpara y vuelve hacia la salida. Al llegar bajo la trampilla se la enseña al Hechicero, que está arriba.

HECHICERO

(Con voz dulce)

Querido Aladino, sabía que podía confiar en ti.

El Hechicero, de un cinturón similar al de Aladino que él lleva también puesto (o por otro sistema cualquiera), hace bajar a la cueva una cuerda con un gancho en la punta. Aladino mira el gancho.

HECHICERO

(Con voz dulce)

Querido mío, pon la lámpara en el gancho.

Aladino la va a poner, pero otro murciélago o rata o araña le asusta y no la pone. Duda. Mira al Hechicero.

HECHICERO

(Con voz algo impaciente)

Pon la lámpara en el gancho.

Aladino avanza para ponerla pero en el último momento se echa atrás. Vuelve a mirar al Hechicero.

ALADINO

(Con un hilo de voz)

Prefiero qué me subas y te la doy arriba.

HECHICERO

(Con voz destemplada)

¡No digas tonterías, Aladino, y pon de una vez la lámpara en el gancho! ¡¡Te subiré luego!!

ALADINO

(Muy asustado)

No, ahora…

HECHICERO

(Furioso)

¡Aladino, maldita sea…! (Controlándose, con voz dulce) Perdóname, por favor, pon la lámpara en el gancho, así luego podrás coger algo que te guste y yo te subiré…

Aladino duda. Mira al escudo. Se miran.

ALADINO

(Decidido)

No. Me subes ahora.

HECHICERO

(Estallando de furia)

¡¡Niño malcriado y desobediente!! ¡¡PON LA LÁMPARA EN EL GANCHO!!

ALADINO

No.

HECHICERO

(A grandes voces))

¡¡Hijo de mala madre!! ¡Pon esa maldita lámpara en el gancho o sabrás quien soy yo!!

Le amenaza con el cayado. Aladino tira la lámpara al suelo y corre hacia el escudo, para protegerse.

HECHICERO

¡No toques nada!!

Aladino coge el escudo y lo usa para esconderse detrás.

HECHICERO

¡No! ¡No! ¡¡Nooo…!!

Oímos un estrépito de rocas rechinando, la cueva se llena de humo. Aladino corre hacia la trampilla, pero esta se cierra, ella sola, con un gran estruendo. La luz cambia dentro de la cueva.

El Hechicero, fuera de la cueva, se agita, fuera de sí.

HECHICERO

¡¡Maldito seas, Aladino!!

Aladino se acurruca detras del escudo, asustado.

HECHICERO

Pero tú lo has querido. Esa cueva sólo puede abrirse una vez cada diez años. Has sellado tu propia tumba. ¡Adiós, Aladino! Hasta nunca.

El Hechicero se da la vuelta y se va. Aladino se queda escondido tras su escudo.

EL GENIO

NARRADORA

Aladino empezó a llorar. ¿Qué otra cosa podía hacer? Estaba muy asustado. Ahora se arrepentía de haber confiado en el Hechicero. Desde que lo vio le había parecido una mala persona. Pero les había engañado a él y a su madre…

Aladino mira a la narradora y niega.

NARRADORA

… bueno, sobre todo había engañado a su madre, con tanto regalo. Él siempre había sospechado. Y ahora estaba encerrado en una cueva, llena de murciélagos, o ratas o arañas. ¿Qué podía hacer? Decidió llorar un poco más.

Aladino llora.

NARRADORA

Pero al cabo de un rato, claro, como siempre pasa, se cansó de llorar…

Aladino vuelve a mirarla y niega.

NARRADORA

 …bueno, no, no siempre pasa… esta vez Aladino decidió seguir llorando un buen rato.

Aladino llora un rato, mientras la narradora lo mira. Se va calmando.

NARRADORA

Por fin, Aladino…

Aladino vuelve a llorar con fuerza. Al verlo la Narradora suspira.

NARRADORA

…decidió seguir llorando, un poquito más.

Aladino llora poco y se calma.

NARRADORA

Aladino…

Aladino vuelve a llorar… La Narradora lo mira. Aladino se calma. La Narradora abre la boca y Aladino llora. El juego se repite algunas veces, cada vez más rápido, hasta que

NARRADORA

(Gritando)

¡¡Aladino!!

Aladino y la Narradora ríen. Aladino sale de detras del escudo y se pone a mirarlo todo.

NARRADORA

Todas las tristezas se acaban pasando, y Aladino entonces se dispuso a explorar la cueva con más cuidado…

Aladino mira los tesoros, maravillado. Hasta que, de repente, se acuerda de que está encerrado…

Corre debajo de la trampilla y la mira. Luego mira a su alrededor, ve la lámpara, pero no le hace caso.

