“El barracón de las mujeres”, de Fermina Cañaveras (Reseña de novela)

¿Qué mejor para contribuir a la celebración del día de la Mujer que hacer la reseña de este libro? Un libro basado en historias reales de mujeres reales; un universo tremendo y apelativo, enmarcado en la postguerra inmediata española, la segunda guerra mundial y el campo de concentración nazi de Ravensbrück; una trama de investigación retrospectiva, desde la actualidad, documentada y llevada a cabo por un personaje femenino complejo, creíble y relacionado con los hechos narrados.

Estamos ante la primera novela de una nueva autora, recién publicada por Espasa (enero 2024), y que lleva camino de convertirse en un verdadero éxito, como indican 6 reimpresiones en dos meses y las traducciones al italiano y lituano ya firmadas (y las que vendrán).

Los ingredientes que he citado explican en parte esta buena acogida, pero la solidez de la cocina literaria de la novela misma acaba también por por imponerse. Y no es fácil, a priori. Una historia, en primera persona, sobre una prisionera política comunista obligada a prostituirse en un campo de concentración nazi, puede parecer un plato demasiado fuerte. La realidad de los testimonios de las mujeres supervivientes de Ravensbrück se antoja difícil de compaginar con una ficción equilibrada, fluida y no visceral. Pero Fermina Cañaveras transita por la cuerda floja con solvencia. Desde luego, el libro es duro, pero la forma de narrar, de manera sencilla y directa, sin escamotear nada pero sin regodearse en los aspectos más oscuros, ayuda a imaginar una realidad que seguramente superaba a la ficción.

El libro narra la reconstrucción que María, periodista e historiadora, realiza junto a su pareja, Carla, de la vida de una misteriosa amiga de su abuela, que decide contarle sus secretos antes de morir. Isadora Ramírez García, “hija, nieta, hermana y sobrina de republicanos” huyó de España tras el final de la Guerra Civil, con su madre y su tía. Tras pasar por el campo de refugiados de Argelès-sur-Mer, que Francia montó apresuradamente para acoger a los que huían del fascismo español, acabó en París. Allí, como tantos otros exiliados, siguió colaborando con el partido comunista y, unos meses después, con la resistencia francesa. Fue detenida por los nazis y deportada al campo de concentración de Ravensbrück, a noventa kilómetros al norte de Berlín, el único abierto exclusivamente para mujeres.

El relato que Isadora, en primera persona, hace a la periodista María, constituye la parte principal del libro, pero en ningún momento se pierde la conexión con la época actual, lo que enriquece una historia que, al parecer y por desgracia –viendo el auge actual de la extrema derecha nacionalista en el mundo–, comienza a olvidarse. La novela está bien estructurada, mantiene la atención sin decaer y, en mi opinión, encuentra un punto medio para narrar sucesos terribles sin que se le vayan de las manos. Yo me la leí del tirón y estaba deseando retomarla cada día. A algunos, el posicionamiento político de los personajes podrá parecerles ligeramente panfletario o esquemático, pero tiene toda la lógica dentro de la narración de la periodista y de Isadora. Y nunca está de más, por si acaso, reconstruir el discurso anti-totalitarista llamando a las cosas por su nombre.

El componente femenino de la historia es desarrollado y cuidado al máximo.

“Nunca la mujer estuvo tan presente como en este campo: mujer vientre, mujer cosa, mujer objeto, mujer vencida, mujer amor, mujer madre, mujer esperanza, mujer sueño, mujer demonio, mujer agotada, cadáver, esqueleto, mujer ceniza ligera, volatilizada por las chimeneas, mujer cobaya, mujer moneda de cambio, mujer indiferente, vengadora…” (cap. 12)

Apenas aparecen personajes masculinos positivos: sólo de refilón y desde lejos. ¿Maniqueísmo feminista? En absoluto, la historia fluye de forma totalmente natural, por derecho propio. Lo dicho es solo una constatación a posteriori de algo completamente justificado por la realidad de los hechos. La barbarie de los campos de concentración tiene un matiz diferente en Ravensbrück: es igual de demencial que en el resto de ellos, pero sirve también como una constatación (brutal) de los aspectos específicos de la condición femenina en la Europa de 1940, sobre todo en Alemania. La degradación del comportamiento de los perpetradores de los campos no tiene sexo, el abuso y la crueldad fueron ejercidos tanto por hombres como por mujeres, las guardianas, las SS- Aufsherinnen (asistentas de la SS), como en la novela se pone claramente de manifiesto. Pero el hecho de que el rango de estas mismas y crueles vigilantes estuviera siempre por debajo de cualquier varón de las SS con rango, al igual que ocurría en el resto del ejército alemán del III Reich, donde no existían mujeres oficiales, debe hacernos reflexionar sobre el alcance y profundidad del mundo del que venimos. Aquellas guardianas podían ser demonios, pero aquel infierno era una creación de hombres.

En resumen, un libro que merece la pena leer. Sabiendo que no deja de ser una ópera prima, el nivel de consistencia, la calidad de la historia y la corrección de la prosa son muy recomendables. Mantiene la atención, reconstruye dignamente la historia y el argumentario de los idealistas vencidos por el fascismo y no deja indiferente. Animaos.

Fermina Cañaveras (foto Serendipia)
Portada de libro. Espasa Ediciones

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