–Lo primero: quiero al mejor matasanos de piel y cuerpo, aquí, en diez minutos, con absoluta discreción, lealtad inquebrantable y que me haya votado.
–¿Y si resulta que ese cabrón es demócrata? –pregunto Timothy, siempre atento a los temas de Seguridad.
–Buscáis al siguiente mejor –bramó Ronald– hasta que encontréis uno. Me consta que hay buenos profesionales que me votan. Los tres bajaron sus miradas al unísono y anotaron algo.
–Señor –intervino Dalton, al que se le acababa de ocurrir una idea– quizás el color de su piel podría haber cambiado por llevar tres meses tomando seis gramos de hidroxicloroquina diarios y rebajando el whisky de por la noche con desinfectante.
–¡Estupideces! –saltó el Presidente– si eso cambiara el color de la piel, la mitad de este país sería ya negro, dios no lo quiera. Hay millones de ciudadanos que creen en su presidente. Dalton tuvo que asentir.
–¿Habéis acabado ya de joder a Quimérica con vuestras preguntitas? –todos afirmaron con la cabeza–. Pues, lo segundo, es que quiero encontrar y acabar con los responsables de esto antes del mediodía.
–Antes del mediodía igual es difícil, señor –se atrevió a decir Ted– pueden ser muchos. Ronald lo fulminó con la mirada y se dirigió a Timothy.
–Utiliza el BAGDAD.
–Aún no está probado en condiciones reales, señor.
–Mejor, así nadie interferirá. Ponlo en marcha ahora mismo. Adelante. Y un enfadado Crump desapareció por la puerta que llevaba a su dormitorio.
–¿Qué es el BAGDAD? –preguntó Dalton cuando estuvieron fuera.
–BAd Guys Detector with Automatic Deletion –explicó Timothy–. Un sistema privado que le he construido: rastrea el Big Data, las Telecomunicaciones y el Canal Porno, y encuentra la respuesta a preguntas del tipo, por ejemplo, ¿quién es el culpable del ennegrecimiento de la piel del Presidente? Y lo destruye sin previo aviso. Así evitamos injerencias de Justicia, FBI, CIA y demás mierdas.
–¿Cómo lo destruye?!
–Con dos Tomahawk teledirigidos al móvil del sujeto. Es cojonudo.
–¿Y si se equivoca? –preguntó Ted, cautelosamente, esperaba que la hermana de la mujer de su primo no tuviera nada que ver en esto.
–Remite una disculpa, también automática, a todos los medios, redactada siguiendo un texto de Abraham Lincoln.
–¡Uau! –exclamó Dalton– ¡Quimérica is big again!
Al pobre dermatólogo recién venido del County Hospital de Campbell, Wyoming, ni siquiera le dio tiempo a cambiar impresiones sobre el reinicio de la liga con el presidente, antes de que los dos Tomahawk lanzados desde el USS Pennsylvania lo hicieran volar, colateralmente junto a su objetivo y a más de la mitad de la Wait House.
Afortunadamente, en este caso, no fue necesario que el BAGDAD emitiera ninguna disculpa.
[…] (continuará… y acabará) […]
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