Ve una larga lanza de plata y la coge. Con ella intenta empujar la trampilla desde abajo de varias maneras, usando cada vez más fuerza.

Finalmente se tumba de espaldas y empuja con los pies empujando la lanza apoyada en la trampilla, intentando abrirla. Pero incluso después de usar toda su fuerza, no lo consigue.

Aladino se desespera. Está a punto de llorar de nuevo cuando por casualidad sus ojos se posan en… la lámpara, tirada sobre el suelo.

La mira. Se queda pensando unos instantes y luego se acerca hasta ella y la recoge. Mira una tela dorada que sale de un cofre. La coge, y con ella frota la lámpara para limpiarla…

En ese momento un nuevo cambio de luz ilumina la cueva, el humo la invade (si pudiera salir de la lámpara sería ideal), junto con un sonido silbante y profundo, como un grito o un alarido de júbilo, y de entre el humo, un enorme genio aparece, salido de la lámpara. El genio parece ir a aplastar a Aladin, pero se detienen casi nariz con nariz, durante un instante de pausa…

GENIO

¡¡Bú!!

Aladino dá un respingo y se cae de culo.

El genio vuela por toda la cueva riendo a grandes carcajadas y finalmente se para frente a Aladino. Se miran, Aladino está asustado. El genio le hace una reverencia.

GENIO

Gracias por llamarme, amo. Hacía más de mil años que no salía de esa lámpara. Y es agradable desperezarse, de vez en cuando.

ALADINO

¿Vives en esa lámpara?

GENIO

Sí. Soy el genio de la lámpara. Y tú eres mi amo, ahora.

ALADINO

¿Yo? ¿Por qué?

GENIO

Porque tienes la lámpara. Y el que tiene la lámpara me tiene a mi.

ALADINO

¿Y tú qué sabes hacer? ¿Eres cerrajero?

GENIO

No.

ALADINO

¿Eres portero?

GENIO

No.

ALADINO

¿Eres carpintero?

GENIO

No.

ALADINO

Entonces no me sirves de nada. Necesito a alguien capaz de abrir la puerta de esta cueva.

GENIO

¿Quieres salir de esta cueva?

ALADINO

¡Sí! ¡Inmediatamente!

El genio vuela de inmediato bajo la trampilla, la mira y esta se abre de golpe. Luego mira a Aladino y de nuevo a la trampilla. Aladino de inmediato sale volando, como arrastrado por la mirada del genio y es catapultado al exterior de la cueva, en donde aterriza en el suelo de narices. El genio sale volando luego, tranquilamente, en pos de Aladino.

GENIO

Tu deseo se ha cumplido, Aladino.

Aladino se levanta frotandose la nariz.

ALADINO

Quería salir, pero no volando…

GENIO

Ah, eso hay que decirlo antes. Soy genio, no adivino. Concedo exactamente los deseos que me piden.

Aladino se sienta, pensando.

ALADINO

¿Tu puedes concederme cualquier deseo que te pida?

GENIO

Así es, amo mío.

ALADINO

¿Cualquier cosa?

GENIO

Ponme a prueba.

ALADINO

Quiero ir a casa… ¡Pero sin volar!

La cueva desaparece y la casa de Aladino de inmediato aparece junto a el, que no se ha levantado de su asiento.

LOS DESEOS PARA EL GENIO

Aladino mira su casa sin acabar de creeérselo.

ALADINO

¡Uau! Genio, eres maravilloso!

GENIO

Sí, la verdad es que no estoy mal.

ALADINO

Pero un momento, ¿el tesoro se ha quedado en la cueva?

GENIO

Sí.

ALADINO

¡Pero yo quería el escudo de oro!

GENIO

Lo querías es que ya no lo quieres…

ALADINO

¡Claro que lo quiero!

El escudo llega volando hasta las manos de Aladino. Aladino lo mira encantado por todos lados.

ALADINO

¡Gracias, genio!

GENIO

De nada. Eres el primer amo que me da las gracias.

ALADINO

Y tú el primer genio que me da nada. Voy a guardarlo por aquí, nunca he tenido algo tan bonito.

Aladino está nervioso y no sabe dónde guardar el escudo. Finalmente lo guarda en algún lado de modo que quede a la vista en parte.

GENIO

(A Aladino)

Espero tu próximo deseo, amo mío.

ALADINO

No se… Es que…estoy nervioso…

GENIO

¿Por qué?

ALADINO

Porque tengo que pedir cosas que realmente sean importantes, no se… ¿Tu qué pedirías?

El genio se ríe.

GENIO

Nunca me habían hecho esa pregunta. ¿Quieres saberlo?

Aladino afirma con la cabeza.

GENIO

Pues lo que más deseo en el mundo es ser libre.

ALADINO

¿Y si yo pidiera como deseo liberarte, quedarías libre?

GENIO

(Vuelve a reír)

Sí, pero no te conviene.

ALADINO

¿Por qué?

GENIO

Porque la lámpara necesita tener a alguien dentro, y cuando un genio es liberado el amo de lámpara ocupa su lugar dentro de ella… Para siempre.

ALADINO

Entonces mejor no.

GENIO

Me lo imaginaba.

ALADINO

Pues entonces ahora quiero…

Oímos a su madre que viene.

MADRE

(OFF)

¡Aladino…! ¡Aladino…! ¡Tienes que ir a por hilo…!

ALADINO

(Al genio)

¡Quiero ser invisible para mi madre! ¡Y tu también!

La Madre entra, buscando a Aladino.

MADRE

¡Aladino, Aladino!

Recorre todo el espacio sin verlos. Se para delante suya.

MADRE

¡Aladino, donde estas! Siempre volando por ahí, libre como un pájaro…

Aladino gesticula delante suya, sin que ella lo vea. La madre mueve la cabeza con tristeza y se retira. Aladino se ríe. La madre se dirige a la Narradora

MADRE

¿No has visto a mi hijo?

La Narradora niega.

MADRE

(Mientras sale, hablando sola, se para por casualidad delante del genio, y parece decírselo a él. Aladino los mira)

¿Por qué me habrá tocado un hijo tan malo? Yo sola no puedo sacar esta familia adelante… Nunca había visto un niño tan poco cariñoso…

Aladino deja de reírse. Cuando está a punto de salir, la madre ve el escudo. Se detiene, lo mira, se acerca y lo coge. Mira a todos lados, como buscando a su dueño. Aladino no se mueve, ni el genio.

MADRE

Que cosa tan bonita. Creo que le encantará a Aladino. Lo guardaré para darle una sorpresa. Ay, Aladino, Aladino…

La madre sale con el escudo.

ALADINO

(Al genio)

Ya no quiero ser invisible.

Aladino se sienta, cabizbajo y pensativo. El genio se queda balanceándose suavemente a un lado. Mira a Aladino, pero no se atreve a decir nada.

ALADINO

(Tras pensar un rato. Al genio)

¿Puedes traer todo el tesoro que se quedó en la cueva sin que nadie lo vea?

GENIO

Claro que sí, mi amo. Lo guardare en tu casa en una estancia invisible, debajo de tu cuarto, a la que sólo tú podrás entrar.

(¿Vemos la misma cueva con el tesoro bajo el piso, ahora con otra luz, sin telarañas y con una escalerita para bajar?)

NARRADORA

Y así lo hizo. El tesoro estaba ahora en casa de Aladino, en un sótano obra del genio y al que sólo Aladino podía entrar…

ALADINO

Genio, ¡vuelve a tu lámpara!

El genio desaparece. Aladino baja al cuarto secreto del tesoro, deja la lámpara bien guardada, y coge unas cuantas monedas de oro que envuelve en un pañuelo. Luego sube corriendo…

ALADINO

¡Madre! ¡Madre!

MADRE

(Entrando)

Aladino, ¿qué sucede? ¿Dónde te habías metido?

Aladino le da el pañuelo con las monedas.

ALADINO

Toma, mamá. Para que compres todo lo que haga falta.

MADRE

(A ver las monedas)

¡Hijo! ¿De dónde has sacado estas monedas?

ALADINO

He empezado a trabajar.

MADRE

¿Tú, trabajando!? ¿Dónde?

ALADINO

Eeh… en el taller de un joyero que necesitaba un aprendiz, al otro lado de la ciudad. ¡Gano mucho dinero!

La madre lo abraza y le da un beso.

MADRE

¡Por fin, hijo! No sabes lo feliz que me haces. Voy a contárselo a todos los vecinos.

La madre corre, gritando.

MADRE

¡Mi hijo está trabajando! ¡Mi hijo está trabajando!

La madre corre hasta donde está la narradora.

MADRE

(A la narradora)

¡Mi hijo está trabajando!

La madre sale.

NARRADORA

Y así, aunque era medio mentira, toda la ciudad supo que Aladino había comenzado a cambiar. Aladino se bajó a la calle, pero ya no tenía ganas de jugar con sus amigos. Tenía demasiadas cosas en que pensar y quería estar sólo, así que se fue a dar un paseo por zonas de la ciudad donde nunca había estado, y donde nadie le conocía…

Aladino pasea con la mirada perdida, rumiando sus pensamientos.

HASTA AQUÍ HE LLEGADO MODIFICANDO

LA HIJA DEL SULTÁN

Aladino pasa junto a un bello muro recubierto de enredaderas. En él hay una ventana grande con reja. Es el muro del jardín de un palacio. Se detiene a escuchar. Del otro lado se oye una preciosa canción en árabe, cantada por una bonita voz de mujer.

Aladino trepa al muro por la enredadera y mira dentro. Ve a Alma cantando y se queda extasiado. Pero sin querer hace un ruído. Alma levanta la vista hacia él, y Aladino, asustado, pierde pie, la enredadera a la que se agarra se desprende y niño y enredadera caen del muro, con un batacazo importante.

ALADINO

¡Aaaah!

La canción se interrumpe. Y enseguida vemos que se abre la ventana. Detrás de la reja aparece Alma. Aladino se parapeta detrás de la enredadera, como arbusto andante. Alma ríe.

ALMA

¿Eres un arbusto con patas?

ALADINO

Sí. ¿Tú quién eres?

ALMA

La hija del sultán. Me llamo Alma.

ALADINO

Cantas muy bien.

ALMA

Gracias.

ALADINO

Y eres muy guapa.

ALMA

Gracias. ¿Y tú cómo eres? Deja que te vea.

ALADINO

¡No!

ALMA

¿Por qué?

ALADINO

Me da verguenza.

ALMA

¿Por qué?

ALADINO

Porque no soy tan guapísimo como tú.

Alma ríe.

ALMA

Pero eres gracioso…

ALADINO

No se. ¿Vives aquí?

ALMA

Sí. Mi padre es el príncipe de la ciudad, pero yo odio ser princesa.

ALADINO

¿Por qué?

ALMA

Porque siempre me tienen entre rejas, y no me dejan salir ni hacer lo que quiero.

ALADINO

Pero vives en un palacio. Yo vivo en una casita diminuta.

ALMA

Pero puedes pasear por todo el mundo, y yo no puedo salir de aquí.

NARRADORA

¿De qué le servía a Alma vivir en un palacio, si no podía ni siquiera hacer lo que el resto de las personas hacen todos los días?

ALADINO

Pero ahí dentro tendrás todo lo que se pueda soñar.

ALMA

Sí, pero no me dejan soñar con lo que no tengo.

Oímos una voz en off llamándola: -¡Alma, Alma…!

ALMA

Adiós, me tengo que ir.

Alma sale. Aladino se queda un rato mirando la ventana.

NARRADORA

Aladino nunca había sentido lo que ahora sentía. Siempre había jugado con sus amigos, chicos como él. Y creía que todas las mujeres eran como su madre, mayores… y feas…

La madre aparece junto a la Narradora y se le queda mirando. La Narradora la ve e intenta corregirlo.

NARRADORA

…mayores y serias, quiero decir… mayores y atareadas… mayores y… Mayores.

La madre mueve la cabeza y se acerca a la Narradora.

MADRE

¿Mi hijo está enamorado?

NARRADORA

Creo que sí, madre.

MADRE

¿Y ella quién es?

NARRADORA

Pues quién va a ser: Alma, la hija del Sultán.

MADRE

¿La hija del Sultán?

NARRADORA

Sí.

MADRE

Pobre Aladino…

La madre sale meneando la cabeza. Mientras la Narradora habla, Aladino y su madre se encuentran y les vemos discutir.

NARRADORA

La madre de Aladino, que no sabía nada de la lámpara, creía que su hijo no era lo bastante importante para casarse con la hija del sultán…

MADRE

¡Somos pobres! ¿Cómo te atreves ni siquiera a soñar con casarte con la hija del hombre más rico y poderoso de todo el reino?

ALADINO

¡Déjame en paz, madre! Yo se lo que tengo que hacer…

MADRE

¡Qué vas a saber! ¡Eres un niño!

La madre sale rezongando. Aladino se queda pensando.

NARRADORA

Pero Aladino sabía que no iba a recuperar la calma hasta poder estar con Alma…

LA CONQUISTA DE LA HIJA DEL SULTÁN

Aladino saca la lámpara, la frota y el genio aparece, entre una nube de humo. Aladino está enfadado.

ALADINO

Genio, quiero regalarle a Alma las cosas más maravillosas, para que vea que sí tengo algo que ofrecerle.

GENIO

(El genio duda)

¿Estás seguro, amo mío?

ALADINO

¡Claro que sí! ¡No empieces como mi madre!

El genio hace un reverencia.

ALADINO

Llévale un elefante cargado de tesoros, y dale este mensaje.

Aladino habla al oído del genio. El Genio hace aparecer a un espléndido elefante lleno de cofres, oro y piedras preciosas y lo conduce ante la ventana del jardín de Alma. Aladino se esconde para ver lo que pasa.

Alma abre la ventana.

GENIO

Te traigo el regalo de un joven príncipe que está enamorado de tí.

El elefante barrita. Alma mira al elefante.

ALMA

Ah, otro elefante… dile que muchas gracias, pero ya tengo tres.

Desde el interior oímos a tres elefantes barritar. (Si pudiéramos verlos sería aún mejor, claro) Alma cierra la ventana. Aladino sale, cabizbajo.

GENIO

Creo, amo mío, que…

ALADINO

¡Calla! ¡Ya se!

Le hace un gesto al Genio y le vuelve a hablar al oído. Luego corre a esconderse. El Genio hace aparecer ahora, por ejemplo, un gigantesco carro, tirado por seis elefantes, sobre el que una enorme jaima oculta el contenido. Vuelve a aparcarlo frente a la ventana de Alma, y llama. Cuando esta aparece, la jaima se abre y vemos una gran estatua de oro de la propia Alma.

ALMA

Ya me han hecho muchas estatuas, gracias. Y no me gustan mucho. Además esta no me cabe en el jardín.

Alma cierra la ventana.

NARRADORA

Aladino siguió enviándole regalos cada vez más increíbles: manadas de caballos de azabache; acuarios de oro con ballenas de plata; bosques de jade y ardillas de zafiro… Pero Alma, aunque siempre lo agradecía, siempre lo rechazaba todo.

Tras cada descripción del regalo vemos a Alma negando con la cabeza. El genio desaparece.

NARRADORA

Aladino estaba desesperado, y durante un día entero anduvo paseando y pensando…

Aladino pasea de un lado a otro con las manos a la espalda, pensando. Se detiene. Coge la lámpara y la frota. El genio aparece.

GENIO

(Con voz algo enfadada)

¿Qué mandas ahora, amo?

ALADINO

Nada.

GENIO

¿Nada? ¿Entonces para qué me has llamado?

ALADINO

Es que quiero hablar con alguien, genio. Estoy desesperado. Ahora tu eres mi único amigo.

GENIO

(Dulcificando la voz)

Nunca me habían llamado para no pedirme nada… Gracias, es algo nuevo para mi.

ALADINO

Necesito tu consejo.

GENIO

Tampoco me habían pedido nunca consejo…

ALADINO

Tenemos qué encontrar alguna cosa que a Alma le haga ilusión.

GENIO

No creo que sea una cosa lo que ella quiere…

ALADINO

¿Y entonces qué va a querer…?

Entra la madre trayendo el escudo. Aladino al verla se calla.

MADRE

(Sin ver al genio)

¿Con quién hablabas, hijo?

ALADINO

Con nadie, hablaba sólo.

MADRE

(Mueve la cabeza, preocupada)

Hijo, te traigo esto, que encontré el otro día, y creo que es valioso, pero… Regálaselo a esa chica, a lo mejor la deslumbras…

ALADINO

¡Madre! ¡No digas tonterías! Alma ni mirará ese trasto…! ¡Llévatelo!

MADRE

Pero hijo, a ti siempre te ha gustado jugar con escudos…

ALADINO

¡Déjame, madre! ¡Estoy pensando!

Pausa. La madre lo mira.

MADRE

Bueno, hijo.

Sale la madre.

GENIO

Cuando no tenías nada a ti ese escudo te encantaba…

ALADINO

(Enfadado)

¡Pero ahora puedo tener todos los que quiera!

GENIO

(Afirmando con la cabeza)

Eso es justo lo que le pasa a Alma.

Pausa. Aladino piensa.

NARRADORA

Aladino comprendió entonces que sólo se desea lo que no se tiene…

ALADINO

Pero entonces Alma no desea nada, porque lo tiene todo…

GENIO

Todo no…

ALADINO

¿El qué no tiene?

GENIO

Ella te lo dijo, ¿no te acuerdas?

Aladino piensa. Niega.

GENIO

Y cómo tu madre siempre dice, es algo que a ti te gusta mucho hacer…

Aladino piensa.

ALADINO

(Cayendo de repente en la cuenta)

¡Ya lo se!!

Aladino va a salir corriendo. De repente se para y se vuelve al genio.

ALADINO

¡Gracias, Genio! ¡Tomate el día libre!

GENIO

De nada, Aladino. Y recuerda: te debo un deseo.

Aladino afirma y luego sale corriendo. El genio lo mira salir, luego mira al público y desaparece volando.

Vemos a Aladino llegar al muro del palacio, tirando de una cuerda a la cual va atado un elefante. ¿Oímos a Alma cantar al otro lado? Aladino ata la cuerda a la reja de la ventana de Alma. Luego coge un trozo de enredadera y se parapeta detrás de él, igual que la primera vez. Entonces llama a la ventana. Al poco, Alma abre y se asoma. Ve a Aladino tras la enredadera.

ALMA

Hola, arbusto con patas, ¿hoy vas a dejar que te vea?

ALADINO

Si te atreves, si.

ALMA

¿Atreverme? ¿A qué?

ALADINO

(Guiando al elefante para que se ponga delante de la ventana)

A esto…

ALMA

(Viendo el elefante)

¿Otro elefante? ¿No será un regalo?

ALADINO

No, no es para ti, sólo viene a ayudarme.

Aladino le da una palmada al elefante en el anca. El elefante tira y arranca la reja de la ventana.

ALADINO

Te invito a dar un paseo por el mundo.

Alma y Aladino se miran. Aladino aparta a un lado la enredadera que le tapa y ambos se miran ahora abiertamente.

ALADINO

Si no quieres, puedes quedarte y yo me iré por donde he venido. Me llamo Aladino.

Alma piensa.

ALMA

(Extendiendo la mano)

Me llamo Alma, y acepto tu invitación.

Aladino la ayuda a atravesar la ventana y ambos desaparecen andando más allá del muro del palacio. Vemos en sugerencias de movimiento lo que va describiendo la Narradora.

NARRADORA

Durante horas Aladino y Alma recorrieron todos los rincones de la ciudad. Jugaron entre las dunas del desierto. Corrieron por las calles llenas de tenderetes… Y fueron libres para ir y venir por todos los rincones de aquel mundo que Alma no conocía y que Aladino había visto tantas veces.

Y aquella noche Aladino la llevó a explorar lugares secretos, y la hizo subir hasta a las torres más altas y bajar hasta las cuevas más profundas mientras en el cielo brillaban, temblando, las estrellas.

Alma y Aladino en lo alto de una torre, o de una nube, si es que el genio los ha querido subir en un vuelo romántico, que también puede ser.

ALMA

Desde aquí arriba el palacio de mi padre parece muy pequeño.

ALADINO

Y a tu lado todo lo que conozco parece nuevo.

Alma y Aladino juntan sus cabezas en un beso. Los elefantes barritan. La madre aparece junto a la narradora.

MADRE

(A la narradora. En voz baja)

¿Ya se han besado?

NARRADORA

Si. Y creo que su hijo besa divinamente.

MADRE

Este hijo mío es una caja de sorpresas…

NARRADORA

Y así fue que al poco tiempo se casaron. Aladino no había dicho nada de la lámpara ni a Alma ni a su madre, a la que seguía diciendo que trabajaba de joyero. Pero en secreto hizo que el genio construyera el palacio más maravilloso que se hubiera visto nunca. Y Allí se fueron a vivir los tres…

Aladino, Alma y la madre entran en un palacio despampanante, mirándolo todo. Alma quiere columpiarse en un columpio, pero la madre se lo impide.

MADRE

Eres la hija del sultán, y ahora la mujer de mi hijo, un gran joyero, así que tienes que comportarte como una princesa.

La madre sale.

ALMA

(A Aladino)

Tu madre ahora parece mi padre.

ALADINO

Lo sé, es un poco mandona, pero mira…

Aladino le muestra una puerta secreta que puede abrirse en un muro, sin que se note.

ALADINO

Por esta puerta secreta, que es mágica, podrás salir siempre que quieras y hacer lo que quieras, sin que nadie te diga nada…

La madre vuelve, llamando.

MADRE

¡Alma, tenemos que ir a comprar las telas! Alma es necesario que…

Alma y Aladino cruzan la puerta corriendo y la madre se queda congelada en la postura. Alma y Aladino la miran, y luego se miran, encantados.

ALMA

Esta puerta sola es mejor regalo que todo el palacio entero.

Alma le da un beso y ambos se alejan corriendo por un bordillo…

NARRADORA

Y durante un tiempo fueron los más felices del mundo, sin dejar de viajar y de salir por la puertecita secreta con cierta frecuencia, huyendo de las obligaciones reales y… (baja la voz) también de las órdenes de su madre…

La madre aparece, mirando a la Narradora.

MADRE

¡Te estoy oyendo!

NARRADORA

Pero yo soy la que cuenta la historia, así que a tu sitio.

La madre desaparece refunfuñando.

NARRADORA

Pero resultó que un cierto día…

LA VENGANZA DEL HECHICERO

Vemos al hechicero, bajo una capa con capucha, y empujando un carrito con chatarra, llegar hasta el Palacio de Aladino.

HECHICERO

(Paseando delante de la puerta y pregonando)

¡El quincallero! ¡Compro lámparas viejas, candelabros y candiles! ¡Compro lámparas viejas a buen precio! ¡Candiles! ¡Candelabros! ¡Compro lámparas viejas!

La puerta se abre y sale la Madre. Se miran.

MADRE

Estoy un poco sorda, ¿puede repetir?

HECHICERO

Señora, compro candiles y lámparas viejas. Pago bien.

MADRE

¿Cómo de bien?

HECHICERO

¿Cómo es el candil?

MADRE

Creo que he visto por ahí una lámpara vieja…

La madre desaparece en el palacio.

Alma se asoma a la puerta.

ALMA

¿Qué sucede?

HECHICERO

Compro lámparas viejas.

La madre vuelve trayendo la lámpara mágica.

MADRE

Esta lámpara vieja no sirve para nada.

El Hechicero se acerca con interés. Pero Alma la coge antes y la mira.

ALMA

Nunca la había visto…

MADRE

Estaba en la habitación de Aladino, pero no sirve.

El hechicero alarga las manos, pero Alma aún duda, y la aparta.

ALMA

Igual es mejor preguntarle a él, ¿no?

MADRE

Pero él está de viaje y la lámpara está vieja y sucia, no se usa, ¿no lo ves?

ALMA

Si, pero…

HECHICERO

Bueno, yo no puedo esperar, salgo con la caravana…

MADRE

Espera. ¿Pero cuanto me darías?

HECHICERO

No vale nada, pero te daría diez monedas.

MADRE

Esta muy bien, ¿no te parece, Alma?

Alma duda.

ALMA

Bueno, supongo que si fuera importante Aladino me lo habría dicho. Véndela.

La Madre le da la lámpara al hechicero, que le da las monedas. Las mujeres desaparecen dentro del palacio. El Hechicero se aleja un poco, y cuando ellas desaparecen se quita la capucha, mira la lámpara y baila de contento. Luego mira al Palacio de Aladino.

El hechicero frota la lámpara y entre el humo aparece el genio. Cuando ve al hechicero se sorprende.

GENIO

¿Dónde esta Aladino?

HECHICERO

¡Ni lo nombres! Ahora tu nuevo amo soy yo, genio estúpido. Inclinate y escucha mi primer deseo.

El Genio se inclina ante el hechicero.

HECHICERO

Te ordeno que he lleves este palacio, con todo lo que contiene, al país de donde yo vengo.

El palacio sale volando, con Alma y la madre de Aladino asomadas por las ventanas, y desaparece de la vista.

GENIO

Ya esta hecho.

HECHICERO

Bien. Y ahora te ordeno que esperes a Aladino, y en cuánto llegue llévatelo al desierto, junto a la cueva, y allí… Mátalo. No quiero oír hablar de Aladino nunca más.

Sale el hechicero. El genio mira al público.

NARRADORA

El genio estaba desolado, pero no tenía más remedio que obedecer.

Aladino entra corriendo, contento, pero se detiene en seco al no ver su palacio. Luego ve al genio.

ALADINO

Genio, ¿y mi palacio?

GENIO

Lo siento, Aladino, ya no soy tu genio, la lámpara ya no te pertenece.

ALADINO

¿Por qué?

GENIO

Alma y tu madre se la vendieron al hechicero, porque no sabían lo que era.

Aladino se tapa la cara con las manos.

GENIO

Y el hechicero se ha llevado el palacio, con Alma y tu madre dentro, a su lejano país…

Aladino cae de rodillas, desesperado.

ALADINO

(Recuperándose)

Tengo que ir a por ellas.

Va a salir, pero el Genio se interpone en su camino.

GENIO

Y me temo que hay algo más…

El genio coge a Aladino y salen volando. Aladino se debate en brazos del genio.

ALADINO

¡Déjame! ¡Sueltame, genio! ¿Qué haces? ¡Sueltame!

LA LIBERACIÓN DEL GENIO

El genio llega con Aladino al desierto, y allí lo arroja sobre la arena.

ALADINO

¿Qué haces?

GENIO

(Casi llorando)

Lo siento, Aladino, pero mi amo me pidió que te trajera al desierto… Y aquí…

El genio saca una gran cimitarra.

GENIO

…te matara.

El genio levanta la espada sobre Aladino, que lo mira espantado sin poder hacer nada. De repente Aladino tiene una idea.

ALADINO

¡Espera!

GENIO

(Sin bajar la espada)

No puedo no cumplir el deseo de mi amo.

ALADINO

Ya lo sé, pero se te olvida una cosa.

GENIO

¿El qué?

ALADINO

¿No me debías un deseo, porque un día te llamé solo para pedirte consejo?

El genio baja la espada, tristemente.

GENIO

Si, es cierto, te debo un deseo, pero eso no cambia nada, porque luego tendré que cumplir el deseo de mi amo, y matarte…

ALADINO

Bueno, entonces este será mi último deseo.

GENIO

Esta bien, habla. Di tu último deseo.

ALADINO

Quiero que tú, Genio, quedes libre.

GENIO

¡Pero Aladino, no! Entonces tendrás tú que ocupar mi puesto dentro de la lámpara…!

ALADINO

¿Yo? El amo de la lámpara es el que ocupará tu puesto… Pero yo ya no soy el amo de la lámpara…

El genio se eleva en el aire a medida que comprende la astucia de Aladino, hasta que estalla en un grito de alegría y comienza a reír.

GENIO

¡Aladino, tú sí que eres un genio!! ¡Te concedo tu deseo!! ¡¡¡Soy libre!!!

Un sonido de viento huracanado invade el escenario, el Hechicero aparece arrastrado por el viento. Aladino coge la lámpara, abre la trampilla y la tira dentro de la cueva, ahora vacía de tesoros, a donde va también a parar el Hechicero, entre una gran nube de humo. Las luces vacilan, el sonido alcanza su máximo y luego todo se calma de súbito. Entonces vemos que dentro de la cueva vuelve a estar la lámpara como la encontro Aladino al principio, iluminada con su rayo de luz. Oímos la voz comprimida del Hechicero, como si viniera desde dentro de la lámpara.

HECHICERO

(Dentro de la lámpara)

¡Dejadme salir, malditos!

GENIO

No, no, no… Mejor te dejaremos tranquilo, para que pienses, durante… Unos mil años!

Y cierra la trampilla. La luz de la cueva se apaga.

El genio y Aladino se miran.

ALADINO

¿Ya no vas a cumplir el deseo de tu amo?

GENIO

(Negando)

Gracias a ti ya no tengo amo. Pero tu tampoco tienes palacio…

ALADINO

Eso me da igual, Genio. Nunca he necesitado un palacio para vivir. Pero si necesito a Alma. Y a mi madre también, pobrecita.

GENIO

¿Y qué vas a hacer?

ALADINO

Ir a buscarlas al país del hechicero.

GENIO

Eso está muy lejos.

ALADINO

No importa, llegaré, aunque tarde cien años.

GENIO

No hará falta tanto.

El genio hace aparecer a Alma y a la madre de Aladino. Alma y Aladino se abrazan.

ALADINO

Tengo algo que contaros. Tenía que haberlo dicho antes, pero no me atreví… Madre, no trabajo como ayudante de un joyero…

MADRE

(Interrumpiendo)

A ver, hijo, ¿pero tú te crees que soy tonta?

Mirando al genio.

MADRE

Este buen mozo debe ser el brujo o el mago, o lo,que fuera que te ayudaba con todos aquellos tesoros, ¿no?

ALADINO

¿Pero entonces lo sabias?

MADRE

Lo que no sepan una mujer, y una madre…

ALMA

Lo que no sabíamos era que vivía en esa lámpara vieja.

GENIO

¡Pero ya no! Aladino me ha dado la libertad, por fin. Gracias, Aladino.

ALADINO

Gracias a ti genio, sobre todo por tus consejos.

MADRE

Hala, que generoso! ¿Y ahora como vas a mantener a tu princesa, joyero? Y a tu pobre madre también, claro.

ALADINO

Todavía me quedan algunas cosillas en el sótano de nuestra casa.

MADRE

Ah, eso está bien.

ALMA

Y su princesa no necesita que la mantenga nadie, señora.

MADRE

(Meneando la cabeza, a Alma)

Tu y yo tenemos que hablar.

Los tres se juntan en un grupo, y el genio, sólo, se despide.

GENIO

Y yo tengo que irme, hay muchos sitios que quiero ver.

ALMA

Igual que yo.

GENIO

(Mientras se eleva y desaparece volando)

¡¡Pues entonces nos veremos libres por el mundo!!

Los tres le dicen adiós con la mano y luego se alejan caminando juntos hacia la ciudad.

NARRADORA

Y así fue como Aladino y Alma vivieron felices el resto de sus vidas.

MADRE

(A la narradora)

¿Y yo qué?

NARRADORA

Usted también, madre, vivio con nosotros muchos años, y yo le cogí mucho cariño.

MADRE

¿Pero quien eres tu?

La madre se acerca mucho a la Narradora escrutando su cara.

MADRE

Aah, ya decía yo que me sonaba tu cara…

NARRADORA

Yo soy Alma, y luego yo decidí escribir esta historia, nuestra historia, para contarosla a vosotros, a nuestros hijos, y a los hijos de nuestros hijos. La historia de Aladino y la lámpara maravillosa.

Cierra el libro. Fin.

